W Y H. La Guerra Comienza

CAPITULO 20 UNA TAZA DE CAFE

CAPÍTULO 20
UNA TAZA DE CAFÉ

Guiados por los guerreros, el grupo avanza hacia la cabaña más grande en el centro del asentamiento. Las miradas curiosas de los habitantes los siguen, especialmente enfocándose en W, cuyo ojo cristalizado y blanco atrae una atención inevitable. Jeffrey mantiene un aire de cautela, mientras May camina con su característica mezcla de confianza y desdén por la seriedad del momento.

Al llegar a la entrada, los guerreros, con esa inquietante voz unificada, declaran:
—Entren.

May cruza los brazos y alza una ceja, soltando con sarcasmo:
—Ah, porque definitivamente esto no se siente como una trampa mortal...

Jeffrey deja escapar un suspiro, y W, sin añadir nada, intercambia una mirada con sus compañeros. Finalmente, asiente con firmeza y empuja la puerta.

El interior de la cabaña es sorprendentemente acogedor. Las paredes de madera brillan bajo la luz cálida del fuego que arde en la chimenea, construida con piedras grises de río. Un suave aroma a café impregna el aire, creando un contraste inesperado con el exterior cargado de tensión.

En el centro de la estancia, un joven de piel morena, con una apariencia que apenas supera los veinte años, vierte café con movimientos precisos en cuatro tazas de porcelana blanca. La delicadeza de la vajilla, probablemente europea, parece desentonar ligeramente con la rusticidad de la cabaña, pero de alguna manera, todo encaja.

El joven alza la mirada, sonriendo con cortesía. Su voz es cálida, como si fuera el anfitrión perfecto.
—Por favor, pasen y siéntense —dice mientras hace un gesto hacia los cómodos sillones que rodean la mesa.

Los tres, aún confundidos, cruzan la puerta y se acomodan en un sofá de madera de pino, sorprendentemente cómodo a pesar de su apariencia rústica. Sus movimientos son lentos, como si quisieran prolongar el momento para procesar lo extraño del ambiente. El joven, con gestos elegantes, les acerca las tazas de café, su sonrisa calmada irradiando una hospitalidad casi desconcertante.

—Este delicioso café lo traemos de una zona al sur de la Sierra Madre, en la región de Guatemala —dice el joven mientras vierte la bebida caliente en las tazas blancas de fina porcelana. Su tono es cálido y preciso, cada palabra cuidadosamente pronunciada—. Créanme, no hay mejor café en todo el continente.

Hace una pausa, llevándose una mano al mentón con una expresión pensativa.
—Si no mal recuerdo, el lugar se llama Esquipulas… Aunque, sinceramente, tengo mala memoria para los nombres de lugares. —Una risa suave escapa de sus labios, como si disfrutara de su propia ocurrencia.

May entreabre la boca, como si intentara responder, pero las palabras no llegan. Por primera vez en mucho tiempo, parece no saber qué decir. Mientras tanto, W y Jeffrey intercambian una mirada de desconcierto, un diálogo silencioso en sus ojos que refleja la misma pregunta: *¿Qué está pasando aquí?*

El joven finalmente se gira hacia ellos y se sienta con gracia en una silla cercana. Sus movimientos son tan fluidos que parecen parte de una coreografía. Los observa por un momento antes de hablar con la misma elegancia medida.
—Oh, mis disculpas. No me he presentado. —Hace una ligera inclinación de cabeza, un gesto que combina respeto y amabilidad—. Soy Balam, protector de este lugar. Y debo disculparme también por lo de hace rato… Creo que me excedí peleando. —Su sonrisa se ensancha apenas, mostrando un atisbo de travesura—. Solo quería asustarlos.

May, visiblemente confundida, frunce el ceño y pregunta directamente:
—¿Cómo que te excediste?

Balam sonríe con elegancia, inclinando ligeramente la cabeza mientras sus ojos reflejan un brillo juguetón.
—Pues... todos esos guerreros de armadura de oro soy yo, y yo soy ellos. O algo así —dice, soltando una risa ligera que parece deliberadamente desconcertante—. Soy un brujo de creación y vinculación.

El silencio de los tres no pasa desapercibido, y Balam deja escapar otra risita suave al notar sus rostros de pura confusión.
—Verán, la magia de creación me permite formar criaturas a partir de sangre, tierra y otros ingredientes. Y la magia de vinculación las conecta conmigo, formando una mente colmena. Así es como protejo este lugar... con miles de mis propias creaciones.

Las palabras caen como un peso, dejando a todos sorprendidos mientras procesan la magnitud de lo que acaba de explicar. Jeffrey parpadea lentamente, mientras May cruza los brazos, inclinándose ligeramente hacia adelante.

—¿Miles? —replica May, arqueando una ceja—. Pues lo único que vi fue un montón de golpes torpes. ¿Así peleas con todas tus creaciones, o fue un ensayo especial para nosotros? —El tono sarcástico de su voz corta el aire como una daga.

Balam ríe de nuevo, pero esta vez se lleva una mano al pecho, como si May acabara de contarle el mejor chiste del día.
—Admito que no estuve en mi mejor forma... pero, para asustarlos, sirvió bastante bien, ¿no? —responde con picardía, haciéndola chasquear la lengua en respuesta.

Jeffrey interviene, su tono más grave.
—¿Entonces por qué nos trajiste aquí? ¿Qué es lo que realmente quieres?

La sonrisa de Balam desaparece lentamente, y su expresión se torna completamente seria, como si una máscara invisible hubiera caído. Sus ojos se enfocan en W, quien le devuelve la mirada con cautela.

—Sé sobre la invasión que el culto ha comenzado —declara Balam, su voz impregnada de gravedad—. Y sé lo importante que es que aprendas a manejar esa espada de diamante, W. Eres una pieza clave en esta lucha, y necesitas dominar su poder para enfrentarte al culto.

El silencio vuelve a llenar la sala. May, rompiendo el momento con su característico ingenio, deja escapar un comentario sarcástico mientras lanza una mirada entre divertida y exasperada.
—En pocas palabras, no nos mataste porque quieres que W se vuelva más fuerte y te salve el pellejo, ¿verdad?




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