W Y H. La Guerra Comienza

CAPITULO 8 CAMINATA

CAPITULO 8
CAMINATA

H y Ashley caminan desde hace rato, rodeados de pinos altos y fuertes que se elevan hacia el cielo como centinelas de la naturaleza. Ashley no para de contarle a H lo que ha vivido en esos años, su voz llena de emoción y ternura.

—Después de ayudar a ese pueblo con su problema de alimentos, estuve vagando por días hasta que llegué a Trieste, pero no quise entrar y entonces me refugié en el laboratorio —cuenta Ashley, su rostro iluminado por la luz de la luna.

H escucha con su característica actitud vacía, su mirada perdida en el horizonte. Ashley se atreve a preguntar, su voz llena de timidez:

—¿Por qué nos abandonaste a mí y a mamá en esa ciudad?

H se detiene, su figura inmóvil como una estatua. Su respuesta es breve y cortante:

—Su entrenamiento había terminado. Ya no me necesitaban.

Ashley agacha la cabeza, su cabello oscuro cayendo como una cortina sobre su rostro. Su estómago ruge de hambre, y ella se sonroja. H se percata de su estado y pregunta:

—¿Desde hace cuánto no comes?

Ashley se encoge de hombros, su voz llena de vergüenza:

—Pues creo que desde hace unos días. Estuve leyendo tus libros y no me dio tiempo de salir a cazar. Solo tomé café durante cuatro días.

El estómago de H ruge en respuesta, y Ashley se ríe suavemente. La tensión entre ellos se disipa por un momento.

—¿Y tú, desde hace cuánto no comes, pajarito? —pregunta Ashley, su sonrisa juguetona.

H se detiene de golpe y da un salto que lo lleva muy lejos, desapareciendo entre los árboles. Ashley se enoja, pensando que la ha abandonado de nuevo. Se sienta debajo de un pino, su espalda contra el tronco rugoso. Sus lágrimas comienzan a fluir, y ella solloza en silencio.

—Es mi culpa por esperar algo de él. No sé por qué sigo intentando hacer que se enamore de mí. Él no puede amar a nadie. Solo quiero estar con él —susurra Ashley, su voz entrecortada por los sollozos.

Un ruido fuerte interrumpe su llanto. Una vaca cae al suelo con un golpe seco, levantando polvo y hojas secas. Ashley se asusta y se cubre con un campo de energía protectora. H aterriza con elegancia a su lado, su mirada vacía como siempre.

—Esa vaca es lo único que hay por ahora. Busquemos con qué cocinarla —dice H, su voz sin emoción.

Ashley se limpia las lágrimas y se levanta, su rostro aún húmedo. Sin decir una palabra, comienza a buscar leña seca. Cuando regresa, H ya está despedazando la vaca con sus cuchillos afilados. La mirada de Ashley se posa en los cuchillos, y recuerda algo importante.

—H, no te vayas a enojar conmigo... —comienza a decir, su voz llena de vergüenza.

H se detiene, su mirada expectante.

—Tengo dos de las doce espadas que necesitas —confiesa Ashley, su rostro enrojecido.

H no muestra emoción, pero su voz es ligeramente más suave.

—Bueno, entonces sácalas.

Ashley estira su mano, arruga la manga de su camisa y descubre los dos tatuajes de las espadas griegas en su muñeca derecha. Los tatuajes brillan con una luz blanca, y las espadas Afrodita y Efesto aparecen frente a ella, clavándose en la tierra con un sonido metálico. H las recoge, sosteniéndolas una en cada mano. Cierra los ojos, y cuando los abre, su mirada brilla con un fuego interno.

H termina de cortar la carne y Ashley comienza a asarla. H se sienta junto al fuego con su icónica expresión vacía que siempre lo acompaña. Mientras Ashley asa la carne, intenta reunir valor para hacer una pregunta.

El viento sopla con una brisa fría de otoño y en esa noche estrellada, ambos guardan silencio por un momento, solo se escucha el crujir del fuego y la grasa de la carne en el fuego.

Ashley se anima a preguntar:

—H... Yo quería saber...

Fueron interrumpidos por una bola de fuego que se dirige con ferocidad hacia ellos. H salta hacia Ashley, la toma de la cintura y de un salto suben a lo más alto de un pino mientras la bola de fuego impacta contra la fogata y explota, creando un incendio.

Una ráfaga de lanzas de hielo sale disparada hacia H, quien todavía tiene a Ashley en brazos. Ashley activa su barrera de protección hasta que las lanzas se detienen. Luego, saltan hacia la batalla.

Ashley saca un látigo de hierro y cadena de uno de sus tatuajes, mientras que H saca sus uñas y prepara lanzas de sangre. Están rodeados por seis soldados del culto, armados con bastones con runas en sus puntas.

H dispara sus lanzas de sangre hacia todos, pero estos lanzan una luz que anula el ataque, haciendo que la sangre caiga al suelo. H recibe ese ataque de luz y lo debilita un poco. Ashley logra esquivarlo.

H se abalanza con rapidez hacia uno de los soldados y con sus uñas le da un golpe en la cara, desgarrándole la piel y el cráneo, dándole una muerte instantánea. Ashley ataca con su látigo y lo enrolla en el cuello de uno de ellos. Rápidamente tira del látigo y lo decapita.

La luz de los bastones debilita los ataques de H, y este cae arrodillado al suelo. Comienza a sudar como si estuviera debajo de un sol abrazador. Uno de los soldados le grita a los demás que carguen el rayo purificador.

Ashley se lanza hacia ellos con su látigo y enrolla a uno de los soldados por la cintura, partiéndolo en dos antes de que pueda reaccionar, llenando el látigo de sangre. Pero uno de los soldados restantes lanza el rayo purificador, impactándole en el pecho. Ashley cae al suelo inconsciente.

H se levanta con la respiración agitada, crea una barrera de protección alrededor de Ashley en forma de domo, y entonces sus ojos cambian a un color azul que brilla tanto como la luna.

Uno de los soldados sale corriendo, mientras que los demás comienzan a disparar el rayo purificador de sus bastones. Una gran llamarada de fuego cubre todo en un radio de treinta metros y hace que el soldado que huye vuele por los aires, destruyendo su bastón y hiriéndose en el impacto. Pero se levanta y sigue huyendo hacia Aso.




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