CAPITULO 28
SOMBRAS
El sol está a pocas horas de esconderse, y la sombra del templo comienza a extenderse sobre el pueblo.
Ahau observa sus propias manos mientras comienzan a petrificarse lentamente, como si el tiempo mismo las marcara.
—Listo, el blanquito ya fue curado, aunque perdió mucha sangre y gastó casi todo su maná —dice con calma.
Ashley, aún sosteniendo la mano de H, lo mira con preocupación.
—¿Qué podemos hacer para que recupere su maná?
Ahau se encoge de hombros, su voz indiferente.
—Puede dormir unos diez años o simplemente darle una poción de vida.
Ashley aprieta los labios, su disgusto reflejado en su expresión.
—Preferiría morir antes de tomar esa porquería.
Oliver y Tania intercambian una mirada antes de preguntar casi al unísono:
—¿Por qué H no tomaría esa poción?
Ashley suspira con un toque de amargura antes de responder:
—Las pociones de vida están hechas con corazones de monstruos pequeños.
Tania frunce el ceño, su voz temblando con un atisbo de miedo.
—¿Qué tan pequeños...?
Ashley la observa con calma, pero su respuesta llega con el filo de una verdad incómoda.
—Más pequeños que tú.
El silencio cae sobre el grupo. Tania baja la mirada, sus manos temblando. A su lado, Oliver frunce el ceño y se mueve instintivamente más cerca de ella. Sin decir nada, busca la mano de Ashley y la sostiene con fuerza.
Mientras tanto, Sara les cuenta a W, Jeffrey y May todo lo que ha sucedido después de que se fueron de Trieste.
W la escucha en silencio, su expresión se endurece con cada palabra. Al final, baja la cabeza, su voz apenas un susurro cargado de vergüenza.
—Estuviste en peligro… por mi culpa. Creí que estarías a salvo, pero casi te matan… por mi culpa.
La nube que atormenta la mente de W comienza a formarse dentro de sí, culpándose por no haber podido protegerla.
Pero Sara lo abraza, diciéndole al oído con una dulzura que disipa la nube antes de que una tormenta peor se forme.
—Tú solo me protegías. Lo importante es que estamos juntos.
Le da un beso, y W le corresponde, olvidando todo por un instante.
May, sin decir nada, se va, y Jeffrey la sigue.
—¿Y por qué atacaste a esos niños? —pregunta May, dejando su sarcasmo por curiosidad.
—Creí que H los estaba controlando. Yo... cuando lo vi, lo único que quería era matarlo y no pensé que también mataría a los niños —responde Jeffrey, su voz cargada de vergüenza.
Jeffrey se acerca al lugar donde H duerme en el centro de la cima del templo. Ashley y los niños están junto a él, contando historias de sus ciudades, sonriendo y riéndose.
Ashley, al percatarse de la presencia de Jeffrey, borra su sonrisa en un instante y lo mira con enojo.
—¿Qué quieres?
Jeffrey mantiene la cabeza baja, su vergüenza pesa sobre él.
—Vine a disculparme con los niños. Dejé que mi ira me controlara y... solo les pido perdón.
Ashley, aún enojada, responde con dureza.
—Bien, ya te disculpaste. Ahora vete.
El silencio es tenso hasta que Tania rompe la calma con una pregunta.
—¿Por qué quieres dañar al señor H? —su voz tiene un matiz triste que sorprende a algunos.
Jeffrey titubea antes de responder.
—Él me quitó a una persona que era muy importante para mí.
Su voz tiembla ligeramente, y una lágrima recorre su mejilla.
Oliver observa la cruz que cuelga del pecho de Jeffrey y habla con firmeza.
—Mi madre me decía que la cruz era un símbolo de esperanza y también de perdón, pero veo que usted solo la usa de adorno.
Las palabras de Oliver golpean más fuerte de lo que Jeffrey esperaba. Aprieta su cruz con fuerza y, lentamente, cae de rodillas. Una presión se instala en su pecho, su respiración se agita.
Tania se acerca sin dudarlo y comienza a darle palmadas en la cabeza con suavidad.
—Según tengo entendido, lo principal del perdón es perdonarte a ti mismo —dice con voz reconfortante.
Ashley, observando la escena, desvía la mirada con una sonrisa leve.
—Para tener diez años eres muy sabia, Tania. Me haces parecer un tanto inmadura.
Balam llega con varios de sus guerreros, cada uno cargando un saco lleno de pociones.
—Antes de que digan algo, estas no son pociones de vida —dice con elegancia—. Son pociones de energía. Por sí solas ni de chiste recuperarían la energía de un monstruo tan fuerte como H. Por eso traje doscientas.
May resurge con su sarcasmo.
—Déjame adivinar, ¿el ingrediente es café?
Balam le responde con elegancia, dejando que el sarcasmo baile en su voz.
—¿Qué otra cosa te daría energía para vivir?
Ahau interviene.
—Doscientas no serán suficientes ni para que recupere la décima parte de su maná, pero al menos podrá pelear. Y después se quedará tirado en el templo.
May sonríe levemente y levanta una ceja.
—Si no le da diarrea primero.
Ashley, sin agregar nada, comienza a darle las pociones una por una.
Las horas pasan. El sol comienza a ocultarse, tiñendo el cielo de amarillo. La brisa refresca el ambiente, como si la naturaleza misma quisiera calmar la tensión.
Después de beber la poción número ciento quince, H abre los ojos. Su respiración es pesada y su cuerpo sigue agotado, pero está despierto.
Balam les informa que el culto llegará a medianoche.
—Deben prepararse. Ya han perdido mucho tiempo.
Ahau mira a W con determinación.
—Debemos seguir con tu entrenamiento. Y para acelerar todo, debes hacerlo frente a tus seres queridos.
Ambos se sientan a pocos metros de H.
—Bien, comencemos. Como ya había dicho, primero debes encontrar cuál es la razón por la que te odias a ti mismo —su voz es firme.
W baja la mirada, incómodo por decirlo frente a los demás.
—Me... me odio a mí mismo. Odio ser un monstruo. Odio la manera en la que nací.