Las nebulosas tenían su horario en el que hacían su aparición y también en el que dejaban de llegar. Todos en la mansión Anglus eran consciente de que alguien estaba haciendo eso, pero no lograban encontrar el origen de éstos por más que se investigara y hasta ahora era una suerte de que solo se concentraran en la mansión y no en el resto del pueblo.
Pero tanto eso como el hecho de que no aumentaban mucho su número, eran situaciones las cuales los mantenían alertas.
Nix ya estaba preparada para pasar su tarde exterminando esos bichos asquerosos y sin forma aparente.
Pero. Pero al parecer el mundo o las personas se estaban confabulando para que no llegara a su destino; primero su hermana llegó con un plato de berenjenas que obviamente no había hecho ella y que los encargados de su comida dejaron traer a pesar de que estaban al tanto de su poca tolerancia a ellas. Y ahora estaba caminando al área de entrenamiento de la mansión Anglus.
Su primera respuesta fue un claro y obvio no. Pero tanto insistencia sobre el tema y el secretismo en el que se movía la llenó de curiosidad, además de que era consciente de que no podría escapar de la situación.
Nix llevaba a propósito su expresión de siempre, distraída y extremadamente aburrida. Lo cual quizás era un punto para que el guardia que la vigilaba se confiara, pero ella no iba a hacer lo mismo con él.
Dos chicos de la servidumbre que ella nunca había visto la escoltaban seguramente a dónde habría más problemas para ella o peticiones, al fin y al cabo son lo mismo.
A Nix no le gustaba ir mucho a esa área y para todos en la mansión no era un secreto, eso era como su gusto por las dagas; le encantaban. Todos lo sabían, ahí todo se sabía y no llamar la atención era algo difícil de hacer.
Esto la tenía preocupada, demasiado y esa solo era una de las razones por la que no le gustaba tener presentimientos; siempre terminaban por ser ciertos y más peligrosos.
Bien. Lo que sabía de la situación hasta ese momento no era mucho, pero si informativo. Empezando por el ligero olor de jazmines que estaba impregnado en los dos chicos hacía bastante obvio que eran de la manada de su madre. Nuevos integrantes se atrevía a apostar, quizá no más de dos años, los suficiente para no saber quién es ella exactamente.
De eso último no estoy segura porque hasta puede ser posible que ellos sepan más de mí que yo.
La otra opción para los dos jóvenes de diferentes aspectos era que fueran intermediarios o espías burocráticos porque no tenían madera para ser de otra clase.
Y esto lo pongo más en duda.
En cambio el guardia si que parecía un espía en toda regla; silencioso, hábil e inteligente. Esas eran tres cualidades que podía diferenciar por ahora. Sobre qué rol tiene él aquí, ella imaginaba que servía a algún invitado que esperaba con su madre en el área de entrenamiento.
Quién era el sujeto en cuestión, no lo sabía. Que podía querer de ella o que podía ofrecer su madre, no había tantas posibilidades así que era alguna de las cuatro que tenía en mente.
Pero si había algo de lo que estaba completamente segura era que no quería incordiar a alguien que tenía sirvientes capaz de seguir a dos cambiaformas sin que éstos lo notoran.
Ese alguien cuenta con un maestro de algún elemento, en el mejor de los escenarios.
¿En el peor?
Que el sujeto sea uno de los maestros.
Nix se tensó un poco al ver que ya solo faltaba pasar por la biblioteca Anglus, dos pasillos más y estarían en su destino.
¡Izard, vamos, concédeme una intervención aquí, por favor! No seas malito.
Y tal parecía que la había escuchado porque unos segundos antes que el guardia se diera cuenta ella sintió a su padre pasar cerca y así que aprovechando los resto de los contactos previos que había tenido con él dejó caer los muros de su mente.
Para el guardia fue una mínima punzada y cuando quiso hacer algo al respecto ya era tarde.
En cambio a Nazareth Anglus tal acción le sorprendió y le sacó una sonrisa divertida, en un parpadeo se adentró en la biblioteca para interceptarlos cuando pasaran.
¿Mi madre es consciente de con que clase de persona se está involucrando?
Las grandes puertas de madera lisa y añejada se abrieron dejando ver a un hombre que ya estaba en la adultez de apariencia sencilla y relajada, pero que al mirarle a los ojos sentías cierta presión que te sorprendía y que en vez de desaparecer solo aumentaba. Esa fuerza en su mirada desontonaba con todo él.
El guardia se quedó atrás fuera del alcance de semejante ser; Nazareth Anglus no era alguien muy especial o conocido pero en algunas partes del mundo habían ciertas leyendas un tanto atrozes sobre alguien que bien podría ser él.
Nix se relajó viendo que su padre si la había escuchado a tiempo.
Los chicos que hacían de guía se detuvieron cuando el padre de Nix caminó hasta ellos y los observó como unos insignificantes insectos enredados en una telaraña. La sorpresa no se hizo esperar por parte de ella y el desprecio por parte de los sirvientes.
No era un secreto para nadie que eran pocos de la manada los que aceptaban a Nazareth como el compañero de Erema. Pero ella nunca vió más que indeferencia de su parte.
—Nix, justamente te estaba buscando —dijo sin dejar de mirar a los cambiaformas a los ojos—. No les importa que me la lleve, ¿cierto?
Sin importar cuánto tiempo llevarán en ésta vida esos cambiaformas aún eran unos cachorros y como tal bajaron la cabeza frente a la presión de la mirada del mayor.
Se decían que eran pocos los que podían soportar su mirada cuando ésta se oscurecía.
Se decían. Se decían muchas cosas y muchas de ellas podrían ser reales.
—La señora Anglus ha pedido que sea guiada lo antes posible al área de entrenamiento, señor —el del cabello marrón habló con fuerza y en un tono despectivo al finalizar.