Voracidad

02. Lo que los niños quieren.

Sentada al frente de su madre y al lado de su padre, Nix esperaba con paciencia a que preguntaran lo habitual, pero solo estaban en silencio haciendo que su momento de ir a bañarse se alargara más.

Le hecharé a la tina rosas del jardín mientras me baño, sí, eso haré apenas logre salir de aquí.

—¿De qué color? —pregunta el señor Anglus curioso.

—Las azules que están en el lado norte, las que cuida Manuel —responde emocionada,pero sin sonreír.

¡Fuera de mi mente, viejo chismoso!

De una patada mental se quita las garras del poder de Nazareth Anglus, haciendo que éste se lleve los dedos a la sien para maseajar el lugar. Sonríe orgulloso y alza el pulgar en aprobación.

Y es que antes Nix no era capaz de tal cosa y su mente andaba a merced de cualquiera que manejara ese tipo de magia.

—Basta de juegos ustedes dos —demanda la voz imperiosa de la señora Anglus, con su rostro serio y una mirada inflexible—. Quiero que me des tu informe de hoy, Nixten.

Sinceramente a Nix no le agradaba que su madre dijera siempre su nombre completo y que sin importar con cuánta capas de seriedad, ética y quién sabe que más cosas, ocultara la inconformidad,el anhelo y el miedo, ella era capaz de ver a través de esa máscara.

Entendía a la perfección sus temores, pero las cosas eran de esa forma y no había de otra.

Si la había pero era aún más peligroso.

—Hubo un aumento del 2% y han empezado de llegar en pares, la frecuencia cambio exactamente cuarenta segundos, es decir, llegan cada dos minutos —hace una pausa tratando de recordar algo más, hace un puchero—. ¡Oh, por cierto! ¿Quién entrena a María?

La forma en que la voz de Nix demostraba sus sentimientos era de alguna forma sorprendente, traía recuerdos de cuando solo era una niña.

—¿Quién es María? —las capas de su madre cayeron dejando ver una pura confusión.

Nazareth Anglus no pudo hacer más que carcajearse a pesar de la advertencia en la mirada de su esposa.

—Soy yo, madre —habló su hermana con una sonrisita entrando al despacho.

—¿Y ésta de dónde rayos salió?

El murmuro del Nix nadie lo escuchó.

—¿Y desde cuándo te llamas así? —voltea a ver a la otra gemela con frustración y una diversión que le era difícil ocultar—. Nixten cariño, te llevo diciendo desde hace muchos años que dejes esa costumbre.

La cambiaforma estaba sorprendida pues hacía mucho tiempo que su madre no le decía así. Fue inevitable para ella y una agradable sorpresa para los demás; una pequeña sonrisa se deslizó en sus labios. La primera que habían visto desde hacía casi tres años.

—Yo sólo le cumplí su sueño, madre —dijo Nix recordando ese momento muchos años atrás, dónde no sabían mucho del mundo en el que vivían.

—¿Cómo?

—Yo se lo pedí cuando éramos pequeñas, madre —le dijo Erisce también recordando ese momento.

—¿Por qué?

Erema Anglus sabía la respuesta y le mortificaba, hacia que un nudo en su garganta creciera.

—Ya sabe, por querer ser como los demás —respondió con una sonrisa nostálgica.

Fue inevitable para Erisce no querer un segundo nombre, como los demás y, yo le seguí solo para... no ser diferente a ella.

Su madre tenía un gesto torturado. Doloroso. Y tal parecía que no podía decir nada porque parecía estar a un paso de hacerse añicos frente a ellas.

—Mis niñas —la cálida voz de su padre llamó su atención—, ustedes no son como los demás —sonrió con dulzura—. Son únicas e incomparables. Son perfectas sin necesidad de cambiar nada —se levantó y tomó con firmeza sus manos—. Ustedes dos son nuestras hijas y haríamos cualquier cosa por ustedes. Hacen parte de nuestro corazón y éste les pertenece.

Era cierto. Cada una de las palabras eran ciertas y el transfondo de éstas era, por decirlo, incontenible.

A los seis años ya Nix sabía éso. Lo vió y recordaba que cuando se trataba de sus hijas a ellos no les quedaba ni un rastro de piedad.

Cuando eres una niña llena de inocencia y rosas que no tienen espinas, la vida es maravillosa, sin límites de bondad y personas con ideales que auspician la paz de este mundo lleno de inmortalidad.

Pero lo que los niños quieren es algo simple, pero imposible en ésta vida controlada por la inequidad.

Equivalencia. Semejanza. Justicia.

Pero entonces pasa lo inevitable; las rosas de pronto tienen que ser tomadas con cuidado. La vida se vuelve confunsa y deja de brillar tanto. La bondad se torna una acción de precio. Y las personas, oh, las apuradas personas son la peor desección que te puedas llevar, porque te das cuenta que todo están llenos máscaras y la paz es una celda de barrotes invisibles de los que te vuelves consciente.

Y duele. Vaya que duele.

—Nix, Nix, Nix —su madre la llama preocupada al ver su mirada pérdida.

Espabila unos segundos para enfocar la mirada y al encontrarse con los verdes brillantes de su madre al frente de ella sólo hace que cierta irritación corra por sus venas quemando a su paso.

Ella está preocupada, asustada y a la expectativa.

A un paso de la paranoia.

A Nix le hace recordar de manera borrosa y distante, como si esos recuerdos no le pertenecieran, los momentos de desesperación y tristeza que se convertían en ataques de ira.

También a cierta celda espaciosa, llena de comodidades y cualquier cosa que deseara, aunque al final solo era éso, una celda con barrotes diferentes pero visibles.

El miedo que comenzaba a olerse en ese espacio empezaba a molestarle por el sentimiento de culpa y desolación que le estaba provocando un ardor en el pecho como si tuviera fuego en los pulmones.

Si había algo que le gustaba de ser una cambiaforma era su olfato, pero realmente lo aborrecía cuando sin siquiera expandirlo era capaz de oler las emociones. Eso solo significaba que era una emoción demasiado fuerte. Palpable para cualquiera.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.06.2023

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