CAPITULO 30
CALMA
Decenas de guerreros de Balam recorren el pueblo bajo la luz tenue de la luna . Se mueven con precisión, transportando provisiones y medicina hacia el templo, asegurándose de que todo esté listo antes del enfrentamiento inminente.
Sara, Jeffrey y May trabajan en las defensas, colocando runas explosivas en las casas como trampas ocultas. Cada sello grabado en la piedra resplandece por un breve instante antes de integrarse en la estructura, invisibles pero letales.
H, sentado en la cima del templo, sigue bebiendo pociones de energía con una expresión vacía. Entre sus dedos, una pequeña esfera incandescente toma forma: un sol en miniatura que, al elevarse, baña el pueblo con su luz. A diferencia de la luna, que tiñe el mundo de sombras, su creación es cálida y reconfortante, como un amanecer inesperado en la noche.
Ashley y los niños ayudan a los ancianos a trasladarse, mientras Matthew y los demás vampiros aparecen en silencio para asistirlos. La luz blanca del mini sol ilumina las casas y el templo, no de manera cegadora, sino como una manta de seguridad que cubre cada rincón.
Mientras tanto, Ahau convoca monolitos de piedra que emergen del suelo como columnas antiguas, ofreciendo a W el terreno perfecto para practicar sus ataques.
W sostiene con firmeza la espada de diamante y, con un movimiento preciso, corta la piedra como si fuera papel. Ahau observa con satisfacción antes de sugerir:
—Intenta un ataque a distancia.
W respira hondo. Con una estocada al aire, pronuncia el cántico "lluvia de lanzas." La hoja deja tras de sí una estela turquesa y, en un instante, decenas de púas de diamante emergen como proyectiles, destrozando los monolitos en segundos.
Mientras más habitantes llegan a la cima del templo, Ahau se dispone a expandir su estructura. Como si tuviera vida propia, el templo se mueve: cada ladrillo se recoloca, cada pasillo se ensancha, formando nuevas salas donde se resguardarán los más vulnerables junto con los animales y los suministros.
Abajo, en la base del templo, magos y magas canalizan su poder en los árboles cercanos. Raíces y troncos se retuercen, tomando formas humanoides, creando una línea de defensa adicional que se alza entre la vegetación.
En la cima, Sara y Jeffrey reúnen a todos mientras repasan el plan con los habitantes. Balam, de pie en la plataforma elevada de Ahau, observa el cielo estrellado y sonríe con satisfacción.
—Escuchen todos, vean la luna.
Las miradas se alzan. La luna llena, abrazada por un tono rojizo, domina el firmamento con su presencia imponente.
—Esto es bueno y malo a la vez —exclama Ahau.
W frunce el ceño y pregunta:
—¿Por qué?
Ahau explica con calma:
—Lo bueno: la luna roja incrementa el poder de los monstruos más o menos en un diez por ciento. Lo malo: los del culto son todos humanos, y podrán curar a sus heridos transformándolos en monstruos con el poder de la luna roja.
El silencio pesa sobre el grupo.
Pasada una hora, Ashley y los niños permanecen junto a H en una esquina del templo, Sara, May y Jeffrey se colocan junto a W en la otra.
Balam y Ahau, desde la plataforma elevada, contemplan la escena, expectantes.
W se acerca a Sara y ambos se sientan en las gradas del templo. Con voz seria, pero cargada de preocupación, W rompe el silencio:
—Escucha, sé que quieres luchar, pero…
Sara lo interrumpe con ternura y coloca una mano sobre la suya.
—Pero por mi embarazo debo estar en un frente menos peligroso. Ya lo sé. Cuando el ataque comience, yo defenderé las salas donde están los ancianos.
W deja escapar un suspiro de alivio.
—Gracias, no sabía cómo pedírtelo.
Sara sonríe y le da un beso en la frente.
—Lo más importante es mantener a nuestro bebé a salvo. Dentro de dos semanas, cuando todo esto haya terminado, tú y yo viviremos felices y en paz.
Más arriba, Balam y Ahau conversan con tranquilidad, observando el horizonte.
—Tenía mis dudas cuando te vi curando a H, pero ahora veo que lo tenías planeado —dice Balam con elegancia.
Ahau sonríe y deja que el viento le acaricie el rostro antes de responder:
—Estoy conectado con tu poder, así que ya sabía lo del culto. No iba a dejar morir al monstruo más poderoso del continente y desperdiciar nuestra mejor arma.
Ríe con su voz rasposa, disfrutando el momento antes del conflicto.
Balam observa la luna con una sonrisa serena.
—Si morimos hoy, al menos moriremos en una hermosa noche llena de estrellas.
La brisa nocturna se siente más fría.
Ashley mira la interacción de Sara y W y suspira, incapaz de evitar comparar su relación con la suya y la de H.
Mira el cielo unos segundos y, armándose de valor, se acerca a H.
—Pajarito, ¿puedo hablar contigo un momento? —pregunta con dulzura.
H la observa, serio.
—¿Qué pasa?
Ashley cierra los ojos un instante y deja que la brisa mueva su cabello antes de decir:
—Te amo.
H no muestra sorpresa, solo responde con calma.
—Tú mejor que nadie conoces mi condición.
Ashley baja la mirada, pero no con tristeza, sino con certeza.
—Lo sé, solo quería decirlo.
H se recuesta, observando la luna.
—¿Recuerdas cuando nos conocimos?
Ashley también se recuesta junto a él, contemplando la luna roja.
—Sí, lo recuerdo. Esa noche también había luna roja, fue hace casi sesenta años…
Ashley deja que sus recuerdos la envuelvan.
Era una noche de luna roja. La entrada de la ciudad de Trieste ardía, y el cielo nocturno se teñía con el reflejo de las llamas. Los habitantes huían aterrados, perseguidos por el fuego y por la gente lobo que los cazaba con paciencia cruel, listos para convertirlos en esclavos bajo el dominio de la luna roja.
Una pequeña Ashley, de tan solo doce años, corría junto a su madre, Jenny, de treinta. La niña estaba herida de gravedad, dejando un rastro de sangre en el suelo, mientras su madre hacía todo lo posible por cargarla.