Era un día muy lluvioso, habían pasado un par de años. Wat se encontraba haciendo el desayuno. Eran las 7am, pero afuera se encontraba casi oscuro y los truenos resonaban fuertemente en las ventanas de repente...
Wat estaba despeinado, con su playera de dormir y unos shorts que encontró a su paso hacia la cocina.
Ambos tenían que ir a trabajar, pero él siempre trataba de levantarse antes para que el desayuno estuviera listo a tiempo. También alimentaba al perro y lo dejaba calientito para que pudiera seguir durmiendo otro rato.
La noche anterior había sido un desastre total, sabía que le costaría trabajo levantarse a tiempo. Ellos se habían quedado hasta tarde bebiendo y riendo. Habían tomado la decisión de vivir juntos desde hacía un tiempo, querían aprovechar al máximo todo el tiempo que tuvieran. Era fácil ahora, no había dolor, dudas, ni inseguridades. Ambos estaban completamente seguros de que se amaban, de que aquel era el camino correcto. Todos los problemas habían quedado en el pasado, se desvanecieron como se desvanece la noche y comienza un nuevo amanecer, con un sol reluciente y un olor fresco de las flores por la mañana.
Wat preparaba un par de huevos estrellados, mientras la cafetera estaba lista. También se estaba encargando de vigilar el tostador para que los panes no se quemaran. Después de dejar listo el desayuno tomaría una ducha.
Mientras Wat continuaba preparando el desayuno para los dos, comenzó a recordar fugazmente una parte de la charla que habían tenido la noche anterior. Sus mejillas se sonrojaron y sonrió tiernamente; recordó como ya entre unas copas de vino ambos tirados en la cama comenzaron a hablar de los buenos tiempos, como un flashback de memorias conjuntas influenciadas por el alcohol, los recuerdos comenzaron a florecer, todo el camino que tuvieron que recorrer para llegar al final de su historia. Un final en donde por fin pudieran estar juntos.
Las memorias del colegio, su primer beso, su primer empleo, la primera vez que se dijeron "te amo", la primera caricia real, las carcajadas entre amigos, las peleas y todas las separaciones. Todo aquello que vivieron para poder llegar por fin a estar juntos. Después de tanto tiempo, después del llanto, por fin habían encontrado su lugar feliz. Uno al lado del otro, como debía ser desde el inicio.
De repente el despertador interrumpió el recuerdo de Wat, ya sonaba en la habitación que se encontraba con la puerta entreabierta. Era hora de levantarse para ir al trabajo. Como cada mañana.
Wat sabía que era cuestión de minutos para escuchar un gran quejido proveniente de la habitación. La queja siempre era la misma: -¿Por qué tienes que sonar maldito despertador?, ¿por qué no me dejas dormir otro rato? ¡Odio la vida adulta! - Aunque probablemente las quejas hoy se multiplicarían, debido a los estragos del alcohol de la noche anterior.
De repente se escucha un gran quejido desde la habitación: -Callateeeeeeeee- dirigiéndose al despertador.
-Amooooooooooooor, no quiero ir a trabajar, déjame renunciar y por favor hazte cargo de mí toda la vida- Se escucha desde la recamara entre sollozos y una voz quejumbrosa aniñada.
Wat desde la cocina no contuvo la risa.
- Ahhh ¿te estás burlando de mí?, ¿no me quieres mantener entonces? Ja ja - Respondió la voz con tono de puchero desde la habitación.
Wat no le respondió, en cambio, se dirigió hacia la habitación para darle ánimos a su amor, debía levantarse, no podía permitirse perder aquel empleo de sus sueños, que tanto trabajo le costó conseguir.
Se dirigió hacia la recamara. Una grande recamara pintada de blanco, sábanas blancas, almohadones blancos y un enorme velo blanco para evitar las picaduras de mosquitos, tal como lo habían planeado desde hacía tanto tiempo cuando habían iniciado su relación. La casa de sus sueños, decorada tal como su amor siempre se lo había pedido.
Llevaban ya un par de años juntos. A pesar del trabajo que les costó hablar de todo lo que dolía, a pesar de los años que tuvieron que permanecer separados. A pesar de lo difícil que fue dejar atrás sus miedos e inseguridades. A pesar de las lágrimas y el dolor de la distancia. Entendieron que el amor, trataba sobre el perdón y sobre la comunicación. Y también entendieron que aquellas almas que están destinadas a estar juntas, siempre se volverán a encontrar una y otra vez a pesar de la distancia y del tiempo, hasta que sea el momento correcto para ambos.
Wat abrió la puerta y ahí se encontraba, su persona favorita, malhumorada, refunfuñona y estresada. Con el cabello despeinado, desaliñada y con cara pálida y con resaca.
Wat con una sonrisa tierna en el rostro le dice:
W-Ya levántate... es hora de ir a trabajar gruñona. Levántate Ela...
Lentamente comienza a acercarse a ella con la intención de darle un tierno beso en la frente, un besito motivacional que le diera los ánimos para salir de la cama y comenzar un nuevo día...