Voracidad

28. Rompiendo el bucle.

Nota: estamos en un salto de tiempo de unas tres semanas.

Otra vez estaba atrapada en un sueño dentro de otro sueño. En un bucle de sueños que no paran hasta que chocan entre ellos, hasta que la cordura los alcanza haciéndolos añicos. Después de recorrer cientos de veces este camino cubierto por nieve, al fin se vislumbraba a los lejos algo, al fin la dejaba avanzar. Entonces eso solo significaba que algo cambió.

Había algo en todo su cuerpo, cómo miles de hilos que fluían con fuerza hacía una dirección, guíandola por el camino que debía recorrer. La sensación era la de dirigirse a un precipicio, estaba emocionada y asustada a partes casi iguales. Todo era tan confuso que la hacia dudar de la pequeña corazonada que tenía desde que puso un pie en el ambiente tan particular, aunque había algo de lo que si estaba segura y, eso era que alguien esperaba por ella.

Todo era tan real, cómo los árboles sin hojas y cubiertos de nieve que parecían muertos, que por unos largos momentos se sintió atrapada en el lugar. El olor del frío que se le colaba atrevido por la nariz y la sensación de sus pies descalzos sobre la nieve, haciéndola estremecer a cada paso, como si en algún momento la fuera a envolver, solo aumentaba la sensación.

Su pecho se estremeció y una indudable fuerte electricidad la recorrió haciéndola soltar un pequeño jadeo. Empezó a caminar rápido y sabía que en cada paso que daba estaba más cerca... fue entonces cuando se dió cuenta que era verdad su corazonada... era él.

¡Es él!

La pasividad se fue lejos junto con el retumbar tranquilo de su corazón. Primero empezó a caminar más rápido hasta que ya no fue suficiente y emprendió a correr, desesperada por llegar rápido y que no fuera una mentira. Emocionada porque al fin lo conocería. Al fin dejaría atrás el estarse ocultando y ella podría... podría abrazarlo hasta que esa calidez en su pecho se volviera tan fuerte que sería imposible siquiera pensar que él no existía.

Así que, por favor... por favor, no te marches...

Y cuando estaba tan cerca que podía distinguir su silueta en medio de las sombras de la nieve y el oscuro atardecer, sintió que era jalada por unas garras, cómo si sueño de pronto se hubiera vuelto una pesadilla. Quizás se hubiera creído eso, antes, con todo ese revoltijo que había en su mente, pero ahora era diferente, así que siguió caminando hasta estar a menos de un metro de distancia.

Fue entonces que cayó en cuenta de algo que era obvio desde el principio, este no era su sueño lucido, le pertenecía a él y de alguna manera ella se había colado dentro, a juzgar por su sorpresa y el pequeño paso que dió hacia atrás.

¿Cómo es que pude llegar hasta aquí?

Me sorprende que me haya deja... do... esas eran sus garras, quería llevarme de vuelta.

Él no quería dejarse ver aún, algo dolió mucho en su pecho al saberlo.

¿Por qué? ¿Por qué?

Estaban ahí, a unos cuantos pasos del uno del otro, tan cerca de su pecho y sus brazos, pero por él, todo eso parecía a miles de kilómetros.

¿Por qué? ¿Por qué?

La duda acrecentó, en vez de irse, cuando, esta vez, no retrocedió y dió un par de pasos hacia ella. Ahora podía distinguirlo mejor, pero aún no podía decir bien como era.

—¿Eres... real? —dijo con duda y una esperanza que le pareció ácida.

¿Cuánto... cuánto tiempo?

Un recorrido de emociones se degustaba con su cuerpo. Sus manos estaban tensas envueltas en puños, sus pies estaban totalmente rígidos en la nieve, su barbilla daba pequeños temblores y sus ojos, al igual que su boca estaban semi abiertos con una dureza que le provocaba un dolor sordo en la nuca.

¿Por cuánto? ¡¿Por cuánto tiempo?!

Después de una furia tensa, dejó caer toda esa rigidez en el cuerpo, pero que solo dió paso a que la furia que sentía se volviera una ira sorda y fría, que esperaba la oportunidad para revelarse.

—Cuando me entrometí en tu mundo sin previo aviso no me echaste, aunque tenías el derecho, no me tiraste toda la maldición de tus tierras, aunque tenías el poder para hacerlo —dijo con una sonrisa pequeña que rozaba a la timidez—. En cambio, me regalaste ese rayo de sol en las tardes, aún cuando era un riesgo para tu mundo... para tí...

Desde esa primera tarde te pertenezco... eres mío...

En otro momento el silencio que recibió por unos instantes de él, se lo hubiera tomado mal, pero podía sentir, en su pecho como una emoción tan grande como la suya lo invadía.

—Eres real. Fue real —musitó al final y dió otros dos pasos hacia ella, quedando relativamente cerca—. Todo este tiempo me he estado debatiendo si todo era una alucinación de mi parte —su voz decayó—, no sería la primera vez. Pero estas aquí, de alguna forma, en esta pesadilla que me ha estado atormentando por tanto tiempo y que ahora con tu presencia se volvió un dulce sueño, ¿cómo puede ser? —preguntó todavía sorprendido—. ¿Cómo puedes hacer esto?

El aire se escapó un momento de sus pulmones, para después regresar rápido y fuerte. Nix a pesar de ese sentimiento tan grande, que no se parecía en nada a la calidez que sentía antes, se sentía incómoda... observada.



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En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.06.2023

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