Vórtice: Crónicas de Horror

TRAS LAS PUERTAS DE METAL

SOY Pablo Gil, y te ruego que leas esta historia real que voy a contar. Una tragedia que me sucedió hace varios días y que también puede sucederte a ti. Los Nocturnos, como les llamo, se alimentan de nosotros desde hace años. Todavía no descubro cómo llegaron o desde dónde vinieron, pero están aquí atrayéndonos, distrayéndonos para luego capturarnos y devorarnos. Son los perfectos cazadores. ¡Por el amor de Dios! Si tienes esto en tu poder léelo de principio a fin y difúndelo si está en tus posibilidades.

Unos días antes, un hombre muy elegante con unos llamativos lentes de sol dorados, nos abordó a Carlos y a mí porque mi camiseta había llamado su atención. No sé cómo a alguien tan distinguido le pudiera llamar la atención una camiseta de Cannibal Corpse, pero nos obsequió dos pases para una fiesta que, según dijo, sería alucinante. Nosotros acordamos ir. Carlos casi se enojó conmigo porque yo todavía dormía cuando se suponía que estuviera listo para salir. Mi amigo se desespera fácilmente cuando tiene que esperar a alguien por más de quince minutos. No es que quiera justificarme, pero la noche anterior me acosté muy tarde, duré despierto hasta las cuatro de la madrugada viendo películas de terror. A la mañana siguiente me levanté temprano para asistir a la clase de fotografía y de allí fui a casa de Soto, un amigo con quien me comprometí a ayudarlo a mudarse de casa. Al cabo de unas horas de cargar y ubicar cosas, me marché a casa porque estaba muy cansado y necesitaba dormir si quería sobrevivir a esa fiesta. Traté de dormir el resto del día, pero no pude descansar. La pasé sufriendo un mal sueño. Últimamente he tenido varias pesadillas. Mi familia dice que son por culpa de las películas de terror que suelo ver tan a menudo. Yo no lo creo así, pero pudiera ser que tengan algo de razón.

Recuerdo la pesadilla de esa tarde. Estaba en una habitación rectangular de techo alto y claro acostado en una cama de hospital, haciendo el amor con una preciosa mulata que tenía una larga cabellera blanca y ojos brillantes como la luna. Ella se movía sobre mí haciéndome disfrutar del fruto tibio de entre sus muslos fuertes. Sus pechos gloriosos se agitaban rociando mi pecho con diminutas gotas de sudor que caían de sus pezones al agitarse. A nuestro alrededor se encontraban varias camas iguales a la que ocupábamos nosotros, bien arregladas con sábanas limpias y blancas. Recuerdo escuchar entre nuestros jadeos, un golpe seco que salió de entre las camas más lejanas ubicadas a mi derecha. Luego sentí como la hermosa mujer con quien disfrutaba del sexo, clavó extasiada sus uñas en mi pecho, sujetándome, adhiriéndose a mí con presión. Todo pasó rápido y confuso. La habitación ennegreció lentamente como si se marchitara y traté de advertirle que algo estaba pasando. No sabía que sucedía, pero estaba consciente que algo andaba muy mal. Entonces fue cuando vi el horror que yacía conmigo en la cama. Tengo impreso en la mente el recuerdo del cambio que sufrió su bello rostro en una horrorosa mueca de maldad y perversión. Con todas mis fuerzas luchaba para liberarme de ese engendro del diablo con quien estaba teniendo sexo. Pero la hermosa mujer, convertida en un horror, me sostenía con un fuerte abrazo del cual no me podía soltar. Sus brazos parecían tenazas gigantes. Escuché un ensordecedor chillido que me dejó casi al borde de la inconsciencia, haciéndome sangrar por los oídos. Las demás camas comenzaron a volar por los aires y a estrellarse contra el techo y las paredes, como si una mano invisible las lanzara por toda la habitación. En ese momento observé que, desde donde escuché el ruido apagado, emergió un monstruoso gusano gigante con patas peludas y afiladas como espadas. El gran gusano era dorado y navegaba entre las camas desparramadas por el piso. Parecía una criatura sacada de algún cuento de Lovecraft. Vi que las camas ya no estaban limpias, que las sábanas estaban llenas de sangre negra y hedionda que estallaba en llamas cuando, el monstruo vermiforme, la rozaba con sus patas hirsutas y cortantes. El gusano, ahora bañado en fuego, se acercaba a mí con una velocidad aterradora. Yo no podía zafarme del demonio de pelo blanco que me sostenía con unas fuerzas terribles y me miraba con odio con aquellos ojos de pesadilla. El gusano de fuego embistió la cama donde me encontraba prisionero. Quería devorarme con su boca que parecía de una piraña gigante. El impacto del gusano con la cama me hizo volar por los aires. Me estrellé contra el suelo y la sangre fluyó por una herida que sufrí en la cabeza. La bestia estaba sobre mí y sentí el calor de su fuego quemándome los ojos. Respiré asqueado el nauseabundo aliento que emanaba su boca sanguinaria. Me iba a devorar.

En eso desperté perturbado cuando Carlos me llamó por teléfono. Me incorporé de la cama sudando por la sensación de miedo que se adhirió a mí, le abrí la puerta disculpándome y me fui a la ducha espantando de mi cuerpo tan desagradable impresión que había dejado la pesadilla. Ya bañado, vestido y listo, pasé rápidamente a la cocina para comer uno que otro aperitivo, convidando a mi amigo que estaba molesto por el tiempo que le había hecho esperar. Le pedí disculpas otra vez hasta que se contentó devorando lo que comíamos.




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