Volviendo a amar

024: No te estoy pidiendo que nos acostemos

Zara

“No hay vuelta atrás, no hay retorno, ni siquiera para dejar de amar” –SNBrito.

Mis sentidos siguen entumecidos cuando me percato de un sonido chillón en la habitación. No es mi alarma ni la voz de mi hermano. Me remuevo incómoda, el sitio donde me encuentro está liso y es duro, al parecer caí de la cama y no me di cuenta.

Suspiro, levantándome con lentitud, mientras mis manos me frotan la cara, entonces vuelvo a escuchar el insistente sonido. Es mi celular. Con un gruñido, lo tomo, contestando.

—¿Qué? —Espeto, tratando de quedarme en pie.

—Pensé que jamás despertarías, llevo media hora llamando a tu teléfono —todo mi cuerpo cruje mientras me desperezo, sin obviar que aún tengo la sensación de cansancio que viene invadiéndome por culpa de los medicamentos —. ¿Estás bien? Pareces una zombie de esa manera —frunzo el ceño.

—¿Ah? —Suelto un bostezo, escuchando que ríe.

—Me causa risa verte hacer eso —giro a mirar, entrecerrando los ojos al ver a mi hermano en el umbral de mi cuarto. 

—Sal de aquí antes de que despierten o Cristián va a patearte el trasero —farfullo, cerrando la llamada, volviendo a poner el aparato en mi mesa de noche.

—No puede ser tan cruel —bufa y sus ojos viajan a la rubia. Se remueve, abriendo poco a poco sus ojos.

—No sabía que hablabas como hombre mientras duermes, Zara, pero en serio, sal de aquí —resopla, molesta. Le hago una seña a Daniel para que salga. Lo hace a regañadientes, levantando sus manos en señal de rendición, antes de irse.

Entro en el baño, dándome una buena ducha y luego envuelvo una toalla alrededor de mi cuerpo, dejando mi cabello gotear en el piso. Saco una ropa cómoda para colocarme, a la vez que busco el traje de baño que me llevaré para el día de hoy. Cuando estoy casi lista, escucho que Karen hace gruñidos al escuchar que Cris trata de despertarla.

—Siento como si hubiese bebido toda la noche —masculla, tomando sus sienes. Comienza a inspeccionar su entorno, quedando con su vista fija en mí —. ¿Tú por qué estás tan pálida? —La miro confusa, sintiendo que mi estómago gruñe en ese momento.

—Seguro es el hambre —murmuro, viéndola ponerse de pie. Toma un bolso que trajo anoche y con una mueca, entra al cuarto de baño. Cristián me observa mientras me dejo caer en la cama.

—Pensé que este día jamás llegaría, teníamos meses posponiéndolo —murmura. Sonrío con calidez.

—Mejor ve a cambiarte —susurro. La veo asentir, poniéndose de pie.

—Vendrá Clarence —la miro con sorpresa mientras busca la ropa que dejó en mi armario.

—¿Es en serio? —Asiente.

—Sí y lo siento, pero su vida amorosa no hará que esto se destruya —emite, señalando en mi dirección.

—Su vida amorosa es intentar ser mi novio desde hace tiempo, ¿le dijiste que no estoy disponible? —Niega.

—No lo creí necesario —encoge sus hombros, sonriendo.

—Claro —susurro, saliendo de la habitación para ir a la sala. Veo a mi madre ir de aquí para allá, sirviendo el desayuno, así que me ocupo en ayudarla —. Buenos días, mamá —sonríe, viéndome con gesto cansado —. ¿Pasa algo?

—No. Solo que iré a la casa hogar de Susan, han enviado cosas para ella —emite —. Es un poco desgastante este trabajo —continúa, quejica. Le doy un pequeño abrazo.

—Salúdala por mí, sabes que iré a la playa con los chicos —manifiesto.

—Espero que les vaya bien —murmura, sonriendo.

Cuando todos estamos listos, nos sentamos a la mesa, desayunando con tranquilidad. Mi hermano sonríe con algo de complicidad, cosa que se me hace sospechosa; siento que viene alguna broma de mal gusto.

—Ni se te ocurra...

—No entiendo cómo le hacen para mantenerse así, es decir, ¡Arthur es irresistible! —Exclama, sorprendiéndonos a todos.

—¿¡Qué!? —Cristián, Karen y yo vociferamos al unísono.

—Además, es virgen. En estos tiempos, ¿quién desperdicia a un tipo así? Solo Zara Clark —estoy boquiabierta. De verdad, no puedo creer lo que está sucediendo en este momento.

—Daniel, ¿qué pasa contigo? Me preocupas —se encoge de hombros, riendo.

—Bueno, me llamaron plumoso por cantar «Todos me miran» de Gloria Trevi y casi gay por tener un juguete sexual que se llama Rebecca, así que no creo que esté mal decir que un hombre está para comérselo —habla, poniéndose de pie —. Lo mejor de todo es que fue mi hermana quien lo conquistó. Punto para los Clark —sonríe, alejándose.

De acuerdo, esto ha sido extraño.

Cristián y Karen me observan de manera confusa, como si estuvieran a punto de preguntar algo a la vez que desean reír con todas sus fuerzas. Esto será un caos empezando desde ahora.

—¿¡Cómo es eso de que Arthur es casto!? Dios, te llevaste el premio gordo de la lotería, mujer —bajo la cabeza, sintiéndome algo incómoda.

—Son cosas personales, chicas —susurro —. Prometan que no dirán nada —ambas me miran con fastidio.




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