Voracidad

13. En dónde morir.

¿Ya me morí? Por las uvas, mis manos arden y me pican. ¡Ay no, que mala combinación! Nixten, no te rasques, no te rasques, no te rasques, no te rasques. Recuerda, que va a ser más desesperante. Ya pasará, en algún momento.¡Que no te rasques!

—Deberías abrir los ojos.

¡Que. No. Te. Rasques! Espera, espera, ¿cómo así?

Entrecerró los ojos hasta que se acostumbraron a la mediana luz que había y se quedó embobada viendo a la persona frente a ella, hasta olvidó las condolencias de sus manos. Es que no podía creer la belleza parecida que tenía el hombre o la mujer frente a ella, a la mujer que la visitaba, pero la hermosura de este ser no resaltaba con salvajismo y magia como la de ella, no, lo hacía con la impasibilidad de su expresión y esa aura sosegada que transmitía.

—¿Eres familiar de ella? —fue lo único que salió de su boca.

Estaba emocionada por saber cómo se vería ella, y es que a pesar de haber recordado aún no sabía las facciones de su rostro, era consciente de que tenía una gemela pero de igual forma su apariencia se le escapaba, solo cierto brillo de ojos ambarinos venía a su mente de vez en cuando, suponía que era el color que compartía con su hermana. Se preguntaba si eran dos gotas de agua, si ella tendría el cabello igual de negro, así de intenso.

—No.

Su voz era igual de confusa y con lo neutra que era parecía uno de esos Preceptos.

—¿Entonces...? —dejó a medias la pregunta, pero ese ser no dijo nada, iba vestido con un uniforme que nunca había visto pero de colores que le hacían recordar a su madre; negro y púrpura. Esos eran los colores que siempre utilizaban, se veía muy sospechoso—. ¿Dónde estoy?

—En el primero de los templos.

—¿Y qué hago aquí?

—Estas entre la vida y la muerte.

—¿Cómo? No entiendo exactamente porque estaría así —dijo segura, pero terminó balbuceando—, yo estaba bien no hace mucho.

—Tres templos. —Continúo como si ella no hubiera dicho nada—. Tres estados. El primero es este, en el que llegaste debido a que vuelves constantemente, es la entrada. El segundo es en el que estabas antes, al que vas debido a que quieres dejar de sentir, olvidar quién eras y quién eres. Cuando esa fase esté completa pasarás al tercer templo.

Esto es demasiado por procesar. O sea, ¿qué si me morí? No, había dicho que estaba entre la vida y la muerte, así que eso significaba le había pasado algo pero, ¿qué?

—Pero yo no pasé, ¿por qué?

—Porque en el fondo de tu alma te negabas a soltar, en parte.

—¿En parte?

—Algunas veces te fuiste y es porque allá hay alguien quien no te quiere dejar marchar.

Oh...

—Viejo... —susurró angustiada

—La otra razón es ella, quién te visitaba en los intervalos en el que su alma podía irrumpir gracias a ti.

—Eso no tiene sentido —esperó por una explicación como antes pero no dijo nada, así que optó por preguntar otra cosa—. ¿Y el último?

—El tercero, es el camino que se abriría cuando tu alma se desligue de absolutamente todo, eso es la muerte, desapego y olvido, pero todo depende del punto dónde mueras.

—¿Cómo dices? ¿Acaso hay un punto diferente dónde morir? —una risa seca se le escapó—. Eso es absurdo, solo hay uno; dejas de respirar, tu corazón se detiene, mueres, ya, no hay otra punto dónde morir.

—¿Estás segura? —una casi inexistente sonrisa surgió en sus labios medio gruesos—. Mírame —ordenó—. Este rostro que ves aquí —los rasgos masculinos desaparecieron dejando a una muchacha que se veía delicada, hermosa, y con unos ojos que si los mirabas por mucho tiempo parecía que tenían un animal por dentro, salvaje, por momentos y todo el resto del tiempo se vía tan frágil y fácil de romper—, es del tiempo en el que realmente moriste. Dónde tu pobre corazón se marchitó aunque seguía latiendo. ¿Lo ves? No es como te mueres, es donde te mueres. Cuando realmente lo haces. La muerte es subjetiva al igual que la vida.

Oh, eso explicaba algunas cosas y las otras las volvía más confusa. ¿Los tres estados para morir de verdad, eran para sanar? Creo que no. Supongo que la opción también depende del sujeto y yo quería olvidar. Que cobarde.

Cierta dolor en los ojos le avisó que tenía ganas de llorar, así que dió un suspiro y esperó hasta estar un tanto más tranquila, para evitar que el pensamiento sobre como se veía esa persona frente a ella, igual a ese día. Es imposible. Estaba vestida con un vestido negro de mangas largas, que llegaba hasta sus pies, escote pegado y profundo en el pecho con ciertos calados en los costados. Era lindo, recordaba que quería verse diferente y a la vez vestirse como quería; le gustaban los escotes y las prendas largas, aunque también tenía cierta predilección por las cosas de colgantes.

Habían pasado muchos días desde que él se convirtió en su ex, así que no estaba del mejor ánimo pero a la vez se sentía aliviada, eso no evitaba que sintiera que le habían robado algo, que ese degenerado se llevó parte de lo que era y ser consciente al pasar los días de que eso no iba a volver le dolía aún más. Los incontables días del culpas hacía ella, de sentirse menos, la agonía de sentirlo lejos, la sensación de poder haber echo más, de no haberlo mandado a la mierda, todo eso se reunía y acababa con ella hasta que se enojaba y la perspectiva de sentirse orgullosa por no dejar que él se lo llevara todo, de seguir amándose, apagaba el incendio que se hacía en su alma.

Recordaba a la perfección, como si estuviera ahí de nuevo, que se estaba viendo al espejo y pensaba en lo bien que le quedaba ese vestido de algodón especial, le había costado pero el resultado lo valía, es en ese entonces cuando tenía una sonrisa divertida debido a la situación que estaba creando en su cabeza, esa en la que su madre pagaría el grito al cielo por la forma en que estaba vestida cuando su hermana entró, a la que había evitado para que no la viera tan derrumbada. Pensó que le diría alguna mierda de aliento sobre lo que estaba pasando, pero no, en cambio la vió a los ojos y terminó por romperla con sus palabras dichas en un tono que gritaba asco y superioridad por todos lados.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.06.2023

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