CAPÍTULO 22
SILENCIO
Las lágrimas caen por las mejillas de Ashley mientras, casi llorando, susurra:
—Pajarito... pajarito... —Su voz se quiebra, y finalmente dice—: H...
Su mirada fija en los ojos entreabiertos de H refleja una mezcla de alegría y preocupación. Las lágrimas no cesan mientras espera alguna señal de respuesta, aunque sabe que quizá no llegará.
Después de un silencio en el que solo se escucha el constante traqueteo de la carreta y el golpeteo rítmico de los cascos de los caballos, H, con la voz seca pero cargada de su habitual seriedad, pronuncia:
—Ashley...
Ashley, al escuchar su nombre, parpadea sorprendida. Con delicadeza, acomoda la cabeza de Oliver sobre su bolso, sus movimientos lentos, como si temiera romper el momento.
Se acerca a H cuidadosamente, aunque todavía lucha por controlar sus emociones. Recuperando un poco de la compostura que parecía haberse desmoronado, toma su mano izquierda con suavidad.
—Estoy aquí, a tu lado —dice Ashley, su voz más firme ahora, aunque su mirada sigue reflejando la preocupación que siente.
H gira lentamente la cabeza hacia el lado contrario, su mirada fija en un punto distante. Con la voz seca y cargada de su habitual seriedad, dice:
—Ashley, escucha. Mis probabilidades de morir en esta situación son muy altas.
Ashley lo interrumpe casi de inmediato, susurrando con un tono cargado de tristeza y enojo:
—Cállate...
H, ignorando su interrupción, continúa:
—Si muero, quiero que consigas las espadas restantes y que se refugien en el laboratorio. Entrena mientras las gemelas y el culto se destruyen entre sí.
—Cállate... —repite Ashley, ahora con más fuerza, su voz aún temblorosa pero más firme.
H sigue hablando, sin detenerse:
—No quiero que te enfrentes a ellas. Solo asegúrate de estar lista para defenderte.
Esta vez, Ashley explota. Más enojada que triste, sus emociones finalmente la dominan mientras grita:
—¡Cállate!
El silencio llena el espacio. El ruido de la carreta y los cascos de los caballos parecen apagarse momentáneamente. H voltea hacia ella, su mirada seria conectándose con los ojos llenos de lágrimas de Ashley. Por un instante, no hay palabras, solo una tensión palpable que flota entre ellos.
Oliver se despierta, sus ojos entreabiertos captan el ambiente tenso en la carreta. Prefiere quedarse en silencio, observando desde su posición mientras intenta procesar lo que sucede. La respiración pausada de Ashley, interrumpida por leves sollozos, llena el aire.
Ashley, recuperando algo de compostura, fija su mirada en H. Su voz, aunque firme, tiembla mientras intenta contener las lágrimas:
—No voy a permitir que mueras...
Se detiene, traga saliva y, con un cambio repentino en su tono, ahora más infantil y cargado de reproche, continúa:
—Siempre te estás poniendo en peligro... ¿No te das cuenta de cuánto nos preocupas? ¡Tonto! Tonto... tonto... —repite, su voz temblorosa, mientras las palabras se quiebran en un mar de emociones.
Oliver, aunque callado, siente la intensidad de cada palabra. El sonido rítmico de los cascos de los caballos y el crujir de la carreta parecen acompasar el eco del reproche de Ashley, mientras el silencio de H solo amplifica la carga de la escena.
Ashley, aún con el tono infantil y cargado de reproche, sostiene firmemente la mano de H mientras le dice:
—Ya no soy esa niña indefensa que rescataste hace décadas...
Su voz temblorosa, pero decidida, se quiebra solo un poco mientras lo mira fijamente, tratando de que sus palabras penetren la barrera de frialdad que siempre rodea a H.
—He cambiado... soy más fuerte ahora. Así que deja de actuar como si estuvieras solo, porque no lo estás —agrega, entrelazando sus dedos con los de él, como si con ese gesto pudiera transmitirle una parte de su propia fuerza.
H, con un esfuerzo evidente y la voz apenas audible, murmura:
—Solo lo hago para protegerte...
Su mirada, aunque tenue, refleja una chispa de sinceridad antes de apagarse por completo. Su cuerpo pierde la tensión y cae nuevamente en la inconsciencia, dejando a Ashley con las palabras resonando en el aire.
Ashley contempla el rostro inconsciente de H, sus pensamientos girando en círculos sin descanso. Las palabras de H aún resuenan en su mente, nublándola: *Si no siente nada, si todo en él es estrategia... ¿por qué sigue conmigo? ¿Por qué arriesga su vida para protegerme?* La duda se entrelaza con un dolor sutil, mezclando su preocupación con una confusión que no puede resolver.
La voz de Sara la saca abruptamente de su trance.
—Ashley, necesito que me releves. Estoy agotada, no he dormido en toda la noche.
Ashley parpadea y asiente, levantándose para ocupar el lugar de Sara. Sus manos reemplazan las de ella, ejerciendo presión firme sobre la herida de H mientras Sara, con un visible agotamiento, se recuesta contra el costado de la carreta.
El traqueteo constante de las ruedas sigue marcando el ritmo del viaje, hasta que Oliver, desde su lugar, rompe el silencio.
—¿Podemos parar...? Necesito... ya sabes, hacer mis necesidades.
Sara suelta un pequeño suspiro, más agotado que molesto, y dice:
—Está bien, creo que yo también necesito ir.
Ladea la cabeza hacia la niña que maneja la carreta en silencio, sus manos firmes sujetando las riendas de los caballos invocados.
—¿Podrías detenernos un momento?
La niña, con una mirada vacía y cansada, responde apenas en un murmullo:
—Está bien.
La carreta se detiene suavemente, y Sara desciende, ayudando a Oliver a bajar. Mientras lo hace, se gira hacia la niña y pregunta con una mezcla de cansancio y curiosidad:
—¿Y tú no tienes que ir también?
La niña la observa con incredulidad, como si la pregunta no tuviera sentido. Antes de que pudiera responder, Ashley interviene desde su lugar junto a H:
—No tiene que ir. Los monstruos como ella... como yo, como H y los demás... nuestros cuerpos no lo necesitan. Absorben todo lo que consumimos.