Voracidad

12. El camino de Óbito II.


Se había ido a dormir a la fuerza, se obligó a cerrar los ojos con el deseo de no volverlos a abrir, pero nada impidió que los abriera de nuevo y nada impidió que se preguntara una y otra vez de dónde habían venido esos miedos y quién era ella. Ya estaba cansada. Un cansancio que le nublaba los ojos y hacía que su pecho doliera. Uno que hacía que abrazara sus rodillas en busca de consuelo.

El agua parecía estar perdiendo su color, no lo sabía con exactitud, los árboles en cambio parecían volverse más oscuros como la ola se sentimientos que tenía atascada, quién sabe porqué, en esos momentos no entendía nada pero todo parecía aclararse en su mente cuando ella llegaba. Esa había sido la razón por la que nunca le habló... hasta ese día y las consecuencias estaban por tirar a la basura la poca cordura que tenía.

Quería volver a verla. No quería ver... ese rostro nunca más.

Estaba por cerrar los ojos cuando una risa llegó a ella haciendo que alzara la cabeza, aunque buscó con la mirada y los nervios haciéndole cosquillas en los dedos no encontró nada. Quizás había sido su imaginación.

La cuestión llegó junto con un recuerdo. Si ella se metía en el agua vería a esas niñas de nuevo, ¿cierto? No esperó a arrepentirse así que se levantó del piso apresurada y cuando uno de sus pies tocó el escalón a dónde llegaba el agua una mano la detuvo de seguir su camino. El espanto y el agradecimiento la recorrió.

El momento que tanto había deseado y temido estaba justo aquí. Ahora. No lo podía creer y no podía entender porque se había demorado tanto. ¿A dónde se había ido?

—¿Realmente estás dispuesta a cruzar? —le preguntó con voz suave que no dejaba evidenciar nada.

Pensó rápidamente en el porqué había decidido por cuenta propia sumergirse en las aguas negras a sabiendas de que la lastimarían. Esa sensación la cubrió de nuevo, ella no quería estar ahí sientiendo que se perdía cada vez más, no quería no saber nada de ella y no quería que los temores que le mostró a ella la dominarán. La resolución llegó mezclada con un sentimiento que hacía que lágrimas de nostalgia y felicidad se deslizaran por sus mejillas; ella no quería que el temor la definiera. Quería ser fuerte para luchar por sus sueños. Quería con todas sus fuerzas defender a lo que más ama. No quería que nadie jamás... la utilizara.

Y aparte, quería que después de todo el largo camino que habría de recorrer, miras atrás y sentirse orgullosa por haber logrado ser... solo ella... Nixten, solo Nixten y no Nixten la cambiaforma, no Nixten la hija de la gobernadora, no Nixten la hermana gemela, no Nixten la... la primera híbrida completa. Tan solo Nixten, la hija de su padre a quien nadie conozca, sin habilidades, sin nada, una desconocida que vive en un pueblo remoto alejada de los demás y con un jardín lleno de rosas.

—Justo ahora, no hay nada que desee más —le respondió segura y con una sonrisa, la primera que ella había visto de verdad—. ¿Me acompañarás?

—Oh no, no, te estaré esperando del otro lado —con la mano libre le señaló una estructura similar a la que estaba a sus espaldas, Nixten podría jurar que eso no estaba ahí antes—. No tardes mucho.

—¿Qué haces aquí entonces?

—Pensé que tendría que incentivarte —sonrío culpable cuando ella arrugó la nariz—, ya sabes darte un pequeño empujoncito —le mostró con los dedos que tan pequeño hubiera sido, a diferencia de las últimas palabras que le dijo la vez pasada—. Aunque erróneamente pensé eso, ni siquiera sé porque lo hice si te la has pasado toda tu vida sorprendiéndome y haciéndome sentir orgullosa —se echó a reír dulcemente, Nixten no entendía nada ya que nunca la había visto—. Supongo que fueron mis ganas de hacer algo, de ayudarte. De estar aquí para tí. —Pasó el dorso de su mano por la mejilla de ella, con una ternura que la hizo sonreír a causa de lo cálida y amorosa que se sentía ese pequeño toque, sus ojos de un cierto parecido al terracota la miraron fijamente como si tratara de que su alma no olvidara lo que iba a decir, como si eso fuera posible—. Sigue a tu corazón y traza tu camino en el. Tuyo, solo tuyo, de nadie más.

La conmoción no dejó que dijera nada y para cuando logró balbucear algo coherente ella había desaparecido, dejando una ola de calidez envuelta en un aroma al que no pudo colocarle nombre, pero que sentía como... casa, justo como papá.

Y su voz, no lo había admitido ni para ella misma pero la envolvía en una sensación de deja vú que le hacía recordar cierta imagen de las ramas de un árbol meciéndose debido al viento veranero que no paraba.

El agua se sentía muy fría cuando dió los primeros pasos y solo aumentaba conforme más caminaba. Los pies le empezaron a hormiguear y la sensación de estar quemándose no tardó en llegar. Arde, arde, arde. Ese pensamiento hacía eco en su mente y aunque estaba luchando por seguir su atención se la estaba llevando el dolor. Se sacudió y no se detuvo por ella misma si no porque algo le impedía continuar, algo invisible.

Sus dedos se enroscaban entre sí y las piernas le temblaban, el agua hasta sus rodillas no ayudaba, solo esperaba que no hubiera nada abajo, algo baboso, bizcoso y ¡asqueroso! Una arcada hizo que desistiera de esos pensamientos que amenazaban con comérsela. ¡Por Izard, iba a morir ahí y no por el frío!

Estiró las manos y palpó solides y resistencia, sabía que si la golpeaba no la iba a quebrar, era una barrera extraña, se sentía... un escalofrío le subió por las manos y no era por el frío que se estaba apoderando de ella, no, era por esa barrera que la confundía porque emanaba esa sensación de estar y no estar. De una inconstancia que le fluctaba en muchas direcciones y a la vez mantenía una sola esencia, como si lo fuera todo y a la vez nada.

Omnipresencia, o eso creo.

Apreta con fuerza su mandíbula el hecho de mover los dedos es un martirio, pero era eso o que dejen de funcionar. Aunque intenta evitarlo no puede y las preguntas llegan.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.06.2023

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