CAPÍTULO 17
MIEDO Y CANSANCIO
H y Urney chocan sus espadas con una fuerza brutal, haciendo llover chispas como estrellas fugaces en su danza de la muerte. El sonido metálico de las hojas resonando se convierte en una sinfonía mortal.
La fuerza de Urney logra hacerle frente a la de H, pero comienza a sudar y a cansarse. Su respiración se vuelve pesada, y gotas de sudor se mezclan con la tierra en el campo de batalla.
Con cada salto, con cada golpe, recorren grandes distancias, intentando atinar un golpe mortal. El aire se llena de tensión, sus movimientos son rápidos y precisos.
Ashley, con el ceño fruncido y la voz llena de urgencia, le dice a Sara que cure las heridas de la niña, quien se ve débil y muy herida. La piel pálida de la niña contrasta con la sangre que mancha su ropa desgarrada.
—Tranquila, vas a estar bien —dice Sara con una voz dulce mientras la coloca en el suelo con delicadeza. Sus manos tiemblan ligeramente, pero mantiene una expresión serena para calmar a la pequeña.
La niña, por otro lado, se ve asustada, con los ojos bien abiertos y lágrimas silenciosas corriendo por sus mejillas. No quiere hablar, pero tampoco se resiste a ser curada. Su mirada perdida refleja el miedo y el dolor que ha soportado.
Sara se preocupa al ver las profundas heridas de las cadenas en su cuerpo. La piel rota, los moretones oscuros, todo le recuerda la crueldad de la batalla. Entonces recuerda que en el bolso de la niña hay pociones de vida y le dice a Ashley que lo busque, pues ha salido volando cuando la rescataron.
Mientras tanto, H da una estocada con la espada de Ares. El aire se corta con el silbido de la hoja. Urney, con un grito de esfuerzo, logra agacharse y, de una poderosa patada, manda a H varias decenas de metros arriba. El impacto hace que la tierra retumbe.
La patada es tan fuerte que H escupe sangre al recibirla en el estómago. El líquido rojo vuela en el aire antes de manchar el suelo.
Urney, con una mirada decidida y fiera, aprovecha para cargar un nuevo ataque.
Pero mientras cae, H saca todas sus espadas excepto la de Afrodita. Las seis espadas caen junto con él, rodeándolo como si fueran una tormenta de acero. Entonces toma la de Hermes, sus ojos se tornan blancos y lanza una potente onda de choque hacia Urney. La energía chispea en el aire, iluminando el entorno con un brillo cegador. Luego toma las otras cinco y hace lo mismo, lanzando fuego, ondas de choque y una lluvia de cuchillas de acero y flechas.
Urney, al ver tal ataque, activa su barrera de protección. El escudo invisible brilla tenuemente, pero su fragilidad es evidente.
El ataque de Hermes impacta con tal fuerza que destruye su barrera, haciendo temblar la tierra. Fragmentos de roca y polvo vuelan por todas partes, creando una nube caótica.
Luego caen las cuchillas de Hefesto y las flechas de Ares, potenciadas por el poder de la espada de Hera. Cada proyectil brilla con una letalidad sobrenatural.
Impactan brutalmente contra la tierra, cayendo con un silbante sonido. El suelo se tiñe de rojo y las marcas de batalla se extienden como cicatrices.
Urney, con su espada, repele varios de los proyectiles con furia y determinación en sus ojos. Sus movimientos son rápidos, pero el cansancio es evidente. Dos cuchillas impactan en su hombro derecho, haciéndolo caer al suelo lleno de esqueletos. El dolor lo atraviesa, pero sigue luchando.
Con la respiración agitada por el cansancio y una gran furia en sus ojos, se quita las cuchillas, derramando sangre en su ropa. El líquido carmesí se desliza por su brazo, dejando un rastro oscuro.
Urney, herido por las flechas, gruñe con frustración mientras se tambalea al levantarse. Su cuerpo tiembla, pero sus ojos se abren de par en par cuando nota un resplandor abrasador en el cielo. El fuego de las espadas de Hades y Hestia desciende como un juicio implacable, una cascada ardiente que se dirige directamente hacia él. Con el instinto de supervivencia al límite, Urney corre desesperadamente, sus piernas moviéndose con torpeza. Apenas logra apartarse del centro del impacto, pero la explosión lo alcanza de lleno.
El estallido lo envía volando por los aires. Su cuerpo gira sin control, mientras la onda expansiva quema la tierra y esparce un calor sofocante. Cuando finalmente cae al suelo, el impacto levanta una nube de polvo, dejándolo aturdido y jadeando.
H cae al suelo y se prepara para matarlo de un solo golpe, pero Urney toma una runa purificadora.
Urney, mientras esquiva las estocadas de H, apunta la runa a su pecho y logra debilitarlo. La luz de la runa brilla con un resplandor purificador, envolviendo a H. Urney intenta darle el golpe final, pero H lo detiene con la espada de Ares, aunque sale volando lejos por el impacto.
Desesperado, Urney mira a todos lados intentando idear un plan para escapar, hasta que logra ver el bolso de la niña. Sabe que allí quedan por lo menos diez pociones de vida con las que podría restaurar toda su energía. Su mirada se ilumina con una mezcla de miedo y esperanza.
Urney corre con todas sus fuerzas hacia el bolso, el miedo y la desesperación se reflejan en sus agotados ojos. Su respiración se vuelve más pesada con cada paso.
Ashley toma el bolso con su látigo, pero Urney lanza varias estocadas. Ella activa su barrera protectora, pero el ataque la destruye y su látigo también es destrozado. El sonido de la destrucción se mezcla con su grito de dolor.
Una estocada logra impactar en su estómago, y comienza a desangrarse.
—Eres un maldito —dice Ashley entre dientes, con odio y dolor mezclados. La sangre brota de su herida, empapando su ropa.
Urney toma el bolso con una sonrisa que le devuelve la esperanza y, cuando está abriéndolo para tomar la poción, la bolsa es atravesada por un potente rayo que la destruye y lo aturde.
—Si no fuera porque gasta mucha energía, te hubiese electrocutado desde el principio —dice Ashley con mucho cansancio en su voz mientras sigue sangrando. Su fatiga es evidente, pero su determinación no flaquea.