CAPITULO 13
EL NIÑO
Ashley despierta, la luz del mediodía se filtra a través del techo de paja de la enfermería, pero este comienza a quemarse. El calor y el humo llenan el aire, creando una sensación de urgencia y peligro.
Ashley se levanta, un poco débil, ya que no ha recuperado la energía que el rayo purificador le ha quitado. El dolor en su cuerpo es constante, pero la adrenalina la impulsa a moverse. Sale al recibidor de la enfermería y lo único que puede ver es a las sanadoras y curanderas evacuando a los heridos y enfermos con rostros llenos de pánico.
Ashley sale corriendo hacia afuera y, impactada, mira cómo la ciudad se está quemando. Hay cadáveres de humanos y soldados del culto por todas partes, y a lo lejos, en la plaza, ve a H luchando con sus puños, eliminando uno por uno a los soldados del culto.
Ashley saca su látigo, lista para unirse a la batalla, pero no puede mantenerse en pie por su falta de energía. Una de las sanadoras corre hacia ella y le ofrece una poción de vida que ha encontrado en uno de los cadáveres de los soldados del culto.
Ashley lo rechaza, diciendo: "No tomaré esa aberración, ¿o acaso no sabes de lo que está hecho?".
A lo lejos, un niño de no más de diez años llora junto al cadáver de quien parece ser su padre. Ashley, con sus pocas fuerzas, corre hacia él, pero unos soldados del culto se lo llevan y lo encadenan.
Voltea hacia la sanadora y le quita la poción, recuperando casi toda su fuerza. Se trona los huesos y se va corriendo a toda velocidad para alcanzarlos. Salta sobre los edificios con tanta facilidad y fuerza que le toma segundos alcanzarlos, mientras a lo lejos, H hace una carnicería.
Ashley salta y, estando en el aire, ataca con su látigo, decapitando uno por uno a los ocho soldados del culto en pocos segundos. El niño yace en una jaula junto a más de una docena de niños. Ashley rompe el candado con la mano y, uno por uno, los va liberando de sus cadenas, pero es alcanzada por un rayo purificador.
El rayo proviene de un grupo de más de cien soldados que están entrando a la ciudad como refuerzos para el culto. Los niños liberados se ponen a sí mismos como escudos para proteger a Ashley, mientras los soldados solo ríen.
Entonces, todos cabalgan con ferocidad hacia Ashley y los niños. El miedo se ve en los ojos de los niños, pero no van a dejar a su salvadora así. Ashley les grita que escapen, pero estos no la abandonan.
Entonces, en el humo que cubre el cielo, dos luces café brillan con intensidad. Del humo sale H, quien lanza un ataque usando su sangre como flechas. Estas impactan decapitando a una docena de soldados.
H cae al suelo de manera elegante y, con unos leves movimientos de sus manos, controla la sangre ya lanzada y, en cuestión de segundos, mata a cada uno de los soldados mientras lanzan rayos purificadores hacia él, pero H crea una barrera protectora mientras los mata.
A Ashley le salen lágrimas de felicidad. Los niños, lejos de temerle, le agradecen a gritos a H. Este le lanza una poción de vida a Ashley, quien se la toma con asco.
—Te debiste quedar en la enfermería —dice H con su misma frialdad de siempre.
A lo que Ashley responde, un tanto enojada:
—No podía quedarme de brazos cruzados, no otra vez.
Liberan a todos los niños y los escoltan a la enfermería. Mientras caminan, un general corre hacia H y le dice:
—Señor H, ya eliminamos a todos los soldados del culto que quedaban. —Se le ve feliz y orgulloso.
H solo se limita a decir:
—¿Y por qué me lo dices a mí?
El general responde que creyó que sería lo correcto por la ayuda que ha brindado en la batalla. H sigue su camino sin darle importancia.
Ashley le pregunta el nombre al niño que ha perdido a su madre. Este le dice:
—Me... llamo Oliver. —Se le ve decaído y asustado.
Ashley, para animarlo, lo sube a sus hombros y, en minutos, llegan a la enfermería donde se encuentran los sobrevivientes de la ciudad. Todos los niños van con sus padres y hermanos, pero Oliver se pone a llorar pues ya no tiene a ningún familiar.
Entonces, Ashley lo baja de sus hombros y le entrega su látigo, diciéndole al oído con un tono dulce y confortante:
—No estás solo, tus padres y tu familia siempre estarán vivos en tu corazón y, siempre que sonrías o sientas alegría, son ellos abrazándote.
Oliver acepta el látigo, pero no puede con el peso, ya que, al ser una arma mágica, esta es muy pesada. Él le pide a Ashley poder acompañarlos, ya que no tiene nada en la ciudad. Les dice que ellos fueron sus salvadores y ahora está en deuda con ellos.
Ashley vuelve a subir a Oliver a sus hombros y le pregunta a H si los puede acompañar unos días, a lo que H contesta frío y seco:
—Hagan lo que quieran.
Es así como comienzan su viaje de Ipala hacia Trieste, siendo despedidos con agradecimiento por los sobrevivientes de Ipala. Ashley y Oliver miran contentos hacia atrás y ven cómo los pobladores están felices y agradecidos con ellos, pero H no voltea en ningún momento.
Un par de horas después, están cerca de la ciudad de Trieste. Solo deben cruzar un tramo del bosque para poder ver la ciudad desde la distancia. Ashley, orgullosa, va contándole a Oliver lo hermoso que es Trieste, los edificios elegantes y altos, las calles cubiertas de grava gris, los diferentes tipos de animales que usan para cabalgar. Él se siente emocionado de poder ver todo eso.
Oliver le pregunta a Ashley si ya ha estado en Trieste. Ella contesta contenta y llena de nostalgia:
—Sip, de hecho allí es donde nací y viví en la ciudad hasta los doce años. También fue allí donde conocí a H.
Oliver pregunta cómo fue que se conocieron, pero Ashley desvía la pregunta con otra. Ella le pregunta qué le gustaría ser al crecer, a lo que él contesta que quiere ser el compañero de aventuras de H para luchar juntos y pagar la deuda de haberlo salvado.