W Y H. La Guerra Comienza

CAPITULO 14 CASTIGO

CAPITULO 14
CASTIGO

W sigue luchando sin detenerse. Las espadas no paran de chocar y las chispas siguen volando por todas partes, iluminando el oscuro bosque con destellos de luz. El sonido del metal resonando en cada golpe es ensordecedor.

Urney no se toma la pelea en serio y, usando la espada azul oscuro, dice el cántico:

—Espada de Hades, absorción de almas.

Este ataque drena lentamente la poca energía de W, haciéndolo caer de rodillas. Siente como si su fuerza vital estuviera siendo arrancada de su cuerpo.

Urney se prepara para matarlo, pero de la nada, Jeffrey aparece y le atina un potente golpe con su mazo de guerra. El impacto resuena como un trueno.

En ese momento, Jeffrey recuerda las palabras de Robert cuando le entrega el mazo:

—Aunque por fuera parezca que ya venciste a tus demonios, tú y yo sabemos que no es así. Este mazo canalizará tu frustración e ira y la convertirá en fuerza destructiva. Te entrego el mazo de guerra de los Caminantes para que tus demonios ya no te destruyan a ti, sino que te ayuden a destruir a tus enemigos.

Volviendo a la batalla, el golpe de Jeffrey logra detener a Urney por unos segundos, dando tiempo para escapar. May toma una runa relámpago y la lanza justo en la cara de Urney para aturdirlo. Así logran huir.

Jeffrey toma en brazos a W, mientras que May se sujeta de su espalda, y comienza a correr y saltar para alejarse del peligro.

Mientras tanto, en Trieste, H, Oliver y Ashley se acercan a la entrada de la ciudad, donde los pocos sobrevivientes de la destrucción permanecen heridos. En una mesa, Robert recibe atención de unas sanadoras.

H se aproxima y pregunta con su misma seriedad de siempre:

—¿Qué pasó aquí?

Robert, con su característica risa, responde:

—Hace décadas que no nos vemos y así es como me saludas. Al parecer, tus modales nunca mejoraron.

H solo lo observa en silencio, y Robert, con un poco más de seriedad y culpa en su voz, continúa:

—Sé que piensas que fue el culto y su purificación, pero no. Esto lo provocamos nosotros. Enviamos a tu hermano y sus compañeros a destruir un nido de gente lobo, pero al parecer quedó una. Pasó tan rápido que mi poder de vidente ni siquiera pudo adivinar su nombre. Lo destruyó todo y ahora no queda nada para seguir aquí.

H, sin decir nada, se acerca a Ashley.

Ella permanece de rodillas, contemplando la destrucción de la ciudad que la vio nacer. Todos los edificios están destrozados, las casas de madera yacen humeantes y en llamas, el castillo en ruinas y las calles cubiertas de cadáveres. El muro sigue intacto, salvo por la puerta, que está destruida.

Ashley llora al ver en ruinas su hogar. Oliver se aproxima y la abraza, diciéndole con voz reconfortante:

—Me hubiera gustado ver la belleza de esta ciudad tal y como me contaste, pero aunque la ciudad esté destruida, su gente aún vive y eso la mantendrá viva.

Ashley, entre lágrimas, deja salir una risita y lo abraza.

H se acerca y le pide la ubicación de las espadas.

Ella se limpia las lágrimas y responde con firmeza:

—La espada de Ares y Hermes están en el castillo.

H, sin pronunciar palabra, entra a la ciudad y, a saltos, llega al castillo en segundos.

Ashley se dirige hacia Robert, quien la recibe con un abrazo. Ella le pregunta si William sigue con vida, y él responde que está ayudando a los heridos.

Por otro lado, W, May y Jeffrey continúan su viaje, intentando pasar desapercibidos para que el culto no los encuentre. Mientras avanzan, W no puede evitar pensar en las palabras de Urney sobre la purificación, preocupándose mucho por Sara.

Sumergido en sus pensamientos, cruza un puente de hamaca sin prestar atención y cae a un río junto con May, que va en su espalda.

—¿Están bien? —pregunta Jeffrey.

Ambos responden que sí, pero W expresa su preocupación por Sara y si está a salvo.

Jeffrey, con mucha confianza y seguridad en su voz, le dice:

—Tranquilo, el culto ha intentado destruir Trieste durante décadas, pero nuestro ejército es grande y puede contra cualquier enemigo. El culto nunca ha podido atravesar nuestros muros, así que no tienes nada que temer.

Las palabras tranquilizan un poco a W, quien insiste en que se apresuren.

Al caer la noche, acampan en las cercanías de la ciudad de Cardiff.

Mientras tanto, junto al anochecer, H regresa con ambas espadas guardadas en sus tatuajes. Al acercarse a los sobrevivientes para buscar a Ashley, ella lo espera con un regalo.

Con tono nervioso, le dice:

—Desde que vi la herida en tu pecho ayer... No importa. Me tomé la libertad de conseguirte una armadura, y sí, ya sé que no te gustan las armaduras, pero esta es ropa tan resistente como el acero y, además, está hecha con hilo de gente araña. Por lo tanto, los ataques eléctricos no te dañarán.

H se acerca y toma la ropa. Ashley voltea la mirada y agrega:

—Si no quieres ponértelo, no te...

H la interrumpe, asegurándole que la usará.

Ashley sonríe y lo abraza, aunque, como era de esperarse, él no corresponde el gesto.

H comienza a desvestirse para probarse la nueva ropa, lo que incomoda a todos los presentes, quienes rápidamente desvían la mirada. Se quita su pantalón café para ponerse el pantalón blanco que Ashley le dio, pero resulta ser veinte centímetros más corto de lo normal. Luego, se quita la camisa negra, dejando ver los tatuajes de sus cuatro espadas y las cicatrices que los rayos purificadores han dejado en su cuerpo. Se pone la camisa blanca; es de manga larga, pero la manga resulta demasiado larga, cubriendo casi toda su mano.

Todos lo observan en silencio, guardándose sus comentarios, salvo Oliver, quien le dice que se ve gracioso. H simplemente lo ignora.

Robert llama a H para contarle algo. Después de un rato, todos cenan para recuperar energías.




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