Welcome To Wixton Charm

Capítulo 5

*5*

Me levanto de la cama sintiendo que hasta el más mínimo músculo pesa más que mi vida, no he hecho absolutamente nada, pero hace ya más de una semana que siento que mi cuerpo no resiste nada, no he podido comer porque todo me sabe mal, vomito cada que me obligo a comer, es terrible y no sé que hacer, todo esto fue peor cuando Syvil me vio montando a caballo con Jarek, o ese mismo día a la tarde cuando estuvimos con el señor Alcalde recorriendo el centro de la ciudad.

Me ducho y acicalo antes de vestirme, hago uso de uno de mis tantos vestidos y me calzo unas sandalias de las muchas que tengo, me maquillo y siento que hasta tomar el lápiz delineador quiebra mis dedos, hoy siento que muero y es uno de los días más importantes. Salgo de mi habitación contando los pasos, necesito llegar a la cocina para beber alguna medicina, me apoyo en una pared y ya no puedo más.

—¿Coraline?

—Jarek, ayudame —el chico corre a alcanzarme y me alza tal y cómo hizo ese día en la plaza.

—¿Te sientes bien? —niego y no resisto las lágrimas, me duele todo, me estoy quebrando o al menos eso es lo que siento—. ¿Necesitas algo?

—Tengo que beber esto —susurro enseñándole la medicina—. Vamos a la cocina, por favor.

El chico suspira y mira a todos lados, no queremos que nadie vea mi ropa interior, apoyo mi cabeza en su cuerpo y dejo caer mis lagrimas en el espacio que queda entre su mandíbula y su hombro. Si Syvil nos ve, creo que me va a hacer más embrujos de los que sería posible para solo una persona, mi madre me comentó muchos de los que tengo encima, me los comentó el día que la llevé a la habitación queriendo hablar con ella por el hecho de que no quiero ser la tercera en una relación pero tampoco quiero ser la segunda opción, cosas del corazón que de pronto se presentan como si de relámpagos se trataran.

—Coraline, llegamos —suspiro, el chico me sienta en la mesada mientras busca un vaso y lo llena de agua—. Ten ¿Estás bien?

—Creo que estoy un tanto enferma, me duele mucho la cabeza —miento pero lo hago bien, se supone que la medicina me va a ayudar.

—Tranquila ¿Por qué no te quedaste acostada?

—Tengo cosas que hacer.

—Coraline ¿No te enseñaron a cerrar las piernas? —Me giro y veo a la desagradable novia del chico que me acompaña—. Es decir, te veo las pantis cariño.

—Lo siento, no era mi intención —me bajo de la mesada tomando la mano de Jarek, que conste que él me tendió la suya primero—. Gracias, Jarekcito, me voy.

Como puedo me sostengo de pie, mi orgullo y dignidad no me dejarán caer, no frente a esa chica. Voy al ascensor y presiono el botón que me llevará al piso de la habitación segura, se supone que debería haber traído a mi mamá para que me ayude con esas pequeñas cosas de ocho patas, pero no me puedo a mi misma, menos podré a ambas. Abro la puerta del cuarto y apenas pongo un pie en ella todo mi mal desaparece, respiro tranquila y siento como mi cuerpo vuelve a ser el mismo de siempre.

Busco las cajas pequeñas y las cuento, tengo las treinta necesarias, las acomodo sobre la mesa una tras otra con sus respectivas tapas. Miro la caja de cristal donde se supone están las pequeñas arañas, la bola de seda sigue muy bien formada, tendré que esperar aún, me siento en la mesa mirando fijamente la tablita con la que tomaré a cada arácnido.

Me levanto viendo que no pasa nada aún, me acerco a la ventana y desde ahí veo como nuevamente Jarek y su novia discuten, así se la pasan, sobretodo desde que Syvil fue y dijo frente a todos que el chico y yo somos “amigos” de los muy cercanos, eso es falso porque yo jamás estaría a pasos de siquiera arruinar algo. No sé en qué momento pasa, pero sólo veo a Jarek ahora montando a su caballo y cabalgar a toda velocidad por el jardín, entre los árboles y rosales, lo que me deja en claro que la chica se ha ido.

Suspiro y vuelvo a la mesa, en eso veo a cuatro arañas ya tratando de salir de la caja donde nacieron, tomo la tablita y abro su hábitat de nacimiento, mis vellos se erizan y cuento hasta diez antes de acercar la tabla a una sin hacerle daño, ese pequeño ser se para en la tabla y rápidamente la muevo hasta una de las cajas pequeñas, así hago con las otras.

Siendo las tres de la tarde del veintiocho de octubre, es que ya tengo a las treinta viudas en sus transportadores, las meto a todas en mi bolso y salgo de la habitación, no sin antes tomar otros analgésicos que con suerte pueden combatir el poder de un hechizo corporal.

Llego a mi auto y maldigo ver a Syvil, por suerte mi madre ha bloqueado mi mente y así por más que la bruja quiera, no puede leer nada en mi. Salgo camino a la dirección que me indicaron hace más de un mes, no me puedo creer que son más de dos horas de viaje, lo peor es que voy literalmente llegando a la nada, si me pasa algo nadie podría auxiliarme.

Pronto a lo lejos veo un muro tal como el del castillo donde Syvil vive, donde yo vivo, las puertas son mucho más grandes, están abiertas y las torres al interior dejan ver lo abandonado que está el lugar, pasando esas torres hay un puente que me da miedo cruzar, pero la cascada sin duda alguna es hermosa. Pasando el puente hay un muro de nombres, años y edades, aun sin entenderlo me resulta impresionante, paso por debajo de otro muro y pronto me encuentro en casi un pequeño pueblo oculto, apago el auto y salgo de este llevando mi cartera.

Se oyen murmullos, risas, voces lejanas que no sé de dónde vienen, no hay nadie aquí, lo único que sigo es la luz anaranjada bastante centrada, el sonido del agua y del viento. Como mi madre ordenó, no digo nada, ni una sola palabra sale de mi boca. Mi mente se encuentra en una especie de trance y mi cuerpo nuevamente ha dejado de doler.

—Coraline —mi nombre se repite en un eco, giro en mi propio eje, no hay nadie—. Coraline, aquí Coraline.

Me confundo mucho, no entiendo como ahora mi nombre resuena, me llaman pero no sé donde y mucho menos quien, el lugar está vacío. Sigo avanzando y alrededor de una enorme fogata hay muchas cruces, más de cien cuerpos resplandecientes, figuras femeninas están atadas en estas, todas viendo al suelo y con los ojos cerrados, se ven perfectas, parecieran ser ángeles. Busco a alguna con corona y pronto la encuentro, no se parece a mi mejor amiga, pero es la única a la que podía distinguir.




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