Volviendo a amar

022: Hay un cadáver, pero no hay ningún fantasma

Zara

“Tienes varias oportunidades: aprovéchalas todas, hasta que te toque crear muchas más” –SNBrito.


La cafetería está repleta de personas que van, vienen y hablan sin parar. Algunos que otros murmullos puedo escucharlos y enterarme de algunas cosas. Nos encontramos sentadas delante de la mesa de unos guapos chicos, aunque ninguno parecido a los chicos que a nosotras nos gustan. Sonrío al escuchar algunas estupideces que dicen.

—¿De qué te ríes? —Pregunta Karen. La miro, ha estado mejor después del día de la graduación. Tiene el semblante decaído, pero aun así, eso no parece afectarle mucho lo ocurrido.

—De todo lo que dicen —respondo.

—A Arthur no le gustaría oír eso —dice Cristián guiñándome un ojo. Resoplo.

—Arthur es mi amigo, deja eso así —la veo reír.

—Los amigos no se besan en la boca —murmuran las dos al unísono haciéndome ruborizar. Intento esconder mi rostro al escucharlas, pero no me dejan.

El tiempo se va entre risas y pláticas. En uno de los momentos los muchachos detrás de nosotras se acercan para comenzar a coquetear. No logro ponerles atención a ninguno pues lo único que saben hacer es alardear de todo lo que tienen.

Mi mejor amiga está tan hastiada, que levanta una mano, callándolos a todos.

—Ustedes tres sólo saben hablar y hablar de las maravillas que hacen, pero nunca se han detenido a preguntarnos qué nos gusta de ustedes, o más bien, del sexo masculino en sí —comienza, mirándolos con suficiencia —. Se los diré: nos gusta que sean caballerosos, detallistas y menos egocentristas, como ustedes —los señala y ellos se quedan mudos, dejando de sonreír —. Cuando consigan una cita, asegúrense de preguntarle a ella qué le gusta, qué hace en su tiempo libre, qué comen si es necesario, qué hablan, qué traman para su futuro y después díganle que tienen muchas cosas en común aunque sea mentira, con el tiempo esas cosas se convertirán en algo ya de ambos. Ahora, vuelvan a su mesa y dejen de molestarnos —concluye, haciendo que se levanten para alejarse de nosotras. La miro sorprendida.

—Ese lado cruel nunca falla —me burlo. Ambas se ríen, asintiendo.

Nos quedamos allí un rato más y luego pagamos la cuenta entre las tres para salir a caminar.

—Chicas... ¿Qué creen que puedo hacer con respecto a Christopher? —Pregunta de repente Karen. Cristián y yo nos miramos.

—¿Qué sientes? —Demando mirándola. Ella me mira, frunciendo el ceño —. Por Chris, ¿qué sientes?

—Es complicado porque lo amo y a la vez sé que nunca tendré nada con él. Somos como agua y aceite, además de que tengo un novio en México. Imagina llegar allá y que le digas que no quieres nada porque te enamoraste de un gringo que va a darte la residencia —trata de sonreír, pero fracasa rotundamente cuando empieza a sollozar —. Tengo tan poco tiempo conociéndolo...

—Es complicado, pero es tu vida. Amas y dejas de amar, se dice que hay tres oportunidades y quizás Christopher no es el verdadero amor de tu vida. Puede que esté en México y no sea tu novio, sino alguien irrelevante... Así que no te estanques. Aprende a sentir, vívelo cada minuto de tu vida, hasta que ya no quede nada y aprendas a fijarte en el camino correcto —emito, sonriendo.

Nos abrazamos entre la tres, antes de seguir caminando a donde nos lleve el viento. Nuestra última parada es en una librería que reconozco al instante. Aquí fue donde vi a Arthur por segunda vez; las chicas entran a buscar los libros que desean, mientras que yo prefiero quedarme a fuerza, observando las calles del lugar.

Hace un poco de frío, el clima sigue cambiando de acuerdo a la época que va atravesando, pero no me molesta en lo absoluto la sensación que siento. He decidido que voy a disfrutar cada momento conforme a las cosas que pueda hacer y si una de ellas es quedarme a sentir el ambiente, entonces lo haré.

Antes de que Cristián y Karen salgan del lugar, me percato que una camioneta se coloca frente a la entrada. Si no me equivoco, es igual a la de Arthur, aunque también sé que muchas personas tienen el mismo modelo. Me quedo en mi lugar, esperando para ver si mi teoría no se equivoca. También tengo que recordar que él trabaja transportando libros, por lo que es otro punto a favor de que sea el castaño.

—¿Zara? —Aparece detrás para abrir la parte trasera de su móvil, comenzando a sacar las cajas.

—Hola —musito, observándolo. En ese, mis amigas salen, mirando con asombro al chico frente a ellas.

—Vaya, con razón dijiste que hay muchas cosas que no conozco de ti —señala la rubia, mirándolo de manera fija.

—Te aseguro que no quieres saber las demás —afirma, sonriendo —. ¿Ya les dije que quien atiende es mi hermana? —Las tres lo observamos expectantes, aunque no causa tanta sorpresa debido a que me habló sobre ello en una de nuestras salidas.

—Eres una caja de sorpresas —Arthur levanta el cargamento, entrándolo en el lugar. Me parece que lo deja en la parte trasera porque tarde unos minutos en volver —. ¿Sabes qué, Karen? Ahora que recuerdo, tenemos un pendiente, así que vamos a casa —estoy preparada para irme con ellas, hasta que mi mejor amiga me detiene —. No, señorita, usted tiene que hacer algo más justo ahora y con el bombón de chocolate que está dentro, así que aprovecha la situación para que salgan —sentencia, sin permitirme protestar.




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