...solo debemos hacerlo
[…]
Me cruzo de brazos.
Perfecto, el niño rico acaba de terminar su famoso discurso.
¿Y ahora? Pues cambiarme e ir al pub donde tengo que trabajar. Pero por desgracia ya no tengo uniforme.
Ya me ha pasado esto antes. Suelo ser muy torpe y termino derramando alguna bebida sobre alguien e incluso llegué a tirar una ensalada sobre una señora.
Pero si el señorito Wallas se quejaba de mi con el jefe estaría fuera.
Así que me quito el ceñido uniforme y lo dejo en mi casillero. Me pongo los vaqueros azul noche y la ramera negra de Teo cuando René entra por la puerta. Su presencia hace que todas la miremos. Y su postura hace que intimida más.
Pero yo me mantengo erguida.
- Emma - dice como si mi nombre fuera una reprimenda - ¿Sabes lo peligroso que es estar aquí?
Yo miro alrededor. Esto a comparación de los otros lugares que trabajo, no es peligroso.
- Estaba trabajando - me excuso poniendome los zapatos - y tengo que volver a trabajar
- Basta de trabajos por hoy jovencita, ya es demasiado tarde
Miro a mi alrededor, mis mejillas han cobrado el rojo vivo de la vergüenza.
- Vale hermana René pero hablemos afuera
Ella acepta y termine de empacar mis cosas para dirigirla fuera del edificio.
- Adelante prosigue - pido
- Todos tenemos límites, tu ya has sobrepasado los tuyos - se cruza de brazos
- Tengo diecisiete, pronto dieciocho, tengo que velar por mi futuro ¿No?
- Emma no puedes ir por ahi trabajando como cualquier chica, en Chicago tu no eras así - replica René - vamos jovencita, a casa
- No es mi casa
Ella me mira, parece querer descifrar mi expresión pero nada, se rinde, como todos.
- Has vivido ahí durante dieciséis años, Emma
Tiene razón, ha sido mi casa pero eso no quiere decir que la siento como tal. Para mí es solo el orfanato.
- Esta bien, iré pero eso no quita el hecho de que tenga que volver a trabajar mañana - sanciono
- No jovencita, buscate un empleo estable el cual no tenga que ver en utilizar un uniforme tan revelador
Frunzo el ceño, es cierto a mi tampoco me gusta los uniformes ceñidos pero no tengo otra opción más que aceptarlo.
Soy huérfana y eso implica usarlo para ganar algo de dinero.
Pronto tendre dieciocho y como todo orfanato en el mundo, me tendrán dejar ir.
- Mañana buscaré un empleo más decente
La hermana René tiene razón, le hago mala fama al orfanato trabajando en clubes tan denigrantes. Pero el empleo que mantengo en el emporio de recepciones Winston es agradable y la paga no es tan mala.
- Emma, mañana será un dia nuevo y sabes que cuentas conmigo para todo
René me envuelve en sus brazos y me regala un beso en la mejilla.
- Adelante, la hermana Victoria no es paciente
Asiento sin entender porque la hermana Victoria a accedido a levantarse temprano solo para recoger a una oveja perdida.
- Debe estar echa una furia de seguro
- ¿De seguro? - pregunta René sarcástica - Lo esta muchacha, lo está
Río y ella no tarda en hacer lo propio.
- Los Mac' Onell han venido especialmente a verte
¿Mac' Onell? Su insistencia por tenerme es magnífica, siempre pensaron que podrian adoptarme hasta que la señora supo que esperaba un bebé, pero el dichoso bebé murió en su vientre a los tres meses. En aquel entonces tenía ocho años, años después volvieron a buscarme pero mi proceso de adopción suele ser más largos. Habernos mudado a Inglaterra hace que las leyes del país se ejerza sobre nuestra política estadounidense.
Así que mi adopción tardará porlo menos más de medio año.
- Son muy gentiles - dice René
- Lo sé
- Tengo amigos que podrían ayudarte
Enarco una ceja.
- ¿Amigos como...? -pregunto
Los amigos de la hermana René suelen ser campesinos, panaderos, personas que ayudan a la iglesia a las mejoras con pequeñas colaboraciones.
- De seguro los conoces - dice incrédula mirando como el parking esta lleno de autos pijos - mañana en la mañana podria presentartelos, buscan a una mucama, y son gente decente, confío en ellos
- ¿También ayudan a la iglesia? - pregunto observan como la hermana Victoria nos fulmina a ambas con la mirada - ¿Me dirás quienes son?
- No, solo diré que viven en una montaña
Mierda.
Continúe con mi camino hacia el carro. Me adentre al auto en total silencio. No queria decir nada.
Solo sabía que los únicos que viven en una montaña eran los Winston. Y eso incluye al niñito rico de Wallas.
Ruego a los Ángeles del cielo que intercedan por mí, no quiero ser mucama de unos ricachones.