War Blood: La revelación Corvus

CAPÍTULO 23 - EL ENCUENTRO CORVUS

EL ENCUENTRO CORVUS

​La meseta de Machu Picchu vibraba bajo una presión que amenazaba con pulverizar las piedras milenarias. Tony y Zill, tendidos entre los escombros, observaban con una mezcla de horror y reverencia la figura que se alzaba frente a ellos. Kan Von Corvus, su padre, no emanaba la furia descontrolada de un guerrero herido, sino la autoridad gélida de un rey que se disponía a ejecutar una sentencia necesaria. Frente a él, Vladimir, el Soberano y hermano de Kan, expandía sus alas membranosas, destilando un aura púrpura que marchitaba la vegetación cercana.

​—Mírate, Kan —siseó Vladimir, su voz distorsionada por la metamorfosis—. Sigues usando ese uniforme de soldado, ocultando lo que realmente somos. Negaste nuestra herencia el día que me encerraste. ¿Mil años de oscuridad te parecen una tregua justa?

​—Te encerré para salvar lo poco que quedaba de nuestra humanidad, Vladimir —respondió Kan, su voz resonando con una calma aterradora—. Nuestros padres no murieron a manos de Azael para que tú te convirtieras en el mismo tipo de monstruo que los aniquiló. Ellos buscaban un equilibrio; tú solo buscabas un trono de huesos.

​—¡ELLOS MURIERON POR SER DÉBILES! —rugió Vladimir, golpeando el suelo con tal fuerza que una grieta se abrió hasta los pies de Kan—. Confiaron en la paz y recibieron el fuego del cielo. Yo elegí el poder para que ningún ángel volviera a mirarnos por encima del hombro. ¡Y tú, mi propio hermano, me traicionaste por un ideal que no existe!

​Kan no respondió con palabras. Un aura de energía blanca y plateada comenzó a brotar de sus poros, tan intensa que el aire alrededor de él empezó a arder. Sus huesos crujieron, alargándose y ensanchándose en una transformación que hizo que la tierra temblara.

​—¡Escuadrón 7! ¡Escuadrón 6! ¡Atrás! —rugió Kan mientras su rostro se alargaba en un hocico poderoso y su pelaje plateado brotaba como púas de acero—. ¡Me transformaré en Lycan Rey! ¡Nadie se acerque si quiere conservar la vida!

​El estallido de luz fue cegador. Cuando la visión de Tony y Zill se aclaró, lo que vieron no era un Lycan común. Kan, en su forma de Lycan Rey, era una mole de músculo y pelaje plateado que duplicaba el tamaño de Vladimir. Cada respiración de Kan liberaba ráfagas de vapor por la boca.

​Vladimir soltó un grito de guerra y se lanzó al ataque, transformando su brazo en una hoja de hueso y sangre endurecida. El choque inicial entre los dos hermanos generó una onda sónica que lanzó a Phove y a Rock varios metros hacia atrás. Kan atrapó la hoja de Vladimir con su mano desnuda, ignorando la sangre que comenzaba a brotar de sus palmas.

​—¡Sigues siendo el mismo niño asustado que vio a mamá morir, Vladimir! —rugió Kan, conectando un puñetazo en la mandíbula del Soberano que lo hizo retroceder diez metros—. ¡Pero ahora usas tu miedo para infectar al mundo!

​—¡NO SABES NADA DE MI MIEDO! —Vladimir se impulsó con sus alas, descendiendo como un meteorito sobre Kan. Ambos rodaron por la ladera de la pirámide principal, destruyendo cada escalón a su paso. Vladimir enterró sus colmillos en el hombro de Kan, drenando energía—. ¡Sentí el frío de la tumba durante siglos mientras tú envejecías en el lujo de tu Legión! ¡Cada latido de mi corazón era una promesa de que te vería suplicar!

​Kan rugió de dolor, pero no se amilanó. Sujetó a Vladimir por el cuello y lo estampó contra un pilar de piedra, golpeándolo repetidamente con rodillazos que sonaban como explosiones de dinamita.

​—¡Te di mil años para reflexionar, pero solo cultivaste cáncer en tu alma! —sentenció Kan, sus ojos dorados brillando con una intensidad divina—. Busqué la tregua entre razas para que mis hijos, para que Tony y Zill, no tuvieran que vivir en el infierno que nosotros vivimos. ¡Pero tú eres el obstáculo, hermano! ¡Tú eres la mancha en el apellido Von Corvus!

​Vladimir se zafó con una explosión de energía psíquica, dejando a Kan momentáneamente aturdido. El Soberano aprovechó para elevarse, concentrando toda la sangre que cubría el campo de batalla en una esfera masiva sobre su cabeza.

​—¿Tregua? ¿Paz? —Vladimir reía de forma histérica, su mente claramente fracturada por el encierro y el odio—. El mundo solo entiende el lenguaje del dolor, Kan. Si no podemos ser dioses, seremos la plaga que consuma todo. ¡Mira cómo destruyo tu preciosa "paz" con la sangre de tus propios soldados!

​Vladimir lanzó la esfera, pero Kan, en un despliegue de poder absoluto, se plantó con las piernas firmes y cruzó sus brazos en X. El impacto de la energía de sangre contra el escudo natural del Lycan Rey fue tan potente que la neblina de la montaña fue barrida por completo, revelando la luna llena que observaba el fratricidio.

​—¡Es mi turno, Vladimir! —rugió Kan, su cuerpo brillando con una luz plateada que comenzó a condensarse en sus puños.

​El patriarca se lanzó en una ráfaga de movimientos que desafiaban la física. No eran solo golpes; eran descargas de energía pura que desintegraban la armadura mística de Vladimir. Kan golpeó el pecho, los flancos y finalmente las alas de su hermano, escuchando el delicioso y terrible sonido del hueso ancestral quebrándose. Vladimir cayó de rodillas, escupiendo una sustancia oscura que ya no parecía sangre.

​—¡Maldito... seas...! —jadeó Vladimir, intentando levantar su mano, pero Kan la pisó con fuerza, hundiéndola en la piedra—. ¿Vas a matarme ahora? ¿Vas a terminar lo que empezaste en el pasado?

​Kan volvió a su forma humana, aunque su cuerpo seguía emanando vapor y sus heridas eran profundas. Miró a su hermano con una mezcla de odio y una profunda tristeza que solo un familiar puede sentir.

​—No tengo que matarte para destruirte, Vladimir —dijo Kan, con la respiración entrecortada—. Has perdido. Tus generales están muertos. Tu ejército está disperso. Y lo más importante... has perdido a tu familia. Una vez más.

​Vladimir soltó un grito de rabia impotente, golpeando el suelo con su mano libre. La frustración de un milenio de planes frustrados estalló en su pecho. Tony y Zill se acercaron a su padre, cubriéndolo, mientras el resto de la Legión, herida y exhausta, rodeaba el perímetro.




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