W Y H. La Guerra Comienza

CAPITULO 39 HACIENDO TEMBLAR LA TIERRA

CAPÍTULO 39
HACIENDO TEMBLAR LA TIERRA

El líder suspira y baja con elegancia del pino, dejándose caer y aterrizando con gracia, casi sin hacer ruido. La quietud de su descenso contrasta con la furia que acaba de desatar.

El líder camina hacia Óscar. Este, con un esfuerzo supremo, logra darse vuelta y arrastrarse hacia él. Su rostro, un mapa de sangre y sudor, refleja la desesperación.

—Padre, ayúdame. Quiero otra oportunidad para matarlo —dice Óscar, su voz un hilo tembloroso.

El líder lo mira a los ojos, una sonrisa cruel curvando sus labios.

—Ya te di dos oportunidades —responde, frío.
Posteriormente, saca un tridente turquesa de su tatuaje. La punta afilada brilla con una luz mortífera mientras se lo clava a Óscar, atravesándole el cuello. La vida se extingue en los ojos de Óscar, el color escarlata desvaneciéndose en segundos al ritmo de su último aliento.

El líder saca el tridente del cuello de su hijo y continúa su camino como si nada hubiera pasado, la sangre goteando del arma como una macabra lluvia.

H baja del templo de un salto, la tierra temblando bajo sus pies al aterrizar. Una nube de polvo marrón se levanta, ocultando su figura por un instante. Cuando la nube se disipa, sus ojos rojos brillan con una intensidad feroz.

H camina lentamente hacia el líder, mientras este, sonriendo con una confianza escalofriante, también camina hacia él. El encuentro entre ambos se siente como el choque inminente de dos titanes.

—Esta es la primera vez que nos vemos cara a cara, a pesar de que mi ejército ha intentado matarte por más de un siglo —exclama el líder, su sonrisa burlona.

H guarda silencio por un momento, evaluando a su oponente. Luego, con una calma inquietante, pregunta:

—¿Sientes miedo?

El líder suelta una leve carcajada, como si la idea misma fuera absurda.

—¿Te refieres a que ustedes destruyeran la armadura de diamante con la espada de diamante? Cielos, me escuché un poco tonto al decirlo, pero respondiendo a tu pregunta, no siento miedo, pero tampoco puedo confiarme.

Todos en la cima del templo observan la escena con una atención tensa, como si un solo parpadeo pudiera hacerles perderse un momento crucial.

Balam, con una autoridad elegante, se dirige al grupo.

—Atención, los niños y Sara deben acompañarme.

Oliver y Tania se niegan rotundamente, colocándose junto a Ashley en un gesto de desafío. Ashley se arrodilla frente a ellos, dándoles un abrazo reconfortante. Su voz, suave pero firme, transmite seguridad.

—No hay nada que temer, vayan con él.

Sara se acerca a W y lo abraza con fuerza. Sin decir palabra, se besan, un beso cargado de emoción y despedida. Con un leve susurro, Sara dice:

—Te amo.

Luego, se unen al grupo de Balam y Sara, entrando al templo.

—Recuerden el plan —dice May, con seriedad, observando fijamente a H y al líder.

Mientras tanto, los dos titanes ya están a una distancia considerable, menos de veinte metros separándolos. La tensión en el aire es palpable, casi como una fuerza física.

Los ojos de ambos brillan con un color rojo similar al de la luna, una señal de la inmensa energía que bulle en su interior. El líder, con una leve sonrisa, exclama:

—Cuando te mate, al fin podré purificar este sagrado continente sin estorbos que me lo impidan.

H no contesta. Su mirada está fija en el líder, sus doce tatuajes brillando con un azul resplandeciente que atraviesa la tela de su camisa de manga larga.

El líder se lanza hacia H a toda velocidad. En un parpadeo, llega hasta él, intentando apuñalarlo en el pecho con el tridente. Pero H, con una agilidad sorprendente, bloquea el ataque invocando de sus tatuajes la espada de Heracles y Ares.

—Vaya que eres rápido —exclama el líder, sonriendo mientras forcejean, disfrutando del desafío.

H guarda silencio, concentrado en la batalla. Con un movimiento rápido e inesperado, impacta una patada en el pecho del líder, tan potente que lo manda cientos de metros dentro del bosque, rompiendo árboles a su paso.

Pero el líder regresa en segundos, a una velocidad vertiginosa, y vuelve a atacar. El choque del tridente contra las espadas de H crea un espectáculo de chispas y un chirrido ensordecedor, apenas soportable para los oídos.

En la cima del templo, May, Jeffrey y W observan la fuerza descomunal de ambos con una mezcla de asombro y preocupación, mientras que Ahau y Balam permanecen atentos, analizando la situación.

H esquiva uno de los ataques del líder, aprovechando el impulso de este para que caiga al suelo con su propia fuerza. En este breve descuido, H le deja ir varias patadas brutales en la espalda, rompiendo la camisa del líder.

Este cae al suelo, pero en un instante se levanta y lanza una estocada al aire con su tridente. De la estela turquesa que deja, surgen miles de lanzas de hielo que H apenas logra bloquear con su barrera protectora, para luego salir del área de ataque con un salto rápido.

Las lanzas de hielo destruyen más de un kilómetro del bosque, haciendo trizas los árboles. H, suspendido en el aire por su salto de escape, guarda sus dos espadas y procede a sacar la espada de Efesto, lanzando una lluvia de cuchillas y acero ardiente al líder.

Este, sonriendo segundos antes de ser impactado, esquiva todo con una agilidad asombrosa y se lanza al aire, apuntando su tridente hacia H.

H, por su parte, guarda la espada de Efesto y saca la espada de Zeus, enviando un rayo que impacta brutalmente al líder, haciéndolo chocar contra la tierra.

H aterriza con elegancia en la tierra, usa la espada de Hermes para ganar velocidad y llegar hasta su adversario. Usando a Deméter y Heracles, atina un gran golpe al líder, que este bloquea con el acero de sus muñequeras.

El golpe es tan poderoso que hace temblar la tierra, agrietando en gran parte el templo. El líder se libera del forcejeo, toma el filo de las espadas con sus manos (aunque se corta, no le importa) e intenta atinar varias patadas a H, pero este las esquiva con maestría.




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