Si de algo tenia razón. Era de que el tiempo no siempre olvida todo. Nosotros debemos olvidar quienes somos con el...
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El frío en Inglaterra nunca ha sido el mejor. Siempre ha logrado causarme extasis al ver caer los pequeños copos de nieve. Pero eso no quita el echo de que sea extremadamente friolento y que no pueda hacer algunas cosas como: salir a un evento, cenar en el patio, y muchas más cosas que podria disfrutar si no estuviese nevando como ahora.
Así que me aparto de la ventana y miro a Guilian parada detrás de la encimera con el cabello húmedo. Me sonríe y sigue preparando la mezcla de galleta.
- Me da gusto ver que te encuentras mirando la ventana - dice mi madre ingresando por el umbral - de pequeño no te despegabas de la ventana cuando nevaba
Enarco una ceja pero le hago caso omiso y sigo contemplando la simpleza de la naturaleza en su estado tan emocionante.
- ¿Y Hit? - pregunto
Mi hermano y yo estabamos discutiendo por algo hace unas horas y creo que es mejor dejar en claro el asunto con Sheryl.
- No lo he visto desde la mañana - responde mi hermana - ¿Nuevamente han discutido?
Se pone las manos a la cadera y se mueve en forma retadora. Miro a mamá que se acomoda un pendiente en cada oreja.
- Mis bebés nunca cambiarán - se separa del espejo y se acerca a mí para acomodar mi corbata. Me trae tantos recuerdos - ¿Te sientes preparado?
Asiento.
Hoy mamá iba a presentarme ante el bufete de abogados de papá.
¿Y qué si me siento preprado? Mi cara de pocos amigos deja mucho que decir que he estado cuidando mucho que voy a decir hoy día y como me presentaré.
Una traje elegante, una camisa de color negro y la corbata y zapatos intachables.
- Bueno, la limusina nos espera afuera, cuidate mi chiquita - besa a Guilian en la mejilla - si Hit regresa dile que lo quiero - dice mamá y mi hermana asiente
Me despido de todos y salgo al exterior con una paraguas en manos.
Virginia me sonríe y nos abre la puerta del vehículo.
Al ingresar, el aire acondicionado se modera y el calor emanado logra tranquilizar mis nervios.
[.…]
El bufete de abogados de Londres, Inglaterra. El más reconocido de todos. El sueño de más de ciento mil personas, es trabajar aquí.
Y eme aquí, el heredero de todo este emporio.
La gala transcurre normal, no parece haber nada desagradable. Los invitados llegan a cada instante tomando asiento en sus mesas respectivas. Las camareras sirven el champán en cada copa vacía que encuentran y todos los ojos se posan en mí como si fuera miel de abeja y ellos osos hambrientos.
- Me sorprende verte, aunque era de esperarse ¿No?
Sheryl se encamina a mí con total seguridad, su cabello rojo, característico de los Winston, lo lleva suelto y el vestido negro se ciñe a sus inexistentes curvas.
- Un gusto verte, Sheryl
- De seguro te encuentras muy feliz - dice haciendo énfasis
- Supongo - digo y hago una ademán de marcharme pero mi mamá se encuentra a penas giro
- Sheryl preciosa, que bien te ves - ruedo los ojos aunque sé que no le gusta a mi mamá
- Igualmente tía
- Wallas...podrías ser caballero y traer una copa de champán a tu prima
Asiento de mala gana y giro sobre mis talones para ir a la mesa principal.
Había pasado tiempo de que no veía a Sheryl, desde lo de New York.
Me acomodo el reloj cuando siento como un líquido recorre todo mi abdomen. Mis ojos se abren tanto por la sorpresa que no tardo en voltear y mirar con enojo a quien ocasiono que mi camisa, que tarde tanto en elegir, termine totalmente empapada de ¿Champán?
- Mierda - farfulla la chica
Rubia, claro como no.
Ella deja la bandeja a un lado y enfoca su atención a mí, como debería hacerlo. Pero la aparto justo en el momento en que pensaba tocarme.
- No me toques
- No lo iba a ser - responde la chica cruzandose de brazos - iba a tocar su camisa
¿Irónica? Já...
- Me has manchado
- No me habia dado cuenta
No sé porqué, pero no he dejado de querer sonreír al oirla hablar con tanto empeño a hundirme.
- Déjeme ayudarle - dice la chica quien se apresura a cogerme de la muñeca y guiarme a la puerta de salida - no tengo de otra
- ¿Me vas a robar? - pregunto observandola mejor
Su uniforme es tan ceñido que deja ver curvas que cualquier hombre podria matar por apoderarse de ellas. Ella se apresura a mirar a todos lados como inspeccionando de que nadie nos viera. Y yo también agradezco eso.
- No soy tan idiota para robarle a un niño rico - contesta- ¿Wallas no?
Asiento.
- Por desgracia mía tengo que ayudarte o me quedaré sin empleo