Hit
Nadie me creía.
Para mí eso era normal. Hasta que la conocí. Y deseé que mi historia lo sepa solo
[...]
Los días pasaban. Me dolía la cabeza, el cuerpo e inclusive creo que solo mis orejas, aquella parte de mi cuerpo que tanto odio, son las únicas funcionales.
Me rasco la nuca y me tiro sobre mi cama. Estaba con papá en New York pero creo que extrañé algo aquí.
¿Sino por que otra razón regresé?
Miro el techo con cierto recelo y me inundo del aroma cítrico que tanto le decía a Emma que esparciera.
Emma...
Hasta su nombre es bonito. Todo en ella es bonito. Pero prefiere a mi hermano, y viceversa. Creo que llegué tarde a una guerra que ya había estado ganada.
Recuerdo cuando Wallas me miró con tanto desprecio cuando baje las escaleras dejando a Emma tendida en mi habitación, vomitando y ebria.
La verdad es que no sabía como actuar. La había besado y su respuesta fue un puto vómito. Espero que haya sido por la ebriedad. Es a lo único que me afianzo.
Sus labios.
Si pudiera describir la sensación de tener esos labios encima de los míos. Es imposible.
Porque es indescriptible, ella lo es, el sentimiento que me transmite, sus ojos cada vez que se posan sobre los míos, su sonrisa con hoyuelos.
Es todo ella lo que me gusta.
No me la quiero tirar.
Y me lastima que mi familia crea eso.
Yo no la toqué, a ninguna empleada. Tengo la mala costumbre de creer que el amor de mi vida llegaría de improviso, así como entraban ellas a la mansión.
Joder, si tan solo hubiera sabido que alguien importante llegaría, me hubiera abstenido de todo.
Pero yo sé la verdad. No las toqué. No les insinuaba nada. Solo les coqueteaba, a algunas le gustaba. Otras me dejaban en claro las cosas.
Supongo que aquella actitud coqueta de mí era lo que mi familia hablaba de «mojabragas»
No lo soy, solo soy iluso del amor.
<...>
El anochecer siempre ha sido mi favorito. La combinación de colores que parecen decir algo como «¿Qué mierda me miras pendejo, sigue chequeando tu celular?» las personas ya no prestan atención a la belleza que el mundo no se cansa de enseñarnos por más que lo contaminemos a diario.
Me gusta el anochecer porque sé que eh vivido un día más. Y le temo a lo que pasará mañana porque no sabes que sucederá.
Simple, cuestión de temor.
Hay que temer para sentir.
Me alejo del balcón poniéndome la camisa. Hoy habrá una cena y como es costumbre los Winston nos reunimos.
Salgo de mi habitación oliendo a perfume caro de no sé cuantos dólares, la camisa blanca y vaqueros negros.
El cielo está despejado, hace sol y corre un ligero viento.
Me encuentro a Guilian parada en frente de mi puerta, usa un vestido floreado apegado y su cabello pelirrojo en una coleta alta.
Ir a la finca nunca ha sido de su agrado. Supongo que desde lo ocurrido con Max nadie quiere ir allá.
Me llevo el bolso al hombro.
- Hola Guilian - la saludo
- ¿Es necesario que vaya yo? - pregunta entregandome su maleta la cual comienzo a rodar hasta las escaleras
- Todos los Winston - remalco
Ella bufa:- Odio ser una Winston
Le sonrío y bajo las escaleras chocando con Wallas en el último escalón.
Wallas. Ruedo los ojos.
¿Quién carajos le pone Wallas a su hijo?
Oh si, mis padres.
¿Quién carajos le pone Hit a su hijo?
Dios que nombres más absurdos tenemos.
Me froto las sienes ignorandolo.
- Hola hermana
- Wallas, buenos días -/contesta mi hermana menor
Ruedo los ojos y bajo las escaleras por completo para así ir hacia la camioneta que nos llevaría a la finca.
Mamá está en el asiento del copiloto. En un rato Guilian también se nos acerca pero para la jodida sorpresa de todos, Emma aparece.
Lleva unos shorts pequeños con una camiseta holgada, una sudadera amarrada a su cintura y zapatos. Su cabello lo lleva en un tomate y en su hombro reposa un bolso grande. ¿Acaso irá con nosotros?
Como reflejo miro a Wallas que también la observa. Me arden las venas de solo pensar que la ha invitado.
No me molesta el echo que haya venido, eso sería grandioso.
Me molesta el modo en que él la mira como si ya tuviera todo planeado.
Doy grandes zancadas hasta quedar en frente de ella.
- Hola Hit - musita agotada
De solo verla me doy cuenta que ha subido la montaña.
Una fina capa de sudor cubre su frente. Su cabello se le pega al rostro y su cuelo comienza a parecer una manzana brillosa.