Decido quedarme en silencio esperando alguna reacción negativa. Joshua se voltea y en sus ojos brilla el anhelo cuando la ve. Da un paso para acercarse a lo que ella retrocede.
—Yo... necesitaba ayuda de Zara —emite. Su ceja se alza, mirando en mi dirección, a la vez que levanto los brazos en señal de que no tengo la más mínima idea del por qué necesita mi ayuda. Cristián no es tan tonta como hace creer a veces, sabe a qué vino y sabe cómo soy, así que va a preferir manejar esto sola.
—¿Ayuda para qué cosa? —Sonsaca, sin ocultar la molestia en su voz.
—P-Porque quería hablar contigo. No contestas mis llamadas, ni mis mensajes, te llevaste todo y dejaste las llaves en el macetero —masculla, pasando una mano por su rostro,
—Cambié mi número de teléfono —responde, sin inmutarse —. Y no estoy dispuesta a volver contigo. Me estás haciendo demasiado daño —Joshua suelta un quejido que la pone en alerta. No tiene idea de los movimientos que hará, así que retrocede un poco más mientras que yo me pongo en alerta.
—Te amo —farfulla, en un sollozo —. No quiero estar solo, no me abandones así...
—¿Me amas? —Cuestionó, viéndolo asentir con frenesí —. Si me amaras en vedad, no habrías roto mi ropa, ni habrías intentado abusar de mí. ¿Qué clase de amor crees que sea eso? —Inquiere. Le está costando demasiado mantenerse en pie ahora mismo, sé todo lo que siente y la compadezco aunque no quiera hacer nada por el momento —. Vete.
—No —escupe —. Regresa a casa y te juro que voy a cambiar. Dejaré de consumir, iré a rehabilitación, tomaré terapia y seré mejor para ti, pero tienes que regresar a casa —insiste. Doy un paso más, a lo que Cristián hace una seña para detenerme.
—Ya estoy en casa, Joshua. El problema es que tú te apartaste de ella —murmura —. No te voy a obligar a nada, no quiero ser parte de la mierda que te rodea. Si tú estás feliz en tu mundo ficticio, bien por ti, pero no voy a esperar un minuto más por ti. Desde que estamos juntos no has hecho más que romper tus propias promesas y mentirte constantemente a ti mismo. Ya no quiero más de eso —sentencia —. Ahora vete, por favor.
No le queda nada más por hacer, él solo asiente cabizbajo y se aleja de la casa, supongo que con el corazón destrozado.
Cristián y yo nos metemos a la casa después de notar que no hay indicios de que se quedó cerca del lugar. Cuando se sienta en el comedor, pongo una manzana en la madera, empujándola hacia su dirección.
—Quería que saliéramos a divertirnos —habla, después de un largo rato. Estoy sentada frente a ella, observándola con su pantalón ajustado y una blusa que cubre la mitad de su abdomen, dejando mostrar su perfecta cadera y ombligo —. Pero me retracté desde antes de salir de la casa porque apenas estamos a comienzo de semana —suelta un bufido —, así que por pereza, decidí no cambiar mi vestuario y venir. Enorme sorpresa la que me he llevado —intenta parecer bromista, aunque fracasa enormemente.
—Siento eso —murmuro —. Lo que sí me dejó unas ganss enorme de reírme fue cuando preguntaste qué hacía él aquí. Parecías despechada, como esas mujeres de telenovelas y películas —señalo.
—Lo sé —ríe apenas —. ¿Sabes? Nunca me había dicho que me amaba. Quizás ni siquiera estaba en sus cabales para comprender lo que decía —confiesa
—Nunca lo sabremos, si somos sinceras —admito —. Si en verdad te ama, va a cambiar aunque estés lejos de él o si sales con otro chico o si te quedas sola. La cosa es que lo va a hacer por ti, pero espero que en el proceso se dé cuenta que también vale por él —prosigo, viéndola asentir con el rostro cabizbajo. Decido no darle más hilo a la cosa y me pongo de pie para ir a la habitación —. ¿Recuerdas la página de la que siempre te hablo que sube frasecitas, poesías, poemas y hasta pequeños relatos? —Asiente una vez más, fijando toda su atención en mí —. Me encontré con el chico que la maneja en el centro comercial. Su sobrino fue el causante de mi caída ese día y luego lo volví a ver en una librería, cuando salí de cubrirte en tu trabajo —explico —. La cosa es que me invitó a ir por un café para compensar lo que el niño hizo; quise negarme, pero no me dejó por lo que no me quedó de otra que acompañarlo. El café se fue al caño, pedí una malteada y cuando iba a decirme su nombre, salió a contestar una llamada. Luego de eso no supe de él, me había dejado una nota, alguien se acercó y tuvo a decencia de ponerla en mis manos —tomo una pausa, sentándome en la cama mientras ella me pasa la portátil —. Leí la nota hoy, al llegar a casa, porque publicó en su página que me había visto, fue dos días antes de salir del hospital y me parece que yo no logré verlo a él —termino de hablar. Cristián me mira perpleja.
—¿Por qué no me dijiste nada? ¡Te lo tenías todo bien guardado! —Y esa es la chica que ha pasado tanto tiempo junto a mí.
—No estaba muy segura, pensé que guardarlo era lo mejor.
—Dices que lo conociste en el centro comercial —asiento —. Y tiene un sobrino, ¿no es así? —Vuelvo a asentir, pasándole la nota que me dejó. La lee de manera rápida —. Tiene un familiar enfermo... Podríamos investigarlo —niego, mirándola con incredulidad.
—¡No! ¿Qué te pasa? No somos el FBI o algo parecido —murmuro indignada —. Y creo que su familiar falleció, no lo tengo claro, solo que publicó algo parecido a una despedida —confieso, mostrándole la pantalla. Su sonrisa se ensancha, extrañándome —. ¿Qué es tan gracioso? No quiero ir a la cárcel, ¿de acuerdo? —Cristián niega.
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Editado: 12.01.2021