Dió unos pasos tentativos, tratando de entender el lugar que se sentía tan pacífico, los pequeños pájaros se movían de un lado para otro, jugando, cantando y limpiándose en carretillas. Esto era hermoso y tan nostálgico, no había tenido la oportunidad de volver a ver esta mágica escena, no desde que había regresado. En esa maldita mansión no había visto nunca ni uno, a pesar de que había muchas flores ningún colibrí se acercaba a beber de ellas y mucho menos las abejas. Las frágiles flores sobrevivían gracias al especial cuidado y uno que otro truco mágico del jardinero.
Caminó sin ningún rumbo siendo seguida por el lobo que había vuelto ser pequeño, era como si supiera que eso la hacía sentir un poco más tranquila. Los árboles pequeños y los arbustos estaban colmados de avecillas y flores. Todo parecía tan... paradisíaco. Podía sentir un centenar de ojos encimas y esos eran de las pájaros más pequeños que volteaban a verla cuando pasaba por su lado y última estancia uno extendió sus alas para volar en círculos al frente de su rostro.
Era rojo, de esa clase de rojo que era fuerte pero no chillón, era hermoso y esas diferencias de intensidad lo hacían ver majestuoso, como si fuera la perfección. No cantaba así que estiró una de sus manos y de inmediato se posó en el dorso de unos de sus dedos. Sus ojos también eran rojos pero parecían tan diferentes al resto de su plumaje.
Entonces cantó y parecía que le susurraba al oido.
Ven, ven... mírame.
No temas.
Déjame mostrarte lo que quieres saber.
Grande es tu deseo.
Quédate, quédate, quédate...
Déjame mostrarte tu pecado.
No me sueltes.
No temas.
Quédate, quédate, quédate por siempre en este valle de esperanzas...
Ven, mírame y oye mi cantar.
Por siempre te acompañaré.
Déjame perdonarte...
—¿Qué estás intentando hacer, pequeña gota de sangre? —Nix interrumpió al ave, parecía divertida—. Mira que eres una atrevida para ser tan pequeña.
El ave volvió a cantar, comunicándose.
—A mí no me parecía que era tal cosa, eh —la señaló y el pajarito parecía que la miraba con sospecha—. Pequeña gota de sangre, que tal si mejor me muestras eso que quiero ver y no tratas de quedarte conmigo en el proceso.
Cantó en respuesta y Nix se echó a reír, el lobo la veía atentamente y con un dulce brillo en la mirada.
—¡Ay que ver qué en verdad eres una atrevida! —acercó su dedo y por unos instantes rozó la cabeza del avecilla—. Esta es esa parte del Inframundo, ¿no? —el ave asintió—. Perfecto, entonces... umm, es más fácil si lo ves por ti misma, vamos, dale un vistazo.
El ave roja y Nix se vieron a los ojos por unos largos momentos y al finalizar las alas rojas se movieron con brío, seguramente feliz por la promesa que brillaba en esos ojos naranjas. Nix sonrió pero cierta sombra pasó por sus ojos como si lo que había prometido no la convenciera del todo. La preocupación se cernía sobre sus hombros como un Slejesk, para alimentarse de sus pesares.
El lobo no necesitó preguntar sobre de que iba lo prometido sabía que en algún momento se enteraría, pero también era porque tenía la certeza de que no involucraba la parte que él era de Nix. Sino aquella, a la cual rechazaba con más ahínco que a él. Una bestia más grande y peligrosa que el mismo.
El pajarillo emprendió el vuelo junto con otros tantos que lo siguieron, como al líder de una bandada y Nix solo se quedó ahí, esperando algo que no parecía llegar aún cuando los pájaros ya se habían perdido de vista, sobrevolando todo este bosquesillo en miniatura. Así como la nada llegó, un latido se encontraban parados a la vista de centenares de ojos y al otro latido los arbustos y todo lo demás desapareció para solo quedar ellos tres en medio de una planicie verde.
El ave se acomodó en medio del cabello corto de Nix y parecía tan tranquila, pero era ese tipo de tranquilidad que tienes al saber que le vas a mostrar algo de impacto a un amigo.
Así como el panorama cambió, una escena se vislumbró delante de ellos como si fueran fantasmas, quizá un avistamiento del pasado; Nix se vió enfundada de nuevo en un uniforme de dos colores y con trenzas recorriéndole la longitud del cabello, con un arma mortal en su espalda y tan indefensa como en los primeros días de su entrenamiento, solo que esta vez el peligro era demasiado real.
Un sentimiento que le era cada vez más conocido al embargó al ver coma la cólera y el dolor la hicieron actuar, podría decirse que se movió lentamente hasta llegar a la mujer y que esta siendo quien era se dejó alcanzar, así mismo permitió que ella enroscara sus delgados dedos en la suave carne del cuello y al final... al final la provocó para que acabara con su vida.
Y cedió, tan solo ella lo hizo.
Había algo terriblemente retorcido en el recuerdo de una muerte perpetrada por ti misma, pero verla como si fueras un espectador aumenta esa sensación hasta volverla un estallido de dolor... y desidia.
Los recuerdos nuevamente difusos la atropellaron y se sintió caer en el vacío que le creció en medio del pecho, era un mezcla de alivio, vergüenza y una terrible confusión que caminaba despacio por su cuerpo como si fuera un insecto. Pero en medio de tantas vistas borrosas pudo dislumbrar un poco de luz al norte, a lo lejos podía sentir como las piezas que en un principio había tenido sobre la mesa regresaban junto con unas nuevas. Había perdido un año en nada y todo amenazó con desmoronarse, aunque aquí estaba, de nuevo en el camino del que no estaba del todo convencida pero era, por ahora, la mejor opción.
La situación no le pareció tan terrible como debería, pero, ¿había una manera correcta de sentirse?
Algunas preguntas hechas de la nada traen consigo una raíz grande, que se hunde en los confines de la mente y sus recuerdos que dejan huellas que, o te hacen mejor persona, o te envuelven entre los rastrojos de la sociedad. Parece una opción fácil; eres bueno o malo. Simple, ¿no es así? Bueno, no lo es. Puedes estar tan llena de bondad y aún así no ser bueno para nadie, porque matas con la mano que ofreces. Por otro lado puedes estar llena de perfidia y aún así ser bueno, porque salvas con la misma mano que matas.