Estuvo aproximadamente dos años trabajando para ese hombre, matando gente, robando cosas, herir a alguien, hacer algo, a cambio de dinero. Fué una vida buena para él, con el tiempo fué haciéndose más experto en las armas, a tal punto de manejar con facilidad la mayoría, siendo todavía más letal, y en sus tiempos libres practicaba más estilos de pelea y de combate.
Llevaba una vida relativamente tranquila, y su trabajo era bastante estable, pero todo cambió cuando su próxima víctima decía ser su propio padre, a quien había abandonado hace un par de años, él rechazo la oferta, y así lo hizo una y otra vez, cada que rechazaba, el precio subía, hasta que el precio subió a una escala increíblemente grande, porque lo querían muerto, que era de él tan importante para que ofrecieran tanto dinero sólo por matarlo, pero si él no lo hacía, después de un tiempo más cazar regreso irían por él y se quedarían con el premio mayor.
Aunque fué una desición difil, él tenía una voluntad fuerte, se puso manos a la obra, arrancó su carro y fué directo con su papá, aunque ya tenía mucho dinero, decidió ponerse una máscara que le había robado a una de sus víctimas, para que su padre no lo pudiera reconocer, después tomó un avión directo a Japón, cuando abrió su reloj para ver el precio, vió que había aumentado un poco, pero detrás de él estaba en el avión otro cazarecompensas que al parecer iba por el mismo premio. Cuando bajaron del avión, el otro cazarecompensas lo empujó hacia al baño, mientras colocaba una navaja en su cuello, le pidió respuestas, pero Vraxus reaccionó rápidamente, lo desarmó, y con el cuchillo lo acabó, seguramente no iba a ser el primer enfrentamiento que tendría contra más cazarecompensas y mejor se apuró.
Vraxus siguió su camino entre las sombras, eliminando a cada cazarecompensas que intentaba interceptarlo. Cada enfrentamiento era un recordatorio de lo mucho que su padre significaba para otros, pero nada podía distraerlo. A medida que avanzaba por las ruinas del antiguo templo japonés, su respiración se volvía más pesada y su determinación más fuerte.
Finalmente, llegó al centro del templo. Su padre estaba ahí, de espaldas, mirando el horizonte. Vraxus apretó los puños y respiró hondo. Sabía que no debía dudar, pero... ¿realmente podía hacerlo?
—¿Así que viniste a matarme, hijo? — preguntó su padre con voz firme.
Vraxus no respondió de inmediato. En cambio, sacó su arma y la apuntó, pero su mano temblaba. Recordó todo lo que su padre le había enseñado: el honor, la lealtad, la fortaleza. No era solo una víctima más. Era su sangre.
—No puedo hacerlo —susurró, bajando el arma.
Antes de que pudiera reaccionar, un disparo resonó en el aire. Su padre se estremeció y cayó de rodillas. La sangre se esparció en el suelo mientras Vraxus giraba, buscando al tirador. Un francotirador lo había hecho. Pero ya era tarde. Se arrodilló junto a su padre, sosteniéndolo en sus brazos.
—Nunca olvides quién eres... ni el honor que llevas dentro... —susurró su padre con su último aliento.
Vraxus apretó los dientes. Había fallado en protegerlo. Y ahora, solo quedaba la venganza