Voracidad

24. Límites II.

Se sentía vacía pero de una manera en la que lo único que deseaba era desaparecer para quitarse de encima esos sentimientos de no ser nada y poder serlo todo, aunque sin las fuerzas y las ganas para lograro. Sospechaba porque se encontraba así, de una manera horrible, mirando los vitrales con una atención que estaba lejos de ser real, porque sus ojos estaban fijos ahí pero su mente estaba demasiado lejos, incluso de ella misma. Una lágrima se deslizó por su mejilla, evaporandose antes de tocar el agua cristalina de la piscina, ¿por qué estaba llorando? Ah… cierto. Aún cuando el vacío en el pecho quería absorberla la agonía que se le acumulaba en la garganta la hacía sentir mal, la hacían llorar, por eso eran sus lágrimas; por no saber lidiar con lo que sentía, como si de alguna manera no le perteneciera.

Suspiró profundamente y con parsimonia se pasó las manos por la frente para hechar hacía atrás los cabellos que se agolpaban ahí, ahora que estaba corto de nuevo se movía para todos lados y aunque para alguien más sería molesto a ella le gustaba, era como si su mente se sintiera despejada, un peso fuera de sus hombros. ¿En que había estado pensando cuando colocó esa flecha en su coleta? Seguramente nada, pero salió mejor de lo que esperaba, es decir, sacando el hecho de que estuvo casi muerta muchas cosas tomaron el lugar que tenían antes y con una nueva convicción, aunque también perdió cosas importantes, cosas que no debería perder.

Unos cuantos días atrás había vuelto a esa pequeña estatua que parecía llamarla, le pedía que la tocara, y cuando logró colocar su mano sobre ella, todo lo que había estado confuso y olvidado, volvió como un vendabal que la sacudió hasta dejarla agotada y con esa maldita agonía que solo aumentaba cada vez más, esa misma que la llevó a cometer locuras como la de hace dos días. ¿En qué había estado pensando también ese día? Seguramente una locura, no podía recordarlo con claridad, era alguien más, alguien a quien no quería darle cabida en su cuerpo, y muchos en su vida, pero que se las arreglaba para asomarse cuando se le daba la gana. Era alguien dominante, mucho más que su lobo y con quién desde el principio había estado confundiendo, que tonta fué.

—¿En qué tanto piensas, bonita?

Dejó dejar de flotar y se movió hasta la orilla, la sirena estaba quieta, moviendo la cola para mantenerse ahí, lejos de ella, el cabello azulado le caía largo y tapaba parte de las escamas verdosas que subían desde su cola hasta tapar parte de su torso y que se trasparentaban en sus brazos. Era realmente hermosa y verla era como un ensueño, parecía tan irreal.

A ella también la olvidé, ¿por qué? 

¿Por qué pasó todo esto?

—En algunas cosas —susurró sentándose en la orilla y dejando los pies dentro del agua—. Por favor, no me digas bonita, es incómodo.

—¿Por qué? ¿Por qué soy una sirena?

Lo sabes, no te hagas la tonta que no es momento para eso.

—¿Qué? ¿Eso que tiene qué ver aquí?

No lo sé, no lo sé.

¿Tú lo sabes?

—Bueno, es lo más obvio, ¿no?

¿Quieres qué te lo diga?

—Eso no tiene ningún sentido para mí.

¡Dímelo, dímelo!

—¿Ah? ¿Entonces a qué se debe tu incomodidad?

Dame algo a cambio. 

Dámelo y te lo diré.

—Por Izard, eres algo así como una tía para mí y es muy raro que me digas bonita así de la nada, digo, está bien que me elogies —frunció el ceño, no podía conectar sus ideas bien y tenía ganas de golpear a alguien—, pero solo cuando es necesario hacerlo, creo.

Eres igual a los demás, que decepción.

—¡Ay, cariño, no has cambiado nada! —se ríe la sirena—. Me dan ganas de darte un abrazote súper fuerte.

Nix temblándo negó, recordaba que la sirena solía hacer eso antes y la verdad es que la sensación viscosa no le agradaba para nada, tan, tan, tan… escalofríos le suben por el cuerpo.

—No, gracias —rechazó luchando contra la aversión.

La sirena estalló en grandes carcajadas para nada ofendida.

—Bien, bien. —Cesa la risa y la preocupación enmarca el rostro delgado y algo verdoso de la sirena—. Dime, te has estado sintiendo mejor, ¿cierto? 

—Ah, sí, sí —Nix le dió una linda sonrisa—, muchas gracias.

¿Se ha ido ya? 

Que extraño.

—No es nada, es un placer ayudarte con tu intoxicación.

La atención de Nix se enfocó inmediatamente en la sirena que la veía impasible y como si supiera… cosas.

—Yo no estoy intoxicada, Gatek —protestó.

—Claro, dile eso a tu resentido cuerpo. —La sirena chasqueó la lengua y la miró de arriba a abajo. Nix era consciente de que esos ojos lo estaban captando todo—. Tienes bastante sustancia encapsulada en tu sistema, aunque es casi invisible. Por lo tanto, tu padre no puede retirarla —Gatek se encogió de hombros y una sonrisa de suficiencia se deslizó por sus labios—. Obviamente no está preparado y como sus esencias son tan compatibles, hay cierto problema de aceptación y resistencia que no se puede manejar bien en tu estado.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.06.2023

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