Volviendo a amar

026: No sé qué hago aquí si la persona que amo no confía en mí

Arthur

“La vida es un baile, sólo hay que saber qué pasos debemos utilizar mientras la música va sonando, mientras nuestro corazones van cantando y las mariposas van saltando. No es fácil cuando tropiezas, no es fácil cuando algo te sale mal, no es fácil la vida, no es fácil aprender a bailar. Tienes que caerte y levantar, tienes que luchar por el mejor puesto y ganar, tienes que secar tus lágrimas y dejar de llorar, tienes que verte en el espejo y decir: voy por más". –SNBrito


Aparco la camioneta frente a la Universidad y apago el motor, soltando un suspiro antes de darme la vuelta para mirar a mi hermana. En ese momento aparta la mirada aunque puedo sentir el nerviosismo que emana su cuerpo.

El fin de semana se la pasó estudiando hasta el cansancio para poder tomar el examen de admisión de la Universisad. Como siempre ha sido aficionada a los libros y su organización, a parte de que le encantan las revistas de todo tipo, se decidió por estudiar Bibliotecología, aunque si no hubiese sido por su embarazo, ya llevara un poco de tiempo más que yo adelantada. Recuerdo que cuando mi madre supo sobre ello, le consiguió un trabajo en una tienda de libros a tiempo completo. Lo tomó hasta que dio a luz a mi sobrino y luego empezó a salir adelante como pudo.

—¿Tengo algo en el rostro? —La voz de Kathrina me trae devuelta y le doy una sonrisa tranquilizadora.

—No, sólo recordaba viejos tiempos —musito. Ella me mira fijamente.

—¿Los tiempos en que era cuerda y no cometía estupideces, cierto? —Pregunta con recelo. Niego.

—Los tiempos en que a pesar de todo, siempre quisiste seguir delante, Kathy. Mira, sé que fue duro salir embarazada y luego empezar a trabajar, el tener que soportar a una persona que no sabe lo que quiere con su vida sabiendo que tiene una familia, sin embargo, eso no te impide hacer lo que deseas. Lo haces porque quieres un mejor futuro, porque tienes a alguien con quien continuar, porque estás esperando por un mejor futuro, así que vas a lograrlo y tú debes apoyarte a ti misma, porque yo creo en ti —aseguro, mirándola con fijeza. Su mirada vuelve a fijarse en otro sitio.

—¿Y si no puedo?

—Pudiste con un embarazo de nueve meses, pudiste criar a tu hijo siendo la novia de un patán ¿y me vas a decir que no puedes con una carrera universitaria? Patrañas —murmuro, logrando que vuelva a fijarse en mí, esta vez sonriendo a medias —. Ahora ve y llena esa hoja como si tu vida dependiera de ello —incito. La sonrisa que me da —la sonrisa que me da hace que me sienta más tranquilo de lo que deseo y se despide de mí antes de bajar.

Me concentro en tomar las rutas correctas antes de detenerme frente a la casa de Agatha. Bajo con la expresión serena mientras veo a los muchachos de aquí para allá, arreglando algunas cosas. Mi vista capta a un menudo cuerpo de cabello rubio junto al que parece ser su novio. Sonríen por alguna cosa que en lo que a mí concierne, no me interesa. En ese momento nota mi presencia, volteando como por arte de magia, sonriendo mientras me da un guiño.

Suspiro y dejo salir una sonrisa mientras voy al jardín de la casa. Saludo a Daniel y Ryan quienes arreglan el lugar con las decoraciones que consiguieron las chicas. Me uno a ellos en la labor, conversando sobre cualquier cosa trivial que nos entretenga.

Al poco tiempo dejo de escucharlos, perdiéndome en mis pensamientos. Me gustaría tanto que Agatha estuviera aquí, porque siempre que veníamos a esta casa pasábamos la Navidad juntos. Traíamos todas nuestras cosas y por las noches hacíamos una pequeña fogata en la parte trasera mientras poníamos una parrillada y malvaviscos.

Siempre que nos tocaba contar alguna historia, Agatha nos quitaba el turno y era ella quien nos dejaba con la boca abierta. Todas las noches con sus historias, quedábamos rendidos y muy pocas veces la escuchaba susurrar algunas canciones. Canciones que ahora mismo me gustaría haber tocado con la guitarra de nuestro padre. Aún la guardo y siempre que puedo, le limpio el polvo antes de sentarme a recordarlo por un buen tiempo.

Él solía tocarla en sus tiempos libres, siempre que llegaba del trabajo, cuando Kath y yo dormíamos, se sentaba en el borde de la cama y nos tocaba alguna canción que se hubiese inventado en el momento. Cuando discutía con mamá, siempre tomaba la guitarra y cantaba una canción que la tranquilizara. Ella solía llorar en sus brazos mientras él hacía eso y cuando terminaba de cantar, ellos ya se habían entendido.

Siempre me gustó la relación que ellos llevaron por muchos años, a pesar de que mi padre falleció unos años después en un accidente de tránsito. La situación nos tomó muy de sorpresa a los tres y fue una de las etapáa más difíciles para mi madre pues Kath y yo apenas éramos unos adolescentes.

Puedo seguir recordando, pero ahora mismo no voy a lograr continuar. Mis ojos están siendo cubiertos por dos pequeñas manos y una fragancia que ya conozco llega hacia mí, embriagándome, cosa que termina de sacarme de mi trance.

—Adivina quién es, hermano —escucho decir a Jon, quien se ha unido a nosotros y dejo salir una risa.

—Déjame adivinar —musito —. Cabello rizo, piel trigueña, ojos cafés, sonrisa tierna, es amiga de Cristián, hermana de Daniel y cuñada de Samantha —detallo. Escucho su risa mientras ella hace que me gire aún con los ojos tapados –. Ah, olvidé decir que se llama Zara, besa bien y es mi novia —agrego riendo. Aparta sus manos y me doy la vuelta antes de besarla con anhelo.




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