Voracidad

07. Los padres que (no) son padres.

Las gotas caían con fuerza sobre el enorme ventanal y la brisa rebelde movía las grandes cortinas rojas. No sabía de dónde venía ese viento pero lograba colarse hasta donde estaban ellos sentados y se llevaba las hojas sueltas que estuvieran por ahí.

El sonido de la lluvia era hermoso y reconfortante.

En el pasado había colmado de paz sus pesares y arrullaba a la bestia qué llevaba dentro, hasta que la dormía y ella por fin era capaz de descansar un poco. Esos días se convirtieron en sus favoritos y cuando tenía la fuerza suficiente se escabullía de su anterior habitación para ir a una fuente que estaba en la parte más alejada de la mansión, dónde nadie nunca la encontró y dónde muchas veces le pidió a esta su único deseo.

Pero era una mentira, las fuentes no cumplen deseos.

—Papá —le llamó sin quitar la mirada del ventanal a los lejos—. ¿Por qué?

—¿Por qué no?

—Porque todo lo que siento es zozobra —fijó en los ojos fuego su fiera mirada—. Así que dime el porqué, creo que merezco la única respuesta que no me has dado.

El libro desapareció de sus manos y su padre se levantó con una afilada gracia que nada tenía que ver con su indumentaria discreta, sin apartar la mirada una sonrisa sincera y llena de amor; la sonrisa de un padre excepcional.

—Eres mi hija, sangre de mi sangre y eso lo es todo para mí —cabeceó hacia su mano izquierda, dónde estaba el anillo—. También hay cosas que tú no me dices, Nixt–

—Esto no tiene nada que ver —espetó de mal humor—, y no me llames así.

—Es tu nombre, Nix —la sonrisa se borró de su rostro—. No sabes lo que significa, ¿cierto?

—Nos estamos desviando —se cruzó de brazos y se dejó caer en el espaldar de la silla—. Solo dime la razón y ya.

—Ya te lo he dicho, eres mi hija.

—¿Acaso no lo es también, Erisce? —su mandíbula se tensó—. ¿Todo lo que le has dicho ha sido mentira? ¿Tu amor por ella?

Silencio. Su respuesta fue el silencio. Bajó la vista al piso y se sintió inmunda debido al sentimiento de jubilo que tenía en lo más profundo de su corazón. Se sentía bien ese hecho, pero se negaba a aceptarlo.

—¿No te ha mentido ella también? —alzó la cabeza al oírlo, sus ojos brillaban asustadisos—. ¿No te ha mentido esa a quien le dices madre? ¿No han intentado utilizarte ambas?

Negó con la cabeza vehementemente. Pero ciertos recuerdos recientes que eran relucientes y otros que a penas estaban saliendo de la penumbra, llegaron a su mente atormentandola y destruyendo a su paso, otra cimiente.

—¿Qué? —el aire se le escapó—... no, no

—Ni siquiera sabes lo que dices —suspiró—. No te pareces a esa niña que vino a mí derramando lágrimas de ira. Ira hacia su hermana y un tiempo más tarde ira hacia su madre.

—¡Yo jamás he echo eso!

—No importa cuánto lo niegues, Nixten —achicó los ojos—, esa verdad no cambiará. Cariño, eres quién eres, acéptalo.

—¿Y quién se supone que eres tú? —alzó la voz, impertinente—. Dices ser mi padre y que te desvives por mí, pero —lo señaló— cuando hablamos temas de ésta índole me lastimas a la menor señal con tus palabras y te portas demasiado diferente a quien eres la mayoría del tiempo. —Gruñó en frustración y esa era de las pocas veces que lo había echo—. ¿Quién demonios se supone que eres, Nazareth Anglus?

La mirada de Nix no cedió ni un instante.

—Para empezar, ni siquiera soy un Anglus —dijo con cierta chulería, como si esperara que su hija le hiciera esa pregunta—. Y yo no soy muchas cosas... pero antes quiero aclararte el echo de que si quiero a tu hermana, para ella yo siempre he sido su padre, y para mí, ella es mi otra hija —alzó la vista al candelabro y sonrío como si recordara algo—. No pienses que soy un monstruo, Nixten, que no quiero volver a ver esa expresión —su voz bajó—, no en alguien que no solo amo, si no que es mi mundo entero.

—Papá...

—Algún día me gustaría decirte quien realmente soy —la miró con ternura—, pero es mejor así. Es mi secreto. Y aún no es el momento y quiero mantenerte a salvo de el todo el tiempo que pueda —entrecerró los ojos, viendo algo detrás de ella—. Este pueblo está lleno de personas en la misma sit–

Las puertas de la biblioteca fueron abiertas, pero ella no se giró para ver quién había llegado ya que lo sabía, el olor a jazmín inundaba toda la biblioteca.

—¡Nazareth Anglus, con que aquí estás!

Nix vió la sonrisa cariñosa de su padre, la que le dedicaba a su madre. Parecía el mismo y a la vez se veía tan diferente.

Su mirada se desvío al ventanal, que parecía lo más interesante del mundo para ella.

¿Papá, tú eres real?

—Lislun, también es un placer verte —podía escuchar la sonrisa en la voz de su padre.

—¿Esposo, se puede saber por qué les mentiste a mis chicos? —su madre también utilizaba esa voz dulce.

Las gotas se deslizaban por el vidrio como lágrimas que no se podían detener. El cielo parecía llorar especialmente ese día, como lamentándose o quizás solo era la tristeza habitual.

¿Mamá, tú eres auténtica?

—Bueno, Lislun, solo quería pasar un tiempo con mi hija —lo escuchó bufar—. ¿O es que no puedo?

—¡Ya lo has dicho, es tu hija también! Así que no digas estupideces —pasos se acercan a su padre—. ¿No podías antojarte de ser un padre ejemplar en otro momento?

—Ahora que lo dices —hace una pausa y lo escucho suspirar—, no, tenía que ser justo en ese momento en el que la vi escoltada por dos cachorros que la llevaban quien sabe a dónde.

Ella se atreve a utilizar su audición por primera vez en mucho tiempo, y le causa cierta sorpresa escuchar ese tipo de latido en el corazón de su madre.

—¿Escoltada? ¿De qué estás hablando, Nazareth? —la indignación parecía tan real—. Yo solo les pedí que le dijeran que necesitaba hablar con ella de manera urgente.

—¿En serio, de qué? —susurra hábil—. Porque hasta donde yo sé tú tienes prohibido que se le diga algo sobre la investigación, así que ilumíname, Erema.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.06.2023

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