Vuelta a los orígenes

Cap. 24

Nueve años antes:

Katherine y Luke estaban sentados en el tejado de la casa de la montaña de los padres del chico, ya era de noche y desde ahí se podía ver un cielo precioso, lleno de estrellas. Ambos miraban hacia arriba en silencio, compartiendo ese intimo y sencillo momento. Kate cerró los ojos con una sonrisa mientras la brisa veraniega movía sus cabellos ligeramente. 

Luke se quedó durante unos segundos mirándola, estaba hipnotizado con la imagen, no podía creer que con tan solo diecisiete años recién cumplidos ya pudiera ser tan bella, inteligente, dulce... era especial. Veía como suspiraba mientras la luna creaba juegos de luces en su piel, las pestañas le rozaban las mejillas mientras él pensaba que era una pena tener tapados esos ojos azules tan hipnóticos, su rubia melena se mecía con soltura y elegancia tras su cara debido a la suave brisa, era como si bailara una suave danza.

_ ¿Nervioso? -preguntó ella tras una larga inspiración-.

_ ¿Por qué?

_ No sé, por salir de este pueblo, ir a la universidad, independizarte...

_ Más que nervios tengo miedo.

_ ¿Miedo, por qué?

Luke la miró mientras ella esperaba callada que le respondiera, pero él no sabía si se atrevía a hacerlo. Pegó un fuerte suspiro mientras miraba al frente, era Katherine Marie, su amiga de toda la vida, si había alguien en quien podía confiar era ella.

_ Me asusta no ser suficiente.

_ ¿Suficiente?

Katherine se acercó más a él y se sentó a su lado con las rodillas dobladas, apoyó su cabeza sobre estas y se rodeó las piernas con sus brazos, prestando mucha atención a lo que le decía su amigo.

_ Me han dado una beca completa para una de las mejores universidades del país, me asusta, ahí todo lo que van son genios, ¿y si no soy suficiente? ¿Y si no me gusta? Todos han puesto tantas esperanzas en mí...

_ Siempre puedes dejarlo, en la tienda de mis padres siempre tendrás un puesto como dependiente, ya lo sabes. Además, así cuando herede la tienda seré tu jefa -le dijo divertida-.

_ ¿Tú mi jefa? Eso me gustaría verlo -le respondió siguiéndole el juego mientras levantaba una ceja incrédulo-.

_ Por supuesto, y seré implacable -ambos se rieron con ganas por el comentario-. En serio Lucky, no tienes porqué preocuparte, eres con diferencia la persona más inteligente que he conocido y desde niño quieres ser médico, te va a ir bien, estoy segura, tú naciste para esto. 

_ Gracias.

Katherine se acercó y le dio un beso en la mejilla, lo cual provocó una sonrisa en su amigo. Acto seguido se levantó y empezó a andar por la parte más alta del tejado mientras mantenía el equilibrio con los brazos extendidos y ponía un pie justo delante del otro.

_ Para o te harás daño -le dijo Luke algo preocupado, tendía a protegerla como si fuera su hermana pequeña, aunque lo que sentía desde hacía un tiempo no tenía nada que ver con un amor de hermanos-.

_ No pasa nada, ¿no quieres ser médico? Pues si me pasa algo me curas y así practicas.

_ Katherine Marie, en serio, deja de hacer eso y baja de ahí.

_ ¿Por qué siempre me llamas por mi nombre completo? Eres el único que lo hace.

_ Siempre te he llamado así, además, tú eres la única que me llama Lucky.

_ Porque sé que lo odias -le dijo riéndose-.

_ Por la misma razón lo hago yo, así que estamos en paz.

Ambos se rieron por el comentario y Katherine dejó de jugar con su suerte y fue al lado de Luke y se sentó apoyando su cabeza en el hombro de su amigo, a lo que él respondió pasando su brazo por encima de sus hombros.

_ Te voy a echar de menos -le dijo ella en un suspiro pesado-.

_ Y yo a ti.

_ Se me hace raro pensar que voy a mirar por la ventana y no voy a verte, siempre has estado al otro lado.

_ Prométeme que te cuidaras, tienes que intentar no meterte en follones enana, yo ya no voy a estar ahí protegiéndote.

_ Sabes que yo no soy la que busca follones, no entiendo qué pretendes que haga.

_ No dejes que te insulten como siempre hacen, muéstrales que mereces respeto, no voy a poder irme tranquilo si no me lo prometes.

