Zara
“¿Cómo se habla? ¿Cómo se llora? ¿Cómo se calla cuando no logras sentir nada? ¿Cuando cada cosa termina por carcomerte y no ves la luz al final del túnel? No se explica nada, no hay forma de hacerlo. No se puede explicar la muerte de todo. –SNBrito.
Hay un pitido en la sala que hace que todos mis sentidos se pongan en alerta mientras trato de abrir los ojos para adaptarme a la luz de la habitación que aunque parece tenue, termina lastimándome. Supongo que la sensación es normal debido al tiempo que no he estado consciente desde la crisis.
Suelto un suspiro, removiéndome un poco, buscando acomodarme en la cama. Noto que no hay nadie en la estancia, cosa que se me hace extraña, a menos que no me hayan cambiado de habitación desde que llegué.
—¿Enfermera? —Carraspeo, con la garganta seca. Nada sucede, nadie puede escucharme o en todo caso, nadie me acompaña en el lugar.
Me giro un momento, tomando el aparato que se supone, logra revelar que el paciente sigue con vida o ha despertado. Como no hay indicios de que alguien estuvo cuidándome, presionar el botón varias veces es mi única opción antes de recostarme en la cama nuevamente.
Admito que me duele un poco el cuerpo, incluso cuando tomo una respiración, sin embargo, no es tan molesto, cosa que agradezco si es que los medicamentos me están ayudando con eso.
Cierro los ojos, soltando un leve suspiro, esperando que algún encargado entre a la habitación, aunque eso no sucede luego de unos minutos en los que reviso con cautela mi entorno, así que me resigno por esta noche o quizás mañana, no sé en realidad qué día u horario es, por lo que me acomodo en mi sitio, volviendo a dormirme.
*
Para la mañana la intensidad de la luz es incluso mayor a la que pude apreciar la noche anterior. Puedo incluso ver una demasiado cerca, iluminando mi ojo y aunque quiero quitar a la persona de sobre mí, no lo logro porque mis brazos no responden.
Intento soltar un gruñido, mover la cabeza o hacer cualquier cosa que les dé el indicio de que estoy consciente, por lo que pestañeo un par de veces en el momento en que apaga la lamparilla con la que chequea mi estado.
—¡Está respondiendo! —La voz es apenas audible, pero puedo comprenderla —. Necesitamos la confirmación del doctor para poder des-entubarla. Al parecer, no piensa rendirse ahora —intento fruncir el ceño, solo que no me sale. Lo único que logro es escuchar lejano y mirar al enfermero que ha estado atendiéndome o eso es lo que parece.
—¿Estás seguro de que no son solo reflejos? Está tan mal que apenas podría hablar o levantarse —abro los ojos aún más, con sorpresa. ¿Cómo que no puedo hablar? ¡Anoche las llamé y ni siquiera me escucharon!
El joven me mira un momento, notando mi poca reacción antes de intentar hablarme.
—¿Puedes escucharme? Si es así, pestañeo dos veces —lo hago al instante, queriendo llorar —. ¿Sabes que estás en el hospital? —Hago el mismo procedimiento —. ¿Te haces una idea de todo el tiempo que ha pasado? Puedes mover los ojos a los lados o dar solo un pestañeo —Hago lo segundo, queriendo respirar con fuerza para alejar las lágrimas, aunque no puedo —. Calma, sé que esto es muy difícil, pero pronto estarás bien, ¿de acuerdo? —Pestañeo dos veces, antes de cerrar los ojos definitivamente con una gota de lágrima bajando a mi mejilla mientras me siento dormir una vez más.
No sé cuánto tiempo pasa hasta que vuelvo a recobrar el conocimiento, esta vez sintiéndome completa, sin ninguna cosa de por medio que me impida incluso respirar con la profundidad que se puede debido a lo ocurrido.
Al abrir los ojos, veo algo borroso aunque la normalidad regresa en un corto tiempo mientras observo al doctor posicionado en frente de mí.
—¿Cómo está la paciente más terca del mundo? —Demanda, observándome.
—Supongo que bien… —Murmullo, mirándolo con cautela —. Anoche yo… Yo llamé a las enfermeras y nadie vino —el semblante del hombre no se inmuta, sin embargo, recurre a anotar algo en su carpeta.
—Anoche estábamos logrando que no murieras. No respondías a los medicamentos, ni siquiera estando entubada por al menos una semana —lo miro sorprendida.
—¿Una semana? —Demando. El hombre suelta un suspiro, buscando la forma de explicarme para que pueda entenderlo.
—Lo único que te puedo decir es que estás viva de milagro, porque no encuentro explicaciones médicas para esto. Tú cuerpo ha perdido lo suficiente como para que ya ni siquiera estés aquí y aún así, respondiste cuando estaban usando el desfibrilador y ahora cuando el pasante te estaba haciendo el chequeo de rutina. ¿Qué pacto hiciste? No tengo la más mínima idea, pero aún te queda algo de tiempo —sus palabras son sinceras, no dice nada que no sea cierto porque está hablando con alguien que debió haber fallecido hace unas semanas, cuando le oculté a mi madre y mi mejor amiga que casi muero en uno de esos ataques en los que ni siquiera podía respirar.
Pude salvarme apenas, porque encontré un inhalador en el botiquín de emergencia, además de que puse todas mis fuerzas por no quedarme ahí, contra la pared, con los ojos abiertos y el cuerpo pálido porque mi corazón ya no bombeaba sangre.
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Editado: 12.01.2021