"La historia se repite hasta que aprendemos las lecciones necesarias para cambiar nuestro camino."
Estaba frente a la puerta a la casa de Liam, la dirección me la dio Samuel, no venía a verlo a él, era la persona menos indicada de visitarlo, sobre todo después de la discusión que tuvimos en la cafetería. Estaba aquí porque quería hablar con sus padres.
Mi madre me había apoyado para que viniera, ella consideraba que era muy bueno que estaba haciendo. Así que el apoyo de mi madre me tenía aquí parada enfrente a la puerta de la casa de Liam.
La casa era realmente hermosa y grande, la entrada era de piedra y a su alrededor estaba cubierto por arbustos y flores que seguían el camino, la puerta era de madera y a cada lado de ella habían dos faroles pequeños, se notaba que los padres de Liam tenía dinero, talvez no millonarios pero si podían darse ciertos lujos cómo está inmensa casa.
Toqué el timbre y espere, la puerta se abrió y apareció ante mi una mujer muy elegante, rubia, ojos celestes y de labios rosas.
— Buenas tardes. —Me saludó. — Déjame decirte que Liam no quiere ver a nadie, así que pierdes tu tiempo.
¿Porque ella pensaría que yo venía a ver a Liam?
— Disculpe, pero no he venido a ver a Liam ¿Usted es su madre? —Pregunté ya que no veía nada parecido con Liam.
— Si soy su madre, y disculpa no era mi intención hacerte sentir mal, pero ya han sido tantas chicas las que han querido verlo que he perdido la cuenta y ya estoy un poco cansada de la misma situación, todas vienen con la ilusión de verlo y todas se van con un sabor amargo ya que el no quiere ver a nadie.
Pobre señora, con razón me trato de esa manera.
— No, discúlpeme usted a mi, sé que es un mal momento, pero creo que es muy importante lo que tengo que hablar con usted.
— ¿Conmigo? —Preguntó sorprendida
— Si, he venido a platicar con usted sobre Liam.
— Bueno, eso si no me lo esperaba, pero pasa, adentro estaremos más cómodas.
Ella abrió más la puerta y me dejo entrar. Si por fuera la casa era hermosa, por dentro era bellísima. Al entrar la puerta daba directo con la sala y unas escaleras enormes que daban a la segunda planta, supongo que es donde se ubicaban las habitaciones. Se notaban que tenían buen gusto con la decoración, distintas pinturas adornaban las paredes. Seguí a la mamá de Liam, cada paso que daba me adentraba a esta casa y me parecía más hermosa.
— Toma asiento. —Me indicó la mamá de Liam, me señaló uno de los sillones café que estaba en la sala y yo tomé asiento. — Creo que no me he presentado como se debe, mi nombre es Ross Evans.
— Mucho gusto señora Evans, yo soy Elizabeth Anfield, pero me gusta que me llamen Eli, soy compañera de estudios de su hijo.
— Muy bien Eli, ¿Que quieres hablar conmigo? —Ella se cruzó de piernas y me vio directamente para prestar atención a lo que yo estaba por decirle.
— Bueno señora Evans, yo soy voluntaria del centro médico de rehabilitación y se lo que una persona como Liam puede sufrir cuando pasa por estas situaciones. —Ella solo levantó una ceja, como queriendo comprender lo que le decía. — Lo que quiero decir es que como su madre no lo abandone, aunque él no quiera que usted lo acompañe, no lo deje solo, muchas personas suelen cometer acciones en contra de su vida, ya que en esos momentos lo único que los acompaña es la soledad, y créame no es una buena compañía.
La señora Ross, suspiró y me vio directamente a los ojos — Mira Eli, yo se que tus intenciones son buenas, pero créeme a mi hijo no le pasará eso, él es una persona muy fuerte y algo como esto no lo detendrá, gracias por tus consejos pero yo se como ayudar a mi hijo.
Se que la señora Evans puede pensar esto, pero ella no se imaginaba que entre más solo te encuentres más desdichado te sientes y lo único quieres es dormir y no despertar nunca más.
— Señora Evans, disculpe que la interrumpa. —Una mujer de unos cuarenta años entró a la sala irrumpiendo con nuestra conversación.
— ¿Que es lo qué pasa Ana? Sabes muy bien que no me gustan que me interrumpan.
— Disculpe Señora, lo qué pasa es que el joven Liam no abre su cuarto, he tocado e incluso e intentando abrir pero se encuentra con llave, hace más de una hora que fue la ultima vez que entre en su habitación.
La Señora Evans dirige su vista hacia mi y luego se dirige a Ana, camina hacia otra habitación y a los pocos minutos sale nuevamente.
— Ven Ana, aquí tengo las llaves. —Levanta su mano y muestra un puño de llaves. — Vamos abrir esa habitación, pueda ser que Liam solo esté durmiendo. —Yo observo la escena y las sigo, teniendo un mal presentimiento de todo esto.
Caminamos hacia las escaleras y las subimos rápidamente, Ana va detrás y yo seguido de ella. Y aunque nadie me invitó a entrar, yo las sigo porque pueden necesitar de mi ayuda. Llego hasta donde están y la mamá de Liam abre la puerta, ellas entran primero y yo voy seguido.
— ¿Liam? —Pronuncia la señora Evans. — ¿Donde estás amor?. —Vemos la silla de ruedas que supongo es de Liam a la par de una puerta.
— ¿Liam estás ahí? —Pregunta la señora Evans tocando la puerta con su nudillos. — ¿Estas ahí Liam?. —Vuelve a tocar. – Voy a entrar, no te asustes soy mamá. —Ella abre la puerta y entra seguido de Ana. — ¡Liam! ¿Pero que haz hecho? —Grita La señora Evans, Ana inmediatamente sale de la habitación con cara de horror. — ¡Ana llama una ambulancia! ¡Date prisa! —Grita la señora Evans. —Ana sale corriendo de la habitación y entonces decido entrar al baño.
La escena que vi es terrorífica, Liam estaba sentado en el suelo, su espalda recostada en una de las paredes, sus manos las tenía extendidas, las cuales se encontraban llenas de sangre. Alrededor de Liam se había formado un charco de ese líquido rojizo que sus venas cortadas desprendían, su madre lo envolvía en un abrazo gritando su nombre, todo parecía ser tan irreal. Liam tenía sus ojos abiertos y sonreía en señal de victoria.