Capítulo 08
«Es una chica»
—Sí, ha pasado mucho tiempo. Veo que le ha ido muy bien —expuso con formalidad, aclarando su garganta.
En todo ese tiempo imaginó que sus caminos nunca volverían a encontrarse. Esa era la razón por la que elle, de manera inconsciente, estaba obsesionada con el trabajo, no pensó que ese mismo fuera el que la levara de regreso a su encuentro.
»Dean me asignó para ser su guardaespaldas personal. Aquí hay dos copias de posibles acuerdos a los que podamos llegar, estoy aquí para responder cada una de sus dudas— comentó extendiendo el portafolio en el que los llevaba.
—¿Guardaespaldas? —preguntó extrañado.
No era la chica que había dejado atrás hace algún tiempo. La Astoria que él conoció detestaba tener que usar la fuerza para resolver algún conflicto, además de que no le gustaba lucir para nada desaliñada.
Ella, sin darle importancia a su tono de voz, asintió. Al parecer era un enorme cambio para Marcus el ver a su exesposa con una profesión diferente a la que había ejercido en los escasos meses de matrimonio que llevaron.
—Han sido seis años, es común que tenga esa reacción al verme —recalcó la castaña manteniendo el clima profesional que deseaba—. Dígame ¿Cuál es el motivo por el que solicitó el servicio de escolta personal? —indagó, necesitaban saber cuál era el motivo, debían saber de qué se cuidarían.
—¿Por qué eres guardaespaldas? —cuestionó sin salir de su trance al ver que su delicada esposa empleaba ahora la fuerza para trabajar
Lo ignoró, no deseaba tocar temas personales en ese momento, menos con él, que a sus ojos era un completo extraño.
»¿Aprendiste a usar armas? —Insistió y ladeó la cabeza y decía lo primero que se le ocurría.
Estaba nervioso, nervioso por encontrarse a la mujer que aún amaba y ver que el tiempo había hecho enormes cambios en ella.
—No creo que sea conveniente responder aquellas preguntas. —expuso Astoria intentando llevar el tema una vez más a dónde quería—. De casualidad ¿Tiene alguna duda de mis capacidades? ¿O piensa que una mujer no puede hacer un buen trabajo? —cuestionó rememorando las palabras que sus primeros clientes le habían hecho.
Al parecer, los hombres tenían grabada en sus cabezas la errónea idea de que las mujeres no podrían ejecutar ninguna tarea que necesitara de fuerza. Aunque, Astoria prefería mil veces usar su cerebro, era consciente de que siempre se necesitarían ambas.
—No exactamente la razón debe de ser que eres mujer, sino, porque te conocí y no podías destapar un frasco de jalea, soy testigo de ello —confesó el mayor desviando levemente su mirada.
La presencia de Astoria aún le ponía nervioso y más ahora.
—No lo hacía porque no pudiera, sino… porque quería que mi esposo lo hiciera —aclaró con suma obviedad—, veo que sigue siendo el mismo que no capta las indirectas. Es importante que se sienta seguro con el escolta que elija, podría, simplemente, hacer una prueba conmigo. Si paso, en ese caso, me quedaré a su servicio y si no, le contactaré con otro de mis compañeros, uno que sea hombre, alto y fornido —dijo ella con un sutil tono de burla.
—Me parece bien, podrás iniciar cuando gustes —Una sonrisa ladina se posó en su rostro.
No quería saber cuáles eran las capacidades de Astoria, solo quería tenerla cerca.
Que se marchara sin poder verla una vez más, no le gustaba, no deseaba dejar que se fuera, no otra vez.
Astoria se dedicó a explicarle la diferencia entre los dos contratos que trajo, si bien Marcus no le prestó ni un poco de atención a lo que decía, terminó usando a vieja confiable: ¿Cuál es la que me recomiendas?
Poco le importaba el costo de sus servicios, deseaba tenerla a su lado una vez más, las veinticuatro horas, los siete días de la semana. La idea de estar con ella le producía esa sensación cálida en su interior que tanto extrañó.
—Bien, en ese caso, tenemos un trato, señor Thompson —Se puso de pie con una pequeña sonrisa.
Ella deseaba darle el trabajo a otra persona; sin embargo, sabía perfectamente que eso era solamente trabajo, quería probarse para saber hasta qué punto llegaría, qué era lo que la vida quería.
—Un momento, le dije a su jefe que comenzaría inmediatamente.
Eso era, no dejaría que se fuera, nunca más.
»Bienvenida a mi hogar —dijo finalmente al abrir la puerta.
La mirada inquisitiva de Astoria viaja de un lado a otro, no puede pasar por alto nada. No había lugar para equivocaciones, eso era lo que la hacía estar entre una de las mujeres.
—Si no le importa, haré una pequeña revisión —expuso abriéndose paso por cada uno de los rincones y habitaciones.
Esa era también su manera para conocer el lugar, para habituarse a él, en caso de que alguien intente infiltrarse en casa, tendrá el conocimiento para detenerlo o saber en dónde buscar. Mientras ella se adentraba a una de las habitaciones, otra de las chicas que acostumbraban a acosarlo salió de detrás de la puerta y se abalanzó sobre él.
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Editado: 02.11.2024