La casa tenía el mismo aire que por fuera, grande, cálida y antigua, pero bien cuidada. Había algo que llamó su atención desde que entró, la fuerte tensión que casi la estaba para asfixiar. Su nariz tan sensible últimamente, estaba inundada por ese olor tan molesto que era una mezcla de inconformidad, hostilidad y recelo, aunque eso no era lo peor.
Claro que no.
Nix alzó la taza blanca de porcelana y se la llevó a la boca por tercera vez consecutiva, no sin antes admirar las rosas que tenía plasmada en el borde exterior. Dió un suspiro suave. Probablemente se estaba viendo como una inconsciente por su actitud aparentemente desinteresada, pero era eso y disfrutar de la infusión de manzanilla, jengibre y endulzada con algún tipo de miel o comportarse como su lobo se lo pedía.
Eso no sería cortés de su parte.
Es fascinante las decisiones que se toman desde la perspectiva.
En ningún momento volteó a ver lo que estaba haciendo Ren, pero lo sentía, estaba tranquilo mientras también disfrutaba de su infusión y nadie se inmutaba por su presencia, lo cual tenía sentido, ya que al parecer ella era, no solamente la extraña si no también alguien que ya habían visto y no precisamente en buenos términos.
Quiso reírse por las cosas que solo a ella le pasaban.
Dando el último sorbo a la bebida tibia se estiró para dejarla en la mesa circular de madera roja, esa acción solo aumentó la tensión entre las demás personas que estaban paradas o recostadas en algún sitio de la casa. A la distancia perfecta para no estar cerca de ella pero lo suficientemente cerca para vigilar cada unos de sus movimientos.
Y pensar que tengo que sobrevivir a esto para volver a casa.
Colocó con suavidad la taza sobre la madera y con la misma delicadeza rozó con sus dedos la madera que resultó ser tan lisa como imaginó. Una mínima descarga subió por sus dedos haciéndola fruncir levemente ceño. Repitió la acción y la respuesta fue la misma.
Se recostó con agilidad en el respaldo de la silla de madera y la miró dándose cuenta que eran diferentes. Su primer instinto fue preguntar pero lo retuvo queriendo obtener la respuesta por su cuenta. Volvió a suspirar viendo el delgado anillo en su dedo meñique que se había puesto antes, desde que había empezado a entrenar con Gatek, así que entre dudas se lo quitó para colocarlo al lado de su taza de té.
De reojo vió como Ren se puso alerta, pero no quiso darle la cara para que viera que en verdad estaba haciendo lo que se veía, que estaba siendo solamente una entrometida. Así que volvió a deslizar sus dedos por la madera viendo débilmente cómo hilos de esencia mágica se dispersaban cada vez que ella la tocaba, como si fueran polen, tan sutil y natural.
Así que es magia.
—Nix —llamó Ren mirándola con esos ojos que gritaban «¡pero que crees que estás haciendo!»—, no creí necesario mencionarlo ahora.
—No importa —menéo la mano—, es solo que no pude contener la curiosidad y no me hubiera dado cuenta si no la hubiera tocado —sonrío débilmente, apenada—, lo cual hubiera pasado antes de regresar, eso es seguro.
Ren bufó una risa.
—Eso es cierto, pero me hubieras preguntado a mí o al señor Jona.
Nix quiso rodar los ojos.
—Así que se llama Jona, señor Manuel —dijo Nix sin ninguna burla o mala intención pero el ambiente se crispó más, aunque el señor de ojos pardos y cabello rubio oscuro solo asintió totalmente entretenido—. Entonces, ¿sabe usted porqué esta madera desprende, aunque débilmente, magia?
—Discúlpeme, señorita Anglus, pero no lo sé —dulzura y tristeza pasaron por sus ojos—. Esta mesa de té fue un regalo de bodas de parte de los padre de mi amada Marylin. Eso es todo lo que sé, lamento no poder ayudarle más.
—No se preocupe, señor Jona —dijo sin saber más que decir—. Aunque me gustaría que solo me diga Nix, después de todo no estoy aquí como la hija de Erema.
El efecto de ese nombre fue inmediato, el espacio se llenó de una densa ira que seguramente le iba quedar adherida a la piel por un buen rato. Chasquéo, molesta por ese hecho y por seguir ahí sin ninguna respuesta o propuesta.
—¿Mi nieto también se toma esas libertades con usted, señorita? —Jona quiso saber dándole una breve mirada severa al susodicho.
—Mmm, ah —dudó a propósito viendo el rostro pálido de Antonio—... dígamos que somos algo como amigos, pero —colocó una expresión de tragedia—, su nieto es malo, ¿sabe? —quiso reírse cuando él castaño parecía a punto de morir, así que aprovechó antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando—. Él no me ha querido decir su nombre y tengo la sensación de que trabaja bajo un nombre falso, aunque no se preocupe, lo último no es importante para mí —hizo un puchero—. A final de cuentas yo solo quiero saber su nombre para que nuestra amistad sea floreciente —alzó un hombro—, me parece justo, ya que el sabe el mío, señor Jona.
El abuelo de Antonio iba a responder cuando al final uno de los integrantes misteriosos de esta reunión interrumpió.
—No entiendo que hace esta mujer aquí, no es como si nosotros le importaramos siquiera un poco, además —siséo con un desprecio que la hizo sentir culpable aún cuando no todo estaba dirigido hacia ella—, es hermana de esa nefasta muchacha y la vil de su madre, seguramente se niega a ser como ellas, una rebeldía que al final se le terminará pasando.