Voracidad

34. Consecuencias del dolor.

Horas.

Fueron horas de fiebre.

Dónde todo el tiempo Nix se le pasó envueltas en las sábanas de su alcoba, con pequeños delirios apoderándose de su mente y una interminable estela de sudor en su cuerpo.

Aunque pudo haber sido más, mucho más, porque había momentos en dónde solo dormía para despertarse temblando por la frialdad de su cuerpo. Nix no llegaba a recordar si alguna vez siquiera tuvo frío, así que definitivamente ese infierno que sentía su cuerpo no podía ser otra cosa. Pero... ¿cómo era posible? No era natural sentir como estaba ardiendo por dentro mientras su piel parecía a punto de congelarse. ¿Iba a morir así, sin poder defenderse?

Una agonía horrible subió por su pecho y sus lágrimas fueron ríos de lava en su rostro así que abrió la boca queriendo gritar, pero solo fue un jadeo lastimero lo que salió al final. Izard... ¿qué era lo que estaba pasando? No podía moverse porque su cuerpo tan pesado y exhausto no le permitía ni abrir los ojos y ahora no era capaz ni de quejarse de su dolor.

Papá... padre...

Hubo unas voces en conflicto antes de que algo se tensara en su pecho y quisiera hacerla levantar, pero ese impulso fue contenido cuando un cuerpo cálido la abrazó tiernamente como si su piel estuviera hecha de algodón. Sus brazos la levantaron y con cuidado la dejó caer encima de su anatomía. Nix se quejó bajito, sintiéndose atrapada al no poder moverse de la extraña sensación que emitía la persona bajo de ella.

Al cabo de un tiempo emitía tanto frío que empezó a quemar y en consecuencia, por alguna razón, su propio cuerpo empezó a sudar, pero la fiebre no bajaba y solo parecía que su infierno solo empeoraba con cada segundo que pasaba. El humo en su mente empezó a ser realmente denso y lo que venía después era lo que había estado esperando.

—Duerme, mi sol, que todo estará bien —susurró esa persona en su cuello, enviando estremecientos suaves por todo su cuerpo que se quejó en protesta.

Zem... Zem... Zem...

Su mente lo llamó incluso en la inconsciencia, quiso hablar pero en ese estado que ni su cuerpo la obedecía a ella mucho menos lo iba a reconocer. La oscuridad a la final se llevó su mente y la durmió, sumiendola en un descanso que ahora no quería.

Fue solo un segundo... o tal vez dos, cuando volvió a sentirse dueña de si misma a pesar de estar medio dormida. Movió los dedos de sus pies estirandolos a la vez que apretaba los de sus manos, su cuerpo se puso rígido cuando fue consciente de que estaba enredada sobre otro cuerpo y que era eso todo lo que podía tocar, todo lo que podía... oler y sentir.

Sus manos estaban en un pecho fuerte definitivamente, las ondulaciones firmes bajo sus palmas eran prueba de ello al igual que sus piernas enredadas en unas más grandes. Movió la cara, restregandose de cierta forma y alzó la cabeza lo suficiente para sentirlo si abría los ojos. El golpeteo de su corazón era constante y seguía su ritmo normal, solo que... con más fuerza.

El aroma del hombre la envolvía y se le pegaba a la piel con... adoración y eso era lo suficientemente bueno por si solo como para ignorar el hecho de que estaba hecha un desastre y que en consecuencia necesitaba un baño con urgencia.

Huele... celestial... por Izard, ¿ese si quiera es un aroma? Porque parece que sí, definitivamente sí.

Metió la cabeza en el espacio de su cuello y se apretujó a él.

—Por Izard, mi sol, no tengo queja alguna sobre que te aferres a mí —dijo con voz pastosa por el sueño y una sutil queja—, pero me temo que me vas a romper los huesos si sigues así.

Maldición, su voz era mucho mejor que en su sueño. Sonaba dulce y totalmente masculino, ¿qué clase de combinación monstruosa era esa? Era imposible que su cuerpo no reaccionara a ella, como si la tocara.

Todo su cuerpo se tensó y él soltó un quejido, haciendo la situación peor, así que tomó una bocanada de aire y lo soltó lentamente al igual que aflojaba su agarre. Quizá esto era lo más difícil que había hecho en mucho tiempo. Controlar su propio cuerpo estaba siendo una tortura, una deliciosa tortura a decir verdad.

Ignorando las necesidades que estaban despertando volvió sus ojos cerrados hacia él, dónde sentía su mirada paseándose por ella al igual que las manos que ahora reposaban en su cintura, presionandose en un agarre suave pero pesado.

—Eres mi pareja, se supone que estamos hechos el uno para el otro, así que no creo que te vayas a romper si te toco con fuerza.

Unos dedos largos se le pasearon por la espalda, subieron por su hombro hasta llegar a su boca, dónde juguetearon con los bordes de su labio inferior. En consecuencia a ese toque experto su cuerpo respondió y su rostro se contrajo. Sorprendida, confundida y provocada. Con la respiración pesada abrió los ojos lentamente y... por Izard, se quedó absorta viendo al hombre que la sostenía con gentileza y un grado de posesión que hizo latir partes de su cuerpo. Estaba completamente arruinada, eso era seguro.

Siempre había pensado que su ex era alguien bien parecido, hasta bonito cabría decir y en alguna veces creyó que era hermoso, pero ahora sabía que no encajaba para nada en esa última palabra. Este que estaba delante de sus ojos sorprendido viéndola con una sonrisa divertida y que se las arreglaba para ser una arrebatadora de bragas, era alguien verdaderamente hermoso.



#8560 en Fantasía
#1810 en Magia
#12109 en Otros
#1467 en Aventura

En el texto hay: fantasia, romance, magia

Editado: 22.06.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.