Voracidad

14. El engañoso lobo negro.

Tomando aire como si hubiera estado a nada de ahogarse se salió de ese recuerdo y con las manos temblorosas golpeó el suelo que ahora estaba cerca de ella, se había derrumbado y ni siquiera había sido consciente. No lloraba pero temblaba de rabia o impotencia, no lo sabía. El sentimiento era tan difícil de explicar que la confusión hizo que no se diera cuenta de la llamarada que venía con fuerza desde un costado hacía dónde estaban ellos.

—Ahí viene —alzó la cabeza al escucharlo hablar, se oía diferente—. No ha parado, siempre lo intenta, una y otra vez...—sus miradas se encontraron y algo en su mirada la hizo sentir culpable—. Aunque sabe que la posibilidad de reacción es bastante baja no se detiene. No sé si es admirable o estúpido.

Pasó saliva viendo sin temor como esa bola de fuego dispersaba unos cuantos metros la niebla por dónde pasaba y se acercaba a ella. No podía respirar fácilmente pero sentía que la pesadez en su estómago se iba disolviendo. Cada vez más cerca y podía sentir la tibieza que le recordaba a la vida, a esos momentos felices y a algunos sueños rotos. La vida... la vida era eso, risas, lágrimas y en perfectas ocasiones la tranquilidad unida al amor. Y se sentía débil y estúpida al querer rendirse al primer tropiezo, al dejar de lado todo lo demás, al haberse reducido a una pequeña e insulsa fogata.

Vivir, ¿cómo sería vivir mientras ardes de pasión?

La llamarada se detuvo al frente de ella, con su pecho trabajando salvajemente alzó una mano queriendo tocarla, meter su mano en el centro pero recordó que el fuego quema y se detuvo. Miró a ese ser buscando una respuesta a sus dudas, por algo había venido hacía ella.

—Tienes dos opciones.

—¿Cuáles? —Nixten apretó los labios con nerviosismo.

—Puedes tocarla y tener la oportunidad de regresar. —Cruzó sus manos en la espalda—. Puedes no hacerlo y... terminar los caminos.

Se levantó y con las manos en su cintura se acercó a él o ella, aún seguía con esa imágen de ella que le movía los pies.

—¿La palabra clave de todo eso cuál es?

—Intentar.

Bajó la mirada para verla y ella intentaba no temblar ante esa escena que para tener una gemela no debería ser extraña para ella, pero lo era, de una manera que la hacía querer encoger los dedos.

—¿Y tienes un consejo para mí? —podía sentir el palpitar de su corazón en la garganta y la pregunta del porque si esta era su alma aún mantenía sus latidos apareció de pronto en su mente.

—Elige desde la oportunidad.

Frunció el seño.

—¿Me estás diciendo que debo tocarla?

—No.

—¿Entonces a qué te refieres? —entrecerró los ojos.

El ser se quedó callado unos instante, en los que pensó que no diría nada.

—La muerte puede terminar cualquier sufrimiento y eliminar cualquier castigo, para eso es la muerte en este mundo que raya en la inmortalidad.

—¿No existe un infierno o un paraíso? —alzó las manos y dió un paso atrás—. Espera, espera, espera, ¿me puedes decir lo que sea que sea que vayas a decir? ¿No pasará nada por eso?

—De poder puedo —de nuevo esa mínima sonrisa surgió de una manera errónea en él, un escalofrío le subió por la espalda—. De que tú puedas escucharlo es otra cosa.

—Aaaaah, entonces no quiero saber —lo miró recesola y con una sonrisa inocente.

—De que te puedas negar —cortó el paso que ella había puesto entre ellos dos—, no puedes.

Ella fue a decir algo pero al final solo cerró la boca y lo miró esperando a que continuara destruyendo todo lo que había creído toda su vida. Estaba muy curiosa.

—Las almas pasan por los tres caminos, estos existen para que las almas suelten. La vida es la vida y la muerte es la muerte. Tal vez no tenga sentido para tí pero no tiene porqué tenerlo —alzó una de sus palmas y en ellas aparecieron dos esferas; una era como niebla blanca y la otra estaba llena de colores entreversados entre sí, en una sincronía que resultaba abrumadora—. Dime, ¿cuál es la vida y cuál es la muerte?

Ella confundida señaló una y después la otra sin decir nada, a la final detuvo su dedo en la que estaba llena de colores.

—Esta es la vida porque está llena de matices —arrugó la nariz, señaló la otra—. Entonces esta sería la muerte, pero no entiendo el porqué solo es blanca, se supone que vamos a un infierno a medida o en dado caso llegaremos a un paraíso idílico, dependiendo de nuestra alma.

—Eso es lo mismo que he escuchado desde el principio de los tiempos, las personas no han cambiado desde entonces —suspiró y cogió una de las esferas—. Todo lo que hay que disfrutar y sufrir pasa aquí, en la vida. —La explotó entre sus dedos y agarró la otra—. El color de esta es blanca porque no hay manchas, no hay grietas, no hay nada en el alma al morir, es decir, las almas regresan a ser lo que antes de la vida fueron, nada.

—Así que no hay nada después de la muerte —no sabía si aliviarse o entrar en alarma, es que ahora tomaba verdadero sentido el dicho de que hay que disfrutar la vida como si fuera una—. ¿Qué pasa con el alma que me visitaba?

Al final terminó explotando la última esfera. Ella se sobresaltó y cierta escena se recreó en su mente pero con ella de protagonista.

—Aferración —murmuró como si no entendiera el sentimiento—. Al igual que las almas que se autocastigan por el pasado y crean un infierno acorde las almas que se niegan a dejar atrás sus nexos vagan a un lado de los tres caminos. Por siempre en las aguas de niebla de este Inframundo.

—Eso significa que ella... —se llevó una mano a la frente y cerró con fuerzas los ojos, la punzada que sentía era horrible y agonizante.

—Basta de charlas. Debes elegir, Nixten.

Gruñó de dolor, y cierta sonrisa irónica se plasmó en sus rojos labios.

—¿Cómo sabes...? Ugh, por supuesto, eres la muerte, claro que lo sabes —un resollo de dolor la hizo presionar sus dedos con fuerza—. ¿Qué? ¿Por...? ¡Mierda!

—No soy la muerte.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.06.2023

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