War in the after life

Tu no sabes nada sobre mi

El aire del balcón era más frío que adentro, aunque la música seguía llegando amortiguada desde el salón.

Erick apoyó las manos en la baranda para mantener la distancia. No sabía si estaba intentando protegerse del viento o del hombre que lo seguía de cerca.

Andrei no dijo nada al principio. Observó la ciudad iluminada bajo ellos y, por un instante, pareció perdido en sus propios pensamientos.

Luego habló, con voz baja pero firme:

—No puedo fingir que no te reconozco.

Erick lo miró de reojo.

—¿Reconocerme? Apenas nos presentamos hace un rato.

Andrei negó lentamente.

—No me refiero a eso. Te conocía de antes. En la organización. No supe tu nombre, tampoco pude verte, pero... —hizo una pausa, como si buscara las palabras exactas— hubo algo.

Erick intentó mantener la compostura, pero el tono del otro lo descolocaba.

—Estás confundido.

—No lo creo —replicó Andrei, acercándose un paso—. El olor a rosas. Lo percibí aquella vez y lo tengo grabado desde entonces. Fue la primera vez que algo consiguió distraerme, incluso en medio del caos.

Erick giró hacia él, incrédulo, aunque su pulso se aceleraba.

—Eso es imposible.

Andrei sostuvo su mirada con intensidad.

—Lo supe en el momento en que te vi entrar esta noche. Era el mismo aroma. No podía equivocarme. Desde entonces, no dejo de pensar en ti.

El silencio que siguió pesaba. Erick intentó apartar la vista, pero no pudo. Había algo en aquella confesión que lo desarmaba, una mezcla de peligro y sinceridad que lo confundía más de lo que quería admitir.

—Estás diciendo tonterías —murmuró, buscando recuperar el control.

—Tal vez —dijo Andrei—, pero explicame entonces por qué seguís acá.

Se dio otro paso, y el espacio entre ellos se redujo a nada.

Erick notó cómo el aire se volvía denso, cómo algo invisible le revolvía el pecho. Era como si las palabras del otro se mezclaran con el sonido lejano de la música y el perfume de la noche.

El corazón le latía con tanta fuerza que podía sentirlo en los dedos.ademas de sentir como su cuello poco a poco empezaba a calentarse...empezando a liberar inconscientemente mas feromonas...

No sabía si lo que sentía era atracción, rabia o miedo. Quizás las tres cosas.

Andrei bajó la voz hasta un murmullo:

—No quise incomodarte. Pero hay algo en ti que no puedo ignorar.

Por primera vez, Erick no tuvo respuesta. Se quedó inmóvil, dividido entre el instinto de alejarse y la curiosidad de saber qué pasaría si no lo hacía.

Andrei parecía adivinarlo; sus ojos tenían ese brillo de quien se atreve a leer lo que el otro aún no dice.

El momento se suspendió en un silencio tenso. Y entonces, la puerta del balcón se abrió con brusquedad.

—¡Erick! —la voz de Max los sacudió—. Te estaba buscando. Tenemos que hablar, ahora.

Erick retrocedió, como si acabara de despertar de un sueño. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, apartándose con un empujón rápido.

—No sabes nada sobre mí —dijo con voz contenida, sin mirarlo directamente.

Andrei asintió apenas, pero su expresión no cambió.

—Tal vez no —respondió.

Erick se dio media vuelta y cruzó la puerta junto a Max, dejando atrás el murmullo de la música y el olor a vino y violeta mezclados en el aire.

Cuando el ruido del salón volvió a cubrir el silencio, Andrei se apoyó de nuevo en la baranda. Miró la noche extendida frente a él y dejó escapar un suspiro.

—Aunque no sepa nada sobre ti —dijo en voz baja—, voy a descubrirlo. Y cuando lo haga… no pienso dejarte escapar.

...

El pasillo que conducía al salón principal estaba casi vacío. Las luces, más frías que las del balcón, resaltaban el perfil serio de Max mientras caminaba delante de él.
Erick apenas escuchaba el eco de sus pasos. Su mente seguía repitiendo la escena de hace unos minutos: la mirada de Andrei, su voz, la forma en que había pronunciado su nombre.

“Idiota”, pensó, intentando recomponerse. “No era más que una provocación.”
Pero la sensación persistía, como un roce invisible en la piel.

Max lo observó de reojo cuando llegaron a una mesa apartada.
—Te estuve buscando por toda la fiesta. Tenemos novedades —dijo, bajando la voz.
Erick asintió, intentando parecer concentrado.

—¿De qué se trata?
—Un nuevo encargo. Quieren que eliminemos al responsable de los intentos de asesinato contra uno de los inversionistas del señor. No es un trabajo simple: el tipo tiene contactos y protección.

Erick entrelazó los dedos sobre la mesa.
—¿Ya sabemos quién es?

Max sacó un pequeño dispositivo, mostrandole la pantalla.
—No tenemos nombre confirmado todavía, pero ya hay una pista. Alguien dentro de la organización lo está encubriendo.

Erick frunció el ceño, pero no por lo que acababa de escuchar. Seguía viendo, en algún rincón de su mente, la silueta de Andrei recortada contra las luces de la ciudad.
“¿Por qué tuvo que decir eso? ¿Por qué me afectó tanto?”

—Erick —la voz de Max lo devolvió a la realidad—. ¿Me estás escuchando?

—Sí, claro —mintió, enderezándose en la silla—. Dijiste que hay un encubridor.

Max lo miró con una ceja levantada.
—Sí, pero parece que estás en otra parte. ¿Pasa algo?

Erick se forzó a mantener una expresión neutra.
—No. Solo estoy cansado. La fiesta, el ruido… nada más.

Max no pareció convencido.
—Te conozco demasiado bien —dijo con una sonrisa leve—. Cuando te pones así es porque algo te desconcentra. Y no es precisamente el trabajo...

Erick soltó una risa breve.
—Estás imaginando cosas, Max.

—Ajá. —Max apoyó un codo en la mesa, mirándolo con curiosidad—. Bueno, lo que sea que te tenga la cabeza en otra parte, espero que no interfiera con la misión. Mañana a primera hora nos reunimos con el resto del equipo para planificar cómo proceder.

Erick asintió.
—Entendido.




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