En los terrenos circundantes a la mansión Anglus no estaba pasando lo mismo, pero el cambio de las Nebulosas se había presentado desde mucho antes así que se habían acostumbrado a los resistentes que estos eran ahora y a la inteligencia sobre la batalla que parecían estar obteniendo.
Esa había sido la razón por la que Erisce llegaba vuelta nada.
Así que como todos los días habían acabado con las Nebulosas antes de que se escondiera el sol y ella se separaba de su escuadrón para adentrarse en la mansión que era una monstruosidad gigantesca protegida por una muralla igual de monstruosa.
Pero ese día hubo algo diferente: no encontró a Nix, que sin importar que no le dijera nada caminaba lento para que ella fuera capaz de alcanzarla.
Erisce pensó que por alguna razón ya estaba adentro, no sería raro que ya terminara hacía rato porque después de todo el cambio no estaba pronosticado para esa área.
—Oye, guardia —llamó al hombre de los ojos marrones que estaba parado al frente de la reja.
—Dígame, señorita.
—¿Hace rato que mi hermana regresó?
El suave rostro del guardia se mostró sorprendido.
—No. —Carraspeó—. Digo, aún no ha regresado, señorita.
—¿Estás seguro?
El hombre apretó sutilmente la mandíbula.
—Lo estoy, señorita.
Erisce conectó los puntos y llegó a la conclusión de que las Nebulosas ya habían cambiado en su área. Esta vez Nix no podría decir que no a la propuesta de tener un escuadrón. Y ese solo sería el primer escalón que ella tendría que subir.
—Oh, siendo así de débil piensa en entrenarme. Que situación tan agradable —dijo en un susurro riéndose.
La gemela Anglus estaba sorprendida y a la vez una sonrisa complacida apareció en su rostro. Después de unos segundos sin dejar de ver de forma concentrada en la dirección donde se encontraba su hermana, marchó a paso lento y seguro.
Mientras Erisce veía sus obstáculos resueltos debido a una simple acción y se dirigía hacía donde ella estaba sin ser capaz de sentir la contaminación a su alrededor y mucho menos la presencia, que después de tanto tiempo había liberado por completo, Nix estaba aún en el mismo lugar pero con dudas que solo estaban aumentado conforme pasaba el tiempo.
Suspiró despacio y con cierto fastidio al estar tanto tiempo en el mismo lugar. Miró a los lado viendo su mejor opción, podría pasarse de árbol en árbol como un jodido mono pero no había tiempo para eso y en cualquier descuido sabrían localizarla. Así que mejor no.
Es tu cuerpo, Nix, solo tu decides que hacer con el. En qué convertirlo. A dónde llevarlo. Qué tan frágil o fuerte es.
La voz de su maestro solía dar vueltas en su mente cada vez que tenía que hacer algo como esto. Recordar sus lecciones era importante porque si llegara a olvidarlas... no sabría que, no, no tendría límites cuando debería.
En completo silencio saltó del gigantesco árbol, dejándose caer cuesta abajo. Rápido y directo.
Si quieres ser aire, lo serás. Pero, ¿en verdad lo quieres, Nix?
Se dejó caer al viento, aceptándolo y siendo uno con el. Nix volvió a sentir esa sensación; soltura, libertad, unión. Fue tan solo unos segundos que le tomó a su cuerpo acostumbrarse y para cuando quiso saborear más de esa sensación ya estaba en cuclillas en el suelo.
Siempre querré, Vēja saimniece.
No le había mentido nunca a su maestro, no era una opción y tampoco le apeteció.
Se quedó ahí concentrándose en oír algo que le indicara que no estaban a unos cuantos metros de ella.
Al sur una rama crujía al empezar a desprenderse.
Nada.
Al frente de ella como a dos kilómetros un avecilla cantaba.
Apareamiento.
Al norte un animal gruñía, no sabía cuál.
Hambre, quizás.
Ya estaba por levantarse para ir a unas de las direcciones que estaban en silencio cuando lo escuchó, al principio pensó que fue su imaginación pero volvió a ser constante.
¿Miedo? ¿Esos son latidos de miedo?
Los latidos provenían desde la dirección donde se fueron las Nebulosas, y dónde con seguridad estaban los que la tenían rodeada, era claramente un señuelo.
Uno demasiado real. Demasiado atrevido. Entiendo que la confusión de mi aroma debe ser terrible, pero atraerme no es buena idea.
Confundida entre las desiciones que eran lógicas y las que eran emocionales se aisló de todo lo que la rodeaba. Su nuca se erizo y un piquete en el pecho la hizo reaccionar a duras penas, solo dándole tiempo de sacar la flecha de su cabello e interponerla entre ella y el ataque.
De no haber sido por el entrenamiento que había recibido ese choque de magia le hubiera dado y ahora estaría muerta.
No, no había sido solo por eso sino más bien gracias a la flecha, que no por casualidad había ido a parar a su cabello. Era la única flecha hecha del mismo material de su arco que había llevado.
Se dió la vuelta ágilmente y levantándose en el mismo instante dió un par de pasos atrás para colocar distancia entre su atacante y ella.
No le dió tiempo de tomar su arco y sabía que a cualquier indicio de tomarlo de su espalda volvería a atacar y se aseguría de no fallar.
Tragó en seco.
La mujer a unos metros de ella la veía con una inexpresión digna de admirar o... temer. Aún con sus sentidos agudizados a penas era capaz de escuchar su corazón y su arco no emitía ningún sonido aún cuando lo tenía estirado apuntando hacia ella.
Se veía joven. Se veía mayor.
Era tan confuso.
Pero algo si tenía claro, esa mujer era peligrosa. Y traicionera.
¿Estará con los demás bosquejos? Pero no parece uno. ¿Acaso los demás lo eran? Ni siquiera estoy segura. No entiendo nada de esto.
Nix no había dejado de escuchar esos latidos de miedo y que estaban empezando a colocarla nerviosa.
Mantener la calma en medio de una batalla es difícil, Nix, no tienes idea de cuánto.