Volviendo a amar

013: Mentirosa. Siempre mentirosa

Zara

“No creo que haya nada de malo en poder enfrentar a tu pasado, el problema es cómo el pasado te enfrenta, haciéndote daño a ti” –SNBrito.


Me preparo con rapidez. Llevo el tiempo encima para llegar a la escuela. Anoche que quedé negándole una y otra vez a Cris que estaba celosa por lo que hizo, pero no me creyó nada. En un momento hizo silencio y hasta osó pedirme disculpas por las bromas que había hecho cuando dijo que si Arthur era sexy, a la vez que tenía un buen trasero, me lo iba a quitar.

Tuve que hacerle saber que eso no me afectó en lo absoluto, el solo pensar que no podía hacer bromas solo por lo que sucedió conmigo, me hizo sentir algo culpable. Ella solo desea que seamos felices ambas optando por una no muy mala manera.

Después de eso, le platiqué sobre lo agradable que fue estar con él en ese momento. Si me preguntaran en este momento qué quisiera cambiar o de qué me arrepiento, diría que de nada aunque a muchos se les haga difícil asimilarlo. El alejarme de las personas que me hicieron daño, el dejar ir a mi padre aunque lo recuerde como a nada y el aceptar que no todo es color de rosa en el mundo, han sido experiencias con las que he aprendido muchísimo. Pude abrir los ojos un poco más, pude reconocer actitudes para ayudar a otras personas que pasaron por lo mismo que yo y además de eso, me di una nueva oportunidad.

Donde estaba no habría conocido lo que tengo ahora, estuviera aún sufriendo humillaciones silenciosas de las personas que creí amar, a la vez que tampoco hubiese aprendido a aceptar las experiencias de las dificultades. Esas experiencias o aprendizajes, me trajeron a donde me encuentro ahora. Tengo a una buena mejor amiga, conocí a un chico con el que tal vez nunca volveré a verme y además, pude defenderme sola, aunque mi relación con Daniel me salvara un poco de la campana.

—¡Zara! ¿¡Será que puedes mover ese chueco trasero y venir al auto!? —El grito me saca de mis cavilaciones como si me echaran un balde de agua fría de manera sorpresiva.

Debo dejar de meterme tanto en mis pensamientos o terminaré loca.

—¡Daniel! ¿¡Será que te puedes aguantarte un poco más!? —Le devuelvo el grito con la segunda intención incluida. Desde mi habitación lo escucho resoplar,  molesto.

—¿¡Es una broma, cierto!? —Exclama y me río más fuerte —. ¿¡Cómo es que puedes escucharme toda la noche!? ¡Es asqueroso! —Termino de colocarme las zapatillas, riendo.

—¿¡No será porque no se aguantan ni un poco!? Toda la madrugada es: oh sí, ay Daniel, por favor, amorcito, más despacio, más duro y bla bla bla —mascullo, después de cerrar la casa, tirando la mochila en la parte trasera de su auto mientras me recojo el cabello en una coleta —. De veras, tienen que controlarse un poco más, hasta Cristián escuchó sus gritos. Y ni me digas de mamá —cierro la puerta con fuerza, molestándolo aparte de hacerlo sentir vergüenza por lo que hace. Enciende el auto, colocando los cambios.

—Creo que la próxima vez iré a un motel o algo por el estilo —farfulla. Me río.

—No creo que haya próxima vez —emito. Él me observa de reojo.

—¿Qué hiciste? —Giro el rostro.

—Nada.

—Zara...

—Solo le dije que tenías una ITS —susurro. Daniel frena de golpe, logrando que me golpee la cabeza con la almohadilla detrás de mí.

—¿¡Estás loca!? —Grita, sorprendiéndome antes de guardar silencio unos minutos —. ¿Es curable? —La pregunta me toma desprevenida. Pensé que en serio estaba enojado, pero ya veo que el papel de actor no se le daría nada mal.

—Sí. La Tricomoniasis aguda se cura en cuestión de días o semanas si llevas el tratamiento médico —declaro —. Igual ya sabía que la chica te estaba cansando, solo di un empujoncito, ¿no? —Asiente, no muy convencido y continúa el trayecto al instituto.

Cierro la puerta del convertible, esta vez con menos fuerza porque no estoy enojada con él. Saco la mochila antes de que suba la capota y camino en dirección a la entrada.

—¡Eh! —Daniel corre hacia donde me dirijo  cargando un bulto en su brazo —. ¿Quién era ese chico con el que saliste ayer? —Me detengo en seco. Por alguna razón imaginé que esto iba a pasar, solo que no creí que fuese tan temprano.

—Demasiado bueno para ser cierto —murmuro, mirándolo mientras pongo una mano en mi cintura —. Con respecto a tu pregunta, ¿quién te lo dijo? —No esperaba la pregunta.

—Te vi a unas cuadras detrás de casa. Bajaste de una camioneta, a los minutos el chico salió y hablaron con tu amiga con nombre de hombre, ¿Cristian se llama? —Resoplo.

—Cristián —corrijo.

—¿Entonces? —Suelto un largo suspiro.

—Lo conocí por internet —menciono, sacudiendo la cabeza —. ¿Sabes? Es complicado, luego te diré. Voy tarde y lo sabes —lo escucho suspirar, rindiéndose.

 

—¿Es un pedófilo o algo? Es la última pregunta, lo prometo.

—No. ¿Cómo crees que voy a tener una cita con un pedófilo? Igual no es tan viejo —levanta sus manos en señal de rendición, dando unos dos pasos atrás —. Hasta luego —continúo caminando directo a la clase que tengo atrasada. Ni siquiera me paro en el casillero para buscar algo, solo corro como nunca para lograr al menos copiar lo que sea que el profesor deje de tarea.




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