“Somos tan distintos que nunca llegaremos a entendernos,
sino, a convivir con ello” –SNBrito.
Cambio la bata que llevo puesta por una ropa que ha traído Cris. Mi madre fue a trabajar en la mañana así que por eso no se quedó conmigo. Como si no fuese suficiente con lo sucedido ayer, me enteré que Mario intentó tener acceso a mi habitación. ¿Qué quería? La verdad, no lo sé y no es algo que quiera saber ahora que estoy saliendo de este lugar. He tomado la decisión de denunciarlo si vuelve a acercarse o a actuar en contra de mí, no me importa si Greena pega el grito al cielo o si ponen de excusa a la criatura que tienen ambos; no quiero volver a pasar por un momento como este y él ni siquiera tiene por qué buscarme otra vez.
En cuanto a los análisis, aún no tengo noticias concretas. Me sometieron a varios estudios de la sangre, efectuaron una tomografía computarizada, chequearon la forma en que respiro y luego procedieron a darme el alta. Mi madre debía pasar a buscarlo en unos días o cuando el doctor le informara por medio del correo electrónico.
—¿Lista? —Cristián regresa a la habitación, tomando un jugo, a la vez que siento cómo mi estómago cruje.
—¿Estás haciendo que te envidie? —Demando. Aparte de todos los análisis que me mandaron a hacer, el doctor tomó la decisión de ponerme una dieta que ayudara a regular mi peso. Debido a eso, no puedo comer ciertas cosas que mi mejor amiga sí puede ingerir.
—Un poco —murmura, sacándome de mis pensamientos, volviendo a tomar de él —. Vamos que nos hace tarde y Daniel debe ir a entrenar —anima.
—De acuerdo —emito, tomando mis cosas, saliendo con ella de la habitación. Caminando por el pasillo veo una vaga silueta de alguien familiar que pasa por mi lado. Trato de no darle atención, pero sé quién puede ser. Va vestido de enfermero y si me doy vuelta, puedo ver que entra al sitio en el que estaba, solo que va a llevarse una gran decepción porque estoy saliendo de aquí.
Para pasar desapercibida, mi mejor amiga me trajo un pantalón de talla grande, un suéter y una gorra que cubre mi cabeza. No se ha creído el cuento de que va a dejarme en paz, así que quiso hacer algo para que no me reconociera.
—Algún día serás parte de la CIA o el FBI —emito, sonriéndole.
—No —sonríe —. Solo son ventajas de tener un padre en el ejército —encoje sus hombros, a la vez que ambas reímos. Cuando llegamos al auto, subo saludando a mi hermano que sonríe al ver mi desaliñado aspecto.
—¿En serio era necesario? —Se burla. Resoplo, fingiendo molestia.
—Se vistió de enfermero —suelta una carcajada a la cual nos unimos las dos —. Lo sé, tuve el mejor novio que pudo existir. Infiel, abusador y ahora un imitador barato —me burlo, sintiendo cómo el aire fresco entra con profundidad a mis pulmones, llenándome de vida.
Daniel nos deja en la entrada del vecindario, antes de desviarse para dirigir su camino al Instituto. Ahora que llegue a la casa, debo ponerme al día con todas las clases que han impartido. Si soy sincera, no es lo mío querer perderme lo que han dado, pero hay situaciones que no podemos controlar.
—Adivina quién encontró flores y chocolates en su casillero, otra vez —habla Cris, entrando en la casa.
—¿Por qué me parece que conozco a ese “acosador”?
—Porque es Joshua, solo que es pésimo en estas cosas —suelta un suspiro, cayendo de lleno contra el sillón.
—Al menos compra unos buenos chocolates —frunce el ceño, observándome.
—Mi mejor amiga, defendiendo a mi ex novio solo porque le gustan los chocolates caros. El colmo —emite, indignada. Río con fuerza.
—Está haciendo un mínimo esfuerzo —le sigo la corriente —. Pero no le hagas caso hasta que en serio se enderece —mis últimas palabras son sinceras. Más de lo que creo posible.
Verla pasar por esto le ha hecho sacar fuerzas de donde no tiene y ahora, la situación por la que pasé, la ha deprimido un poco más. Trato de pensar en que él si se va a dar la oportunidad de cambiar, de mejorar su actitud y sus acciones, sin quedarse estancado como Mario lo hizo. El solo hecho de confesarle que la amaba y de venir a buscar ayuda para volver a tenerla con él, fueron de las cosas más significativas que pudo hacer, solo que empleó una manera no convincente, cosa que a ella la hizo retroceder.
Aún así, tiene una oportunidad y espero que no la desperdicie porque no va a encontrar a ninguna otra chica como Cristián.
—¿Cuál es tu historia? —La saco de concentración. Está viendo algo en la televisión, mientras que yo ocupo la cocina, preparando algo para la comida.
—¿Me hablas a mí? —Asiento. Se acuesta en el sillón, ocultando su cabeza y rostro, como si busca ocultar algo —. No tengo ninguna historia.
—Todo el mundo tiene un punto negro en su ropa más blanca, solo que aún no lo saben, pero creo que tú ya lo conoces —declaro, señalándola con lo que tengo en la mano. Escucho que resopla un quejido, solo que no tengo idea de lo que dice.
—¿Por qué crees que tengo un punto negro en mi perfecta ropa blanca? —Demanda, a modo de burla. La miro acomodarse en el sofá, bufando por segunda vez —. Soy común, Zara. Nada es interesante en mi vida.
—¿Qué hay de tus primeros años en el Instituto? —Suelto, continuando con mi labor —. Hablo de... —tomo una pausa porque no sé qué tan molesto pueda sonar lo próximo que diré —. ¿Cuál es tu historia con Jason Morgan, Cristián? —La pregunta sale más rápido de lo que pretendo, logrando espantarla en el momento en que toma el vaso de vidrio y casi lo lleva a su boca. Y digo casi porque cuando termina de escucharme, el material cae al suelo, rompiéndose mientras que suelta un pequeño grito. El solo hecho hace que me sienta culpable por lo que está pasando. No he sido prudente y me inmiscuyo en algo que no me compete, pero que me preocupa desde hace dos días.
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Editado: 12.01.2021