Mara Rolling
La tarde la paso en mi habitación, hice una live con mis seguidores en Instagram, edite un poco el vídeo que subiré está semana en mi canal de youtube y me pase el resto del tiempo buscando lugares de Verona en internet que me inspiren para crear mi pintura.
No funcionó
Siempre hago lo mismo, busco por internet lo que sé que no encontraré. Trato de que mis cuadros sean únicos y capten en realidad lo real, pero también lo mágico y atrapante que puede llegar a tener un lugar.
Me doy una ducha para relajarme y cuando salgo camino directo al estéreo, lo conecto por Bluetooth a mi teléfono y dejo que mi playlist de Nirvana suene, subo el volumen y comienzo a tararear la letra, tiro mi toalla por un rincón del lugar y desnuda—como mi madre me trajo al mundo—bailo y finjo ser quien toca la guitarra. Solo la gente safada, liberadora y muy pero muy ilimitada en su especie sabe lo relajante que es ser tú mismo sin importar el lugar.
Salto en la cama y bato mi cabello como toda una rockstar, cuando un solo de batería se presenta cambio los papeles y muevo mis manos como si en ellas estuviesen las baquetas y como sí yo fuese quien las dirigiera sobre los platillos. Grito cantando fuertemente y para nada desafinado—No es modestia, eh—, con una sonrisa en labios me levanto de la cama y camino en busca de mi ropa cuando la primera canción finaliza. Tampoco es como que pasaré el día desnuda, tengo algo que hacer aún y tristemente requiere de mi presencia en el balcón, lo cual me impide mostrar mi cuerpo, aunque realmente no me importa hacerlo, pero por experiencias ya vividas, moralmente debo cubrirme no quiero que otra mujer venga a reclamarme que estoy provocando a su marido.
Épico.
También recibí una denuncia por exhibicionismo
Épico por dos
En fin, me muevo a través de mi habitación llevando cosas de un lado y colocándolas en otro. Saco mis materiales de pintura y los coloco en la pequeña mesa que ubique en el balcón, Alisha, mi hermana, cumplirá veintiocho años en un mes y quiero hacerle un cuadro de regalo. Desde que ví este lugar en la mañana supe que el atardecer aquí debe ser maravilloso, así que ese será mi obsequio. Un atardecer italiano, que supere eso su estúpido novio.
Dejo el caballete en su lugar y me adentro de nuevo en la habitación, aún falta mucho para que el atardecer llegué y este no es un trabajo de un día, me esperan muchos atardeceres en el balcón. Paciencia y amor, eso hace del buen pintor una excelencia en su profesión.
Paciencia porque no todo se logra a la primera y debemos disponer de mucho tiempo para lograr nuestro cometido, y amor porque se necesita para que la obra concluya de la mejor manera posible ¿A qué me refiero? Bien, es como la comida. Cuando tu madre te dice que te cocinó un platillo con mucho amor y lo pruebas y descubres que no mintió, el sabor es magnífico y delicioso. Pero, si cocinamos sin ganas, desalentados, amargados o con rabia no todo el tiempo tendremos el resultado anterior, no habrá paciencia, no habrá amor y no habrá un buen pintor. Para que tu obra sea lo que esperas necesitas de estos dos pilares en tu vida, o eso me he planteado desde que comencé.
Sin amor no hay paciencia y sin paciencia no hay amor, o están juntas o no será delicioso el resultado. Sencillo.
Ordeno la ropa en la habitación, después de todo estaré en esta ciudad un tiempo. No sé por cuánto, en realidad en mis viajes la única fecha que está fija es la de llegada, jamás le doy fecha a mis regresos estos ocurren cuando sé que es el momento. Y llevo a penas un día en esta ciudad, no creo que ese momento sea pronto. Ojeo la hora en el reloj de mi teléfono y descubro que falta poco así que muevo el lienzo en blanco y lo posiciono sobre el caballete y me siento en la silla frente a este, ojeo las cosas que descansan sobre la mesa y recuerdo que olvide uno de mis pinceles especiales para difuminar así que me levanto de inmediato tratando de encontrarlo en mi maleta de materiales.
Carajo, ¿Dónde está?
Reviso la ropa que guarde y sigo sin conseguirlo.
—Dios, no puede ser que lo haya dejado en Phoenix—Cubro mi rostro con mis manos—Tendré que salir a comprar uno mañana
Continuo mi búsqueda entre mis cosas frustrandome al no conseguirlo, es uno de mis favoritos, me gusta trabajar con él y los resultados que me da son asombrosos desde mi perspectiva. Es cuestión de segundos para que todo lo que anteriormente había ordenado en gavetas este hecho un desastre en toda la habitación. La música no ha dejado de sonar así que me siento un momento en el piso tratando de hacer memoria y ver el momento exacto en el tuve conmigo por última vez. Lo cual no funciona, echo mi cabeza para atrás y dejo salir un fuerte suspiro.
—Y Mara Rolling volvió a hacer una de las suyas, señores—Bufo levantándome y yendo al balcón nuevamente
No será la primera vez que deba improvisar, además será por poco tiempo, mañana iré a primera hora a alguna tienda a conseguir un remplazo. Viendolo bien, será un recuerdo del viaje.
Tomo asiento nuevamente frente al lienzo, agarro la paleta de pinturas con mi mano izquierda y un pincel con la derecha. Muerdo mi labio inferior fijando mis ojos en el pálido lienzo que me pide a gritos que le dé vida. Sonrío sintiendo el cosquilleo y la ansiedad hacer estragos en mi cuerpo.
—Bien, Verona sorprendeme—Murmuro viendo hacia la dirección en la que aparecerá mi musa
Lleno la punta del pincel de color y lo dirijo hacia la tela, estoy a unos pocos centímetros de tocarla en el lugar que he precisado y de pronto...
—¡Bájale a esa porquería, hijo de perra!
Una molesta y viril voz se mezcla con la música al mismo tiempo en que la puerta de mi habitación recibe algunos toques con demasiada fuerza. Veo hacia el interior de la habitación y luego regresó la vista a mi pintura dónde una larga línea de pintura atraviesa gran parte del cuadro