_ Te lo prometo -le dijo ella más por dejarle tranquilo que porque lo creyera de verdad, no estaba en sus manos que la dejaran tranquila, y por mucho que lo intentara sabía que no iba a conseguir que le tuvieran el mínimo respeto-.

Continuaron callados mirando el bosque que les rodeaba junto al cielo estrellado, Luke no podía evitar pensar en cuanto extrañaría eso, los mejores momentos que había tenido durante sus dieciocho años habían ocurrido en ese lugar. Dibujó una sonrisa al pensar que en todos había estado ella, las noches que pasaban sentados en la hierva mirando la luna mientras hablaban, las cenas y comidas en la terraza o el jardín junto a sus padres, los ratos que pasaban en su lugar secreto, los paseos a caballo al río, la noche en que Katherine probó por primera vez el alcohol y aunque solo se bebió medio botellín de cerveza se emborrachó, cuando de pequeños jugaban en la piscina... se río él solo al recordar a su vecina con manguitos, simplemente se los ponía porque eran de Minnie Mouse aunque ya sabía nadar perfectamente, pero es que adoraba esos manguitos. 

Se quedó mirando a Katherine un rato, estaba tranquila apoyada en su hombro, no pudo evitar pensar en cuando se emborrachó, no hacía mucho de eso, poco más de un año, fue cuando su amiga cumplió los dieciséis. Luke le quiso preparar una fiesta sorpresa, pero solo aparecieron dos personas, Amanda y Graham, por lo que decidieron ir a la casa de la montaña y pasar ahí la noche, bañándose en la piscina y divirtiéndose los cuatro. Graham y Luke tenían la misma edad, por lo que, aunque todavía no era legal que bebieran, ya habían probado alguna vez el alcohol, pero Katherine no, nunca se había atrevido. En un momento Graham y Amanda (que en ese momento todavía eran solo dos amigos que perdían los huesos el uno por el otro) desaparecieron, Luke y Katherine se quedaron tumbados en la hierva mirando la luna como habían hecho tantísimas veces antes. Luke le dejó probar de su cerveza a Katherine, la cual hizo una mueca desagradable al probarla, sabía demasiado amarga, pero pese a ello acabó bebiendo la mitad del botellín, más que nada porque le gustaba esa sensación de sentirse adulta que la cerveza le creaba. Estuvieron un buen rato hablando y riéndose, mientras ambos iban bebiendo y poniéndose un poco borrachos, bueno, Katherine sorprendentemente muy borracha, hasta el punto de que sin saber cómo se acercó a Luke y le dio un beso en los labios el cual su amigo continuó. Los dos comenzaron a besarse con ganas, ambos anhelaban ese beso, Katherine le acariciaba el pelo y la cara mientras Luke la abrazaba por la cintura, intentando que no se separa de él y el beso durara eternamente. Lo que no sabía el chico es que Katherine no solo deseaba ese beso tanto como él, sino que además había sido su primer beso, ese que toda chica recuerda y atesora por el resto de su vida. Cuando se separaron Katherine salió corriendo a buscar a su amiga al interior de la casa, más que nada porque se moría de vergüenza, Luke se quedó sentado en la hierva sin entender nada, no entendía lo que había pasado. Siempre había sentido un cariño muy especial por Katherine, para él era como si fuera de la familia, esa prima o hermana pequeña a la que adoras pero que siempre estas molestando. Pero desde hacía un tiempo estaba empezando a verla de otra forma, no sabía muy bien lo que pasaba, ella era Katherine Marie, la niña con la que jugaba y con la que se pasaba horas y horas viendo películas en el sofá desde niños, pero algo había cambiado, y con ese beso lo vio todo todavía más claro, se había enamorado de ella, lo tenía seguro, estaba completamente enamorado de ella. No volvieron a hablar en lo que quedaba de noche, al fin y al cabo era muy tarde y al entrar a la casa vio que Katherine ya estaba dormida por culpa del alcohol. A la mañana siguiente ambos fingieron no acordarse de prácticamente nada de lo que había pasado la noche anterior, aunque los dos lo recordaban todo perfectamente. El chico agitó un poco la cabeza para intentar quitarse el pensamiento de la cabeza, ahora que se iba no podía ponerse a recordar esas cosas, más que nada porque cada vez que lo hacía una sensación cálida y nerviosa le recorría el pecho, y debía intentar olvidarse de eso.




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