W Y H. La Guerra Comienza

CAPITULO 1 EL INTRUSO

CAPITULO 1

EL INTRUSO

Leknes, un reino lleno de hermosos edificios de madera y piedra, está pintado con la sangre de todos sus habitantes.

Los majestuosos edificios yacen humeantes y en ruinas, y las calles se tiñen de rojo con la sangre de miles de personas. El aire se carga con el olor acre del humo y la muerte.

Un grupo de personas se dirige hacia el castillo, caminando sobre los cuerpos y la sangre como si de una alfombra se tratase. Sus pasos resuenan en el silencio sepulcral, interrumpido solo por el crujido de los escombros bajo sus pies.

Wilson, quien aparentemente es el líder, felicita a su hijo y, con una voz llena de orgullo y elegancia, le dice:

—Felicidades, W. Creo que te pasaste un poco, pero no importa. Hay humanos en todas partes, ¿qué importa un par de miles?

W, con sangre en la cara, mira a su padre y, sin mostrar emoción alguna, solo se limita a decir:

—Gracias.

En ese momento, todo se torna oscuro.

W despierta gritando, pues todo es solo una pesadilla.

—Mierda, la misma maldita pesadilla.

Es el año 1735 D.C.

Los primeros rayos del sol iluminan las pequeñas ventanas de madera del cuarto de W mientras él se prepara para comenzar una jornada más como carpintero. El contraste entre la pesadilla y la tranquila rutina matutina es abrumador.

W baja a desayunar y se encuentra a May haciendo el desayuno. El aroma de la avena caliente y las frutas frescas llena la cocina.

May es una chica de ascendencia japonesa; al medir un metro con cincuenta centímetros, apenas alcanza las repisas. Su cabello negro y lacio cae sobre sus hombros mientras se mueve con agilidad por la cocina.

Cuando lo ve, May dice con un tono de voz burlesco:

—No te había visto, creí que seguías gritando en tu cuarto.

W se ríe de forma sarcástica y contesta:

—Muy graciosa. La verdad, me extraña que te hayas levantado tan temprano.

May responde:

—Pues hoy es el festival del ejército de Leknes, así que debemos proporcionar las sillas y mesas.

W se disculpa por haberlo olvidado y menciona que ya tiene planes con su novia Sara.

May, molesta, le dice:

—¿Por qué no me sorprende? Esa humana te quita mucho tiempo y yo no te cubriré... Oh, por cierto, está esperándote en el taller.

W se dirige al taller y se encuentra con su novia Sara. Ellos ya han planeado ver el desfile del ejército juntos y falta poco para que comience. Sara, con su uniforme de soldado impecable, lo espera con una sonrisa y juntos se van al desfile.

W y Sara caminan por la plaza tomados de la mano mientras observan a la gente preparándose para el desfile militar.

En la zona de las bancas, hay una maestra contándoles una historia a los niños.

Sara le dice a W que vayan a escucharla, pues piensa que será entretenido.

—Bueno, niños, ¿cuál quieren que sea la siguiente historia? —pregunta la maestra a los quince niños que la rodean.

—¡La historia del muro continental! —grita un niño en el fondo.

La maestra sonríe y comienza a narrar:

—Hace más de doscientos años, colonizadores europeos saqueaban este continente, arrebatando las vidas de los indígenas y destruyendo sus pueblos. Pero un día, un brujo, su nombre ya olvidado, intervino.

Se dice que al involucrarse rompió un pacto de hace miles de años.

Una niña la interrumpe preguntando con curiosidad:

—¿Lograron ganar?

La maestra sonríe y dice: —En esa parte estoy.

Ella continúa relatando:

—Al verlo hacerle frente a los extranjeros, más y más seres con poderes sobrenaturales se unieron a él para defender a los humanos de la maldad de los extranjeros. Y así, después de un año, lograron expulsarlos del continente.

—¿Y eso cómo explica el muro? —pregunta

otro niño.

—¡Todavía no termino! —exclama la maestra.

—Los gobernantes de Europa no se darían por vencidos y, al cabo de unos años, regresaron, pero como algo nunca antes visto. Trajeron consigo un ejército formado por humanos y seres sobrenaturales, también llamados monstruos, pero no solo de Europa, sino de todas las naciones del mundo.

—¿Quién ganó? —pregunta la misma niña de antes.

La maestra continúa:

—Diez años duró la guerra. Para este punto, había extranjeros e indígenas de ambas partes. Nuestro continente estaba a punto de perder, pero un mago, un hechicero y un brujo, usando un poder misterioso, elevaron un muro desde las profundidades del mar hasta alcanzar las nubes. Nadie puede destruirlo ni tocarlo. Luego de eso, los millones de extranjeros que quedaron dentro del continente americano firmaron la paz junto con los indígenas.

—¿Y qué pasó después? —pregunta la misma niña por tercera vez.

La maestra contesta:

—Los monstruos fueron abandonados por los humanos y la mayoría de estos comenzó a atacarnos, pero no se preocupen, construimos ciudades con muros hechizados para que no puedan entrar.

Suena una campana indicando que los puestos de comida han abierto

y los niños se van corriendo a comprar.

—¿Ya la habías escuchado? —pregunta Sara con curiosidad.

A lo que W responde sonriendo:

—La había leído hace tiempo, pero ya se me había olvidado.

Una explosión resuena desde la entrada de la ciudad. El estruendo es ensordecedor, y una nube de polvo y escombros se eleva hacia el cielo.

May sale corriendo y, muy asustada, dice sin todavía poder creerlo:

—Imposible, ¿cómo es posible que hayan podido destruir la entrada?

La explosión resuena por toda la ciudad, sembrando el pánico entre los habitantes.

Unos momentos atrás, en la entrada de la ciudad, va llegando un joven. Sus blancos pies van descalzos por las calles de tierra, y su presencia emana una extraña calma.

Cuando llega a la puerta de la ciudad, esta se encuentra cerrada. Unos guardias se le acercan y le piden que se identifique.

El joven, con sus ojos marrones, los mira de reojo y, sin mostrar ninguna emoción, levanta el puño para romper la puerta con sus propias manos.




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