Voz, radio y desamor

2: «LEY DE MURHPY»

—Esther.

            Alguien me llama, pero soy capaz tan solo de identificar un murmullo a mi lado.

—Esther.

«¿Estás bien?»

—Esther —repite casi a gritos. Estoy casi segura de que se trata de Tatiana a pesar de que el pitido en mi cabeza opaque su voz.

Me toma de los hombros y antes de verla, el cítrico aroma de su perfume se me mete en la nariz. Tiene una profunda arruga en el entrecejo y las cejas casi tocan sus pestañas; dejo que me sacuda, con la intención de que el repentino movimiento quite la imagen de mi mente.

Cuando noto que me empiezan a arder los ojos y siento mi rostro acalorado, bajo la cabeza y junto las manos entre los muslos. Me repito que estoy bien, que continué con la siguiente pregunta y me ría del chiste que acaban de contar.

«Contrólate. Estás en el trabajo».

Respiro hondo y me dejo permitir que unas pocas gotas caigan sobre mi piel. Agradezco haberme dejado el flequillo, porque al menos me cubre del invitado. ¡Oh, Lissandro! El calor en mis mejillas arde, ¡quisiera desaparecer!; sin embargo, el silencio se ha extendido demasiado, al punto en que más de uno de los oyentes, inquietos, habrá cambiado de estación. Si estaba en problemas por la tardanza, ahora temo perder mi trabajo.

El huracán en mí pierde intensidad y por fin alzo el mentón. Lissandro y Tatiana han dejado de mirarme y tratan de improvisar, para salvar el programa.

Mientras nuestro invitado responder a la pregunta de por qué inicio en la industria, Tatiana voltea a verme con rapidez y me tiende un espejito para que arregle el desastre que ha dejado mi rímel. Agradezco con una sonrisa, ahora debo invitarla a comer dos veces.

—El apoyo de los fans lo ha sido todo, es un poco cliché, pero sin ellos no habría podido arrancar este… Este sueño. —Alcanzo a escuchar lo último que dice Lissandro. Tatiana me pasa su copia de preguntas porque he arrugado la mía mientras estaba sumida en mis pensamientos. Tomo el papel y me pongo al día, llevamos gran parte de la entrevista, estamos a punto de terminar.

—Lissandro —sonrío. Puedo con esto—, hace unos meses nos sorprendió la noticia de tu noviazgo con la bajista de tu equipo. ¿Cómo surgió esa química?, ¡se ven tan felices juntos!

Lissandro deja escapar una carcajada que intento seguir, pero mi voz suena forzada y me detengo tan pronto inicio.

—Gracias, Esther. Siempre fuimos bastante cercanos, nos conocimos desde pequeños gracias al trabajo de nuestros padres, aunque creo que puedo decir por ambos que ninguno de los dos imaginó estar en una relación con el otro…

Indico a Tatiana para que baje el volumen de la canción que suena en el fondo y que la historia de Lissandro brille

»Recuerdo que todo comenzó una noche, mientras celebrábamos un tour por Europa que había sido todo un éxito. Los demás muchachos estaban demasiado borrachos, ¡lo siento chicos!, y quedamos solos.

—¿El momento perfecto? —pregunto.

—Ya me había dado cuenta de que mis sentimientos por ella no eran los mismos de antes.

—¿Puedes contarnos? Seguro uno de nuestros oyentes está en la misma posición y tus palabras puedan ayudarlos.

—Bueno…, tal vez cuando empecé a fijarme en los pequeños cambios que no solía notar. ¡Hasta aprendí a diferenciar si usaba un nuevo tono de labial! —Suspira—. Lo que quiero decir es… La veía en cada momento de mis días y estar con ella me emocionaba más que cualquier concierto. Lily, si estás escuchando esto, te amo.

Tengo que morderme el labio para evitar llorar. Tatiana, abanicándose el rostro con ambas manos, toma el micrófono y recupera su listado de preguntas. ¿Qué más hay por decir? Las palabras de Lissandro tumbaron los últimos pilares que me mantenían fuerte y lo siguiente que ven ambos es cómo salgo corriendo de la cabina.

Abre la boca para llamarme, pero todo lo que diga será escuchado por cientos, miles de personas; en vez de eso, agradece a Lissandro por su tiempo y finaliza el programa, encargándole al operador que reproduzca el «Top 10» de la semana y sale detrás de mí.

—¡Esther! —No se ha quitado sus auriculares, pero se ha asegurado de que todo está desconectado—. ¿Qué diablos pasó ahí dentro?

La pantalla todavía me ilumina con las imágenes de Gabi y mi novio de fondo; repaso las curvas de sus cuerpos bajo las sábanas que cubren casi nada y el nudo en mi estómago se aprieta a tal punto que comienzo a buscar la salida al baño más cercano.

Tatiana me quita el celular de las manos.

—¡Qué hijo de puta!

—Regrésamelo.

—Por favor dime que los mandaste a la mierda. —Volvió a ver la foto—. ¡¿Esa no es tu amiga?! ¿Por eso llegaste tarde?

Me entierro las uñas en las palmas y niego, con la mirada en el suelo.

—Acaba de enviármelas.

—Ah… —Suelta el aire con pesadez y me rodea los hombros con un brazo. Es una cabeza más baja que yo, pero de algún modo logra empinarse para que estemos a la par.

—Gracias.

—Debes confrontarlo.




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