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Llego tan pronto como puedo y ni siquiera detengo bien el motor del auto cuando ya me estoy bajando, el camión de mudanzas, la ambulancia y mi amiga en ella mientras atiende a mi madre, mi papá saliendo de casa con las maletas y su novia con él siempre sonriente.
—¿Qué estás haciendo? —me acerco corriendo y maldigo estar tan despeinada y sin maquillar, pues me veo terrible y esa zorra luce tan bien como siempre.
—Te lo dije hace días, Coraline, te dije que me iba a ir con mi novia porque ya no puedo seguir con mi vida en pausa.
—No te la puedes llevar —reclamo señalando a MI madre.
—Va a estar más cerca de su doctora, es mejor para ella.
—Bien, entonces me voy contigo —declaro sin pensarlo.
—Vale, Syvil está más que encantada de recibirte.
—Espera aquí —mascullo de mala gana, me acerco a la ambulancia y miro a mamá, me sonríe bajo la mascarilla de oxígeno, beso su frente—. Danae, cuidala por favor, no la dejes sola hasta que yo la vea.
—Ya lo supuse, no te preocupes que no me alejaré.
—Gracias, corazón —respiro profundo y tranquila sabiendo que mi madre está en buenas manos con mi mejor amiga.
Vuelvo con la felíz pareja, arreglo una maleta de ropa y salgo hacia el vehículo de mi papá.
—Te gustará Coral —dice mi papá tratando de sonreír.
—Aunque así sea, desde hoy dejas de ser mi padre y sólo serás el ser con el que peleo la custodia de la mujer a la que dijiste amar —él sólo ríe irónicamente, como siempre toma mis palabras como el viento a una pluma.
Me monto en el auto y le escribo a mi mejor amiga que iré tras la ambulancia, puede que ella no vea los mensajes pero da igual, conduzco con calma aunque voy con los ánimos revueltos queriendo golpear a mi padre, su nueva novia y doctora de mi madre no me ha dado nunca esa sensación de tranquilidad, siempre me tiene en un estado de alerta, no puedo confiar en ella y creo que la sensación que ella tiene conmigo es la misma. Llego al maldito castillo en el que vive, muchos dicen que este es un lugar histórico, yo lo considero como el hotel para monstruos como en Hotel Transilvania, además la bruja malvada lo habita.
Salgo de mi Bentley, el cual mi madre me regaló apenas tuve 16 años, Syvil sale del auto de mi padre y se acerca a mi sonriendo como cada que está al lado de mi padre, así cínicamente porque ambas sabemos que no toleramos respirar el mismo aire que la otra.
—Espero que no te moleste, pero he invitado a mi hermano y a mi sobrino a cenar, es que quería que toda mi familia compartiera la primera cena —dice ella tomando la mano de mi padre, quien sonríe como imbécil, de verdad que el aguita de calzon que le dieron fue bastante fuerte, tomó litros.
Me tomo el cabello en una coleta más ordenada, me quito la sudadera y me cambio las nike por unas sandalias de tacón que combinan mejor con el vestido estilo bohemio celeste, que he decidido utilizar hoy. Busco un labial y máscara de pestañas, con eso tendrá que bastar porque no tengo otra manera de solucionar mi estado.
Corro para alcanzar a mi padre, quien ya va hablando sobre donde va a dormir mi madre y donde me tendré que alojar yo. Entramos al enorme castillo, las cortinas blancas se mueven por el viento que ingresa al tener las ventanas abiertas.
—Muchos dirían que la mejor casa la tiene el Alcalde, pero mi hermana le gana a cualquiera —dice la máxima autoridad siempre sonriente, él si me agrada, tras él viene su hijo.
Ese chico siempre tiene un aura de “pecar de inocencia”, sonríe viendo la pantalla de su iPhone y de vez en cuando se dirige a su padre. El señor Alcalde llega frente a mí y abre los brazos con una sonrisa sincera dando luz a su frente.
—Señor Nils, un placer verlo —digo sonriendo, simplemente él contagia su estado de humor.
—Siempre es un gusto saludar a Coraline Rox —se inclina y me abraza, le regreso el gesto y luego me alejo con discreción—. ¿Cómo se encuentra tu madre?
—Igual que siempre, pero se trata de buscar un tratamiento que funcione mejor.
—Es una muy extraña enfermedad —interviene Syvil—. Por eso si la tengo aquí, aunque esté de vacaciones la puedo atender.
—Cierto, si me disculpan, quisiera ir a la habitación de mi madre, no quisiera perderme más tarde —el alcalde ríe y señala el lado este del castillo.
—Espero verte en la cena, siempre resulta agradable conversar con una futura política.
—Lo mismo digo, a veces, lo mismo de siempre pasa a ser anticuado —el Señor Nils ríe y ve a su hijo.
—Deberías saludar a mi próxima mano derecha, hijo.
—Siempre puedo ser la izquierda, Señor.
—Dios, adoro a tu hija Evan, es igual a Maeve —su sonrisa melancólica delata esas historias que mi madre me ha contado.