CAPÍTULO 26
EMBOSCADA
Balam y Jeffrey corren a toda velocidad por el pueblo. Sin previo aviso, Balam se detiene en seco, obligando a Jeffrey a frenar bruscamente.
—¿Por qué te detienes? —pregunta Jeffrey, desconcertado.
—Si es el culto, necesitaremos más tropas —responde Balam con determinación—. Haré más guerreros.
Uno de los guerreros los espera y, sin perder tiempo, guía a Jeffrey hacia la carreta misteriosa. Juntos, avanzan a toda velocidad.
Mientras tanto, Ahau, con movimientos rígidos y torpes, se sienta junto a W. Su voz rasposa rompe el silencio.
—La espada de diamante no es solo un arma; es un reflejo de tu alma. Si no dominas tu propia mente, nunca podrás controlarla.
Ahau continúa con un tono solemne.
—Primero, encuentra qué te obliga a odiarte a ti mismo por tu pasado. Luego, enfrenta tus problemas del presente. Y finalmente, desafía tus miedos del futuro.
Se inclina ligeramente hacia W.
—Recuerda tu pasado. ¿Cuál fue el detonante que te atormenta?
W sacude la cabeza con fuerza.
—No quiero hablar de eso.
Ahau levanta la voz, su tono cargado de autoridad.
—¡Debes tomártelo en serio! La espada te dominará si no tienes la voluntad para dominarla.
Tras un momento de silencio tenso, Ahau formula la pregunta que perfora el corazón de W.
—¿Hay algo que desees proteger más que tu propia vida?
W baja la mirada.
—En este mundo, lo que más amo y deseo proteger es a mi novia. Ella... está embarazada. Solo quiero que esté a salvo.
Mientras tanto, Tania conduce la carreta a toda velocidad por el bosque, guiada por Isaac, uno de los vampiros. Dentro, Sara, Ashley y Oliver sostienen a H, intentando detener la hemorragia mientras Matthew aplica presión en la herida. Los demás vigilan los alrededores, alerta ante cualquier señal de peligro.
Sin previo aviso, seis guerreros de Balam aparecen en el camino, obstruyendo el paso. Tania, asustada, intenta girar hacia la derecha, pero la carreta se vuelca. El impacto es devastador, y los caballos de Tania desaparecen en una nube negra.
Los vampiros se levantan rápidamente, atacando con furia. Sus uñas afiladas chocan contra las espadas doradas de los guerreros, y las chispas del combate iluminan el bosque. Matthew ayuda a Oliver y Sara, que están aturdidos, mientras Ashley y Tania sacan a H de la carreta lentamente.
Ashley observa alarmada.
—La hemorragia empeora. No sé qué hacer.
Tania, decidida, responde.
—Oliver y yo iremos al templo por ayuda.
Ashley duda, pero finalmente acepta.
—Llévense a Matthew. Él los protegerá.
Sin perder tiempo, Matthew carga a los niños y corre a toda velocidad hacia el templo.
Por el ruido de la batalla, los guerreros mayas ven al vampiro huyendo con los niños y lo interpretan como un secuestro. Uno de ellos pasa esta información a Jeffrey.
—¡Debemos rescatar a esos niños! —exclama Jeffrey.
Ambos cambian de dirección y corren tras Matthew.
En el camino, Tania y Oliver preguntan a Matthew qué harán en el templo para ayudar a H y a los demás. Pero antes de que pueda responder, una flecha relámpago explota cerca de ellos, derribándolos. Una segunda flecha impacta y deja a Matthew inconsciente.
Los niños, asustados, ven a Jeffrey empuñando su mazo de guerra y al guerrero maya de brillante armadura dorada. Oliver comienza a verlos como los soldados del culto que mataron a sus padres, mientras Tania, paralizada, recuerda que esas mismas flechas las usó Urney cuando asesinó a los suyos. Llenos de miedo, no pueden hacer otra cosa más que gritar el nombre de H.
Jeffrey malinterpreta sus gritos, creyendo que huyen de H. Esto lo pone alerta.
—Llévatelos —ordena al guerrero.
Pero los niños, al ver al guerrero acercarse, comienzan a gritar aún más fuerte.
En medio del ruido del combate, H escucha los gritos de los niños. Con gran esfuerzo, abre los ojos y ve a Sara presionando su herida mientras Ashley lucha ferozmente contra los guerreros.
—H, quédate quieto. Tu herida no ha dejado de sangrar —insiste Sara.
Pero H la aparta con suavidad y, aunque tambaleante, se pone de pie. Con un último impulso, da un salto y desaparece entre los árboles.
Ashley detiene su lucha al verlo partir. Por un instante, queda atónita, sin saber qué hacer. Pero al ver a los vampiros debilitados y a punto de caer, recupera su compostura. De su tatuaje surge la espada de Zeus.
Con un movimiento rápido, corta a uno de los guerreros por la cintura, dejando tras de sí una estela de rayos que fulminan al resto al instante. Los vampiros la observan con asombro. Ashley les tiende la mano.
—Levántense. Aún tenemos que encontrar a H.