W Y H. La Guerra Comienza

CAPITULO 33 ELMER

CAPITULO 33
ELMER

El campo de batalla se encuentra cubierto de cadáveres de ambos bandos. Los gritos de dolor y furia resuenan por todas partes, una sinfonía de guerra que marca el declive de la lucha. Los soldados del culto, que antes eran miles, ahora no superan los ochocientos.

Mientras tanto, los magos, hechiceros y brujos que defendían el pueblo han sido diezmados, pasando de quinientos a apenas ciento quince sobrevivientes.

En el centro del conflicto, el gran monolito de hielo, símbolo de la batalla, comienza a derretirse. El agua invade el campo, mezclándose con la sangre y la tierra para formar un lodazal oscuro. Al caer sobre la mitad inferior del templo, las escaleras guían el agua hacia el corazón del enfrentamiento.

El humo comienza a disiparse. Los relámpagos retumban en el pueblo destruido, iluminando los rostros de los combatientes restantes.

En la cima del templo, Sara observa con preocupación. Sus ojos reflejan el miedo y la desesperación.

Casi llorando, quiere bajar a ayudar a W, pero Balam la detiene antes de que pueda moverse. La toma del brazo con firmeza y, con un tono seco y autoritario, le dice:

—Es muy imprudente que bajes. Estás embarazada y solo serás un estorbo.

El tono elegante y sofisticado de Balam desaparece, resaltando la gravedad de la situación.

Las palabras la enfurecen, pero en el fondo sabe que es verdad. Respira hondo, intentando controlar su enojo, y vuelve su mirada hacia Ahau, casi suplicándole:

-¿Puedes hacer algo?

Ahau responde sin emoción, su voz indiferente, casi cruel:

—Podría ayudar a ese imbécil, pero si vuelve a excederse, lo mejor será que lo maten.

Sara, con el rostro crispado de ira, le da un puñetazo en el hombro a Ahau… pero al tener casi todo el cuerpo petrificado, le duele más a ella que a él.

—Ustedes, los blanquitos, se la viven amargados.

Ahau levanta su mano derecha y la dirige hacia W.

Una potente luz verde emana de su palma e impacta a W, causando una explosión de energía que levanta polvo y tierra.

Sara observa atónita, incapaz de comprender lo que acaba de ocurrir.

A través del polvo, W emerge, su figura iluminada por la energía que aún recorre su cuerpo. Se ve renovado, revitalizado, como si la batalla apenas comenzara para él.

Junto a W, May también sale del polvo, llena de nueva energía pero completamente despeinada. Voltea a ver a Ahau y, sin contenerse, le muestra el dedo medio mientras grita:

—¡Idiota, me hubieras dicho que me quitara!

Ahau la ignora por completo. Con la mirada fija en su propia mano, ve cómo se ha petrificado… ahora solo su mano izquierda queda como recuerdo de lo que alguna vez fue.

Mientras tanto, H y Elmer siguen luchando con una velocidad sobrehumana, intentando acertar un golpe definitivo.

Elmer lanza un puñetazo hacia el rostro de H, pero este lo esquiva con precisión, dejando ir un contragolpe con su antebrazo derecho. *Elmer reacciona al instante, girando su cuerpo como si la pelea fuera una danza, y lanza un rodillazo dirigido al hígado.

H lo esquiva con un salto ágil, elevándose casi dos metros en el aire. Gira sobre sí mismo y lanza una patada descendente hacia la cabeza de Elmer.

Pero Elmer se impulsa con las manos sobre la tierra, esquivándolo con una elegancia feroz. H aterriza con precisión, sin perder el equilibrio.

Elmer saca un pañuelo de su pantalón, secándose el sudor con calma. Su postura sigue erguida, su expresión sigue serena.

Con una elegancia que oculta su agotamiento, exclama:

—Este combate ya se ha alargado por casi una hora, y ninguno ha podido acertar un solo golpe.

Levanta la mirada hacia H, observándolo con interés.

—Aunque debo agradecerte por no levantar polvo. Eso volvería nuestro duelo una sucia pelea común.

Pero entonces, nota que el lodo empieza a alcanzar sus pies. Con tranquilidad, camina hacia una zona más seca, sin apresurarse.

Mientras avanza, su tono sigue igual de refinado:

—Escuché que la pelea que tuviste con mi hermano Athos fue interesante.

Sus palabras flotan en el aire antes de que continúe. Inhala y exhala con discreción, sin perder su postura.

—Nuestros reportes indican que lucharon por casi tres días sin descanso, destruyendo todo a su paso… hasta que…

Hace una breve pausa, evitando que su voz tiemble.

Finalmente, con un aire contenido pero con un peso emocional palpable, prosigue:

—Hasta que lo mataste.

Pero rápidamente recupera su actitud habitual y sigue hablando como si nada.

—Un duelo completamente distinto al que tuviste con Urney, o el muy, muy corto intercambio de golpes que tuviste con Imar.

Observa a H con intensidad.

—Quiero que nuestra pelea supere todas esas. Aunque, claro, no tengo tanto tiempo.

Con calma, dobla el pañuelo mientras sigue hablando:

—Al principio, solo venía a hacer cumplir la ley del hombre, escrita con la sangre de mi hermano.

Hace una pausa, su mirada penetrante.

—No voy a mentir: también deseaba medir mi fuerza y velocidad contigo.

-Ahora, tras una batalla más que memorable, lo único que deseo es que aquel que salga con vida la recuerde por el resto de sus días.

H inhala y exhala lentamente antes de responder:

—Quítate esos sellos.

Elmer suspira y deja escapar una leve sonrisa.

—Era de suponer que lo notarias.

Con calma, se arranca los sellos de papel de sus muñecas, llevándose pequeños fragmentos de piel y dejando que la sangre resbale lentamente.

Pero sin perder su elegancia, cubre las heridas con un pañuelo blanco en cada muñeca.

Con una risa contenida, exclama:

—Bien. Ahora sí quiero que esta pelea sea en serio. Y te pido que no te contengas.

H cierra los ojos y exhala lentamente, dejando salir un vapor tenue por su nariz.

Ambos adoptan una postura firme, listos para impulsarse.




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