Volviendo a amar

027: ¿Tan rápido hiciste las invitaciones para mi entierro?

"No hay una manera correcta de encontrar nuestro rumbo cuando lo que sentimos se ha perdido entre los puntos cardinales de la brújula que cargamos. –SNBrito."


—Estas fases indican que el tumor no mide mas de tres centímetros de ancho, no ha crecido en las membranas que rodean los pulmomes y no afecta las ramas principales de los bronquios. Lo siguiente es que se ha propagado a los ganglios linfáticos dentro del pulmón, es decir, alrededor del área donde los bronquios entran al pulmón, estos son los ganglios linfáticos hiliares que se encuentran en el mismo lado del cáncer, que por ahora no se ha propagado a partes distintas del cuerpo —mientras explica, va mostrando imágenes que tiene en la carpeta que carga en su mano con el fin de orientarme. Les presto atención solo por cortesía —. Lamentablemente, esto puede variar con el transcurso del tiempo y si no actuamos rápido... Podría llegar el caso en que se propague a la otra parte del pulmón, que termine obstruyendo tus vías respiratorias de la misma forma que la primera vez que llegaste. Al final de todo, si no lo detenemos, haría metástasis y ya no habría nada para hacer. —Me parece que concluye en ese momento, esperando una respuesta que no pienso darle porque no hay nada de mí en este momento.

Todo está comprometido. Mi cabeza solo piensa y formula una sola pregunta, ¿qué voy a hacer ahora? Ahora, sabiendo que tengo que enfrentarme a más tratamientos y medicamentos costosos, ahora que quizás me pueden hacer una segunda operación para mantenerme con vida o parte de ella... Ahora que solo tengo dos personas en la familia y hay amigos y un novio –que tal vez ya no es– está esperando que hable, que diga todo cuando no tengo palabras para expresarme, para echar al doctor de la estancia porque no puedo escucharlo.

No puedo entender nada, cada cosa que he pasado se vuelve una hoja en blanco manchada con garabatos negros que arruinan toda mi historia con la única intención de llevarme a un inicio. Un inicio donde estoy enferma, donde todo es tristeza y la mayoría solo espera que muera para que ya no sufra más de lo que voy sufriendo. Y esa misma hoja en blanco se llena de lágrimas que no puedo retener, logrando que mi vista se empañe sin poder escribir o leer lo poco que se deja ver de mi rumbo.

Me giro de lado escuchando que el doctor emite palabras reconfortantes, solo que no llegan hasta mí, así que mueren en el aire por lo que su única opción es salir. Sabe que necesito un tiempo a solas y aunque deprimirme solo va a bajar mis defensas,  no reparo en ello y comienzo a llorar como nunca lo he hecho.

Es un llanto que viene de lo profundo, que rompe mi alma y todo lo que soy logrando que la máquina empiece a resonar de forma molesta. Como no quiero que nadie entre, busco un botón para detener sus pitidos, antes de desbordarme en llanto por segunda vez.

¿Por qué yo? Es la segunda pregunta que resuena en mi cabeza, aunque no hay ninguna respuesta porque no es la persona la del problema, sino el cáncer que parece nunca detenerse y va arrasando a todos sin razón alguna. Por un momento mi cabeza reformula la pregunta, haciéndome ver que tal vez sea mejor que esté enferma yo, a que alguien más lo esté y no es razón de egoísmo, porque nadie quiere morirse, nadie quiere estar enfermo, nadie quiere recibir malas noticias, pero tal vez el resultado que me dieron lo esperó alguien más y fue negativo, cosa que suma un punto a la sobrevivencia de quien sea que haya recibido la buena noticia.

Encojo mis piernas sintiendo que la soledad me arrastra a un sitio de aturdimiento donde estoy fuera de lugar. Ya no sé dónde estoy, dónde me encuentro y tampoco puedo ver los pasos que voy dando porque estoy completamente ciega, caminando en la cuerda floja que puede romperse más de lo que ya está rota.

¿Cómo voy a ver a los demás ahora que lo sé? Es la próxima pregunta y sollozo con más fuerza porque no tengo idea de cómo actuar, de cómo encontrarme para poder verlos, para poder hablarles y contarles lo que sucede, porque realmente no hay una manera de expresar que te estás muriendo o que luchas por seguir con vida en una batalla entre tú y la muerte que espera sentada hasta que llegues.

En un momento escucho que la puerta se abre y una enfermera avanza hasta mi suero para colocarme lo que creo que es un sedante, así que la detengo antes de que llegue a hacer algo de lo que se pueda arrepentir.

—No necesito eso —farfullo severa —. Estoy perfectamente en mis cabales como para saber cuándo detenerme y por ahora, no tengo ganas de hacerlo —su vista baja hacia mí sin inmutarse.

—Son reglamentos del hospital, señorita —niego, usando toda la fuerza que me queda para quitarle la jeringa que tiene —. ¡Señorita, no puede hacer eso! —Arrebato el objeto punzante.

—¿Por qué no se lo inyecta usted que me anda molestando a mí? —Inquiero, furiosa —. ¿Por qué no me dejan llorar como quiero hacerlo? ¿Por qué no puedo desbordarme como me dé la gana si no estoy molestando a nadie? Solo déjenme en paz y no quiero que vuelva a intentarlo. Ni siquiera con una pastilla —advierto, pasándole el objeto mientras me mira algo molesta.

La mujer no protesta, así que abandona la habitación cerrando con algo de fuerza tras de sí, entonces, vuelvo a acurrucarme en posición fetal, llorando nuevamente.

Y es aquí donde me doy cuenta que no solo estoy en la cuerda floja, también estoy en el puente de la vida, donde no sé si saltar o quedarme allí, mirando el vacío que ahora mismo está construyéndose en mi pecho. Me siento totalmente incompleta y no sé qué hacer. Tengo en mis manos el poder de construir la grieta que está formándose si continuo luchando, pero también tengo el poder de quedarme allí, completamente estancada, sin saltar y sin intentar ver si los demás lienzos están preparados para soportar todo el peso de mi cuerpo o el de mis emociones. Lo que más me preocupa es cómo podré ver a mi familia sin sentir que cada día, en vez de ganar, estoy perdiendo. Porque cada minuto que pasa, estoy muriendo y eso no lo puedo detener. Voy a tener que vivir con la culpa de que un día mi familia va a despertar y no va a encontrarme. Que cada vez que salga al jardín, voy a ver a las flores felices porque ellas sí tienen vida, tienen ganas de vivir, pero yo ¿con qué ganas voy a continuar? Jamás imaginé que me vería en el dilema de mi vida y es que estoy segura de que debo tomar las riendas de ahora en adelante, pero no logro siquiera sostenerme del puente del cual dependo.




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