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CAPITULO 12. EL CUMPLEAÑOS

¿Has escuchado aquel dicho que dice, que nunca celebres cosas importantes con alguna persona el día de tu cumpleaños? Porque si esa persona se va, cada cumpleaños la recordarás con tristeza.

Pues al parecer Wat y Jeff jamás lo habían escuchado. Porque Jeff decidió que quería regalarle el cumpleaños más memorable a Wat.

Jeff era un chico tan amable como pocos, tierno, aunque engañaba su aspecto rudo y su traje de motociclista, cuando bajaba de ella se volvía el chico más sonriente y carismático que te pudieras imaginar.

Su aspecto lucía siempre bien cuidado, le gustaba mantener su cabello un poco largo, era su estilo de rockstar. Amaba las cosas simples como tocar la guitarra y cocinar delicioso para quienes amaba. Era más de preocuparse por los demás. Es por ello que nunca le guardó rencor a Wat.

Cuando Wat se alejó de él. Jeff no pudo evitar pensar si había hecho algo mal. Era su mejor amigo quien lo estaba dejando. No cualquier persona.

Sin embargo, Jeff se había reservado durante mucho tiempo las ganas de tocar el tema. No pensaba hacerlo a menos que este saliera a flote por sí sólo. Lo único que no quería hacer en esta vida era incomodar a Wat después de haberlo perdido durante tanto tiempo.

Jeff pasó observando a Wat de lejos por el resto de la secundaria. Sabía que en ocasiones se encontraba triste, había escuchado un par de rumores acerca de que alguien lo había estado molestando en el aula. Había creado un plan para ayudarlo de lejos sin que nadie lo notará. No tenía intenciones de molestarlo, pues había sido bastante obvia la manera en cómo Wat se había alejado. Era claro que quería poner distancia y aunque no entendió nunca porque o que había sucedido para que su mejor amigo lo hiciera a un lado de un día a otro, él no se iba a quedar de brazos cruzados viendo como acosaban a su persona favorita.

Ahora que se encontraban juntos de nuevo, Jeff había ideado un plan para sorprenderlo. Planeó todo un itinerario. Pasaría a recogerlo muy temprano. Se iban a saltar las clases ese día. Pero nadie lo sabría. Posteriormente llegarían al parque de diversiones, estarían allí un par de horas para después dirigirse a comer comida china, la favorita de ambos. Más tarde irían al cine y por la noche planeaba llevarlo por un par de cervezas. Jeff no quería ser codicioso tomando todo el día de Wat para él, pero no pudo evitarlo. Quería hacerle pasar el mejor de los cumpleaños.

Y así fue, fue el mejor de los cumpleaños. Wat ese día no paró de reír. Anduvieron de un lado a otro arriba de la motocicleta. Parecía que lo que les faltaba serían horas. Ninguno de los dos quería que ese día terminara.

Ela por su parte, había planeado un detalle para Wat, quería entregarle un pequeño pastel que había comprado un día antes. Sabía que podía ser incómodo, pero no podía pasar por alto el cumpleaños de quien era su mejor amigo. Ela lo estuvo esperando clase tras clase. Pero Wat nunca llegó... Ela terminó por tirar a la basura aquel pastel que planeaba regalarle a Wat. De alguna forma, ella sentía que podría ser el tratado que sellara la paz entre ellos. Pero no se logró.

Se sabe que el alcohol en ocasiones suele exponer los más profundos de los pensamientos de una persona. Y esa noche Wat y Jeff comenzaron a beber para cerrar con broche de oro tras la euforia de todo el día. El día había sido mágico. La conexión de ellos era genial. Sinceramente entre ellos nunca se sintió una vibra realmente de amigos. Desde que se conocieron por primera vez, siempre sintieron la necesidad de cuidarse dulcemente, se llevaban pesado en ocasiones mientras jugaban y reían. Pero cualquiera que los observara detalladamente podría darse cuenta que la relación de ambos no era común. Existía algo, algo que no sé qué era, pero hacía que ellos se volvieran diferentes cada que estaban juntos. Más alegres, más felices.

Tras ya un número incontable de tarros de cerveza, comenzaron a creer que sería una mejor idea irse a casa antes de que no pudieran siquiera mantenerse de pie.

Jeff no podía manejar en ese estado y poner en riesgo la vida de ambos. Así que después de salir del bar decidieron sentarse en medio de un parque que hallaron cerca mientras se les quitaba un poco lo mareado a ambos.

Después de un rato cuando se dieron cuenta, ya estaban ambos tirados en el suelo uno al lado del otro, el pasto se sentía realmente suave y muy fresco, la luna brillaba radiante esa noche, se escuchaban grillos cantar por doquier, era como un arrullo nocturno. Continuaban esperando a que bajara su borrachera.

De repente el corazón de Wat comenzó a latir muy fuerte sin saber porque cuando le entró una repentina idea de rozar los dedos de Jeff.

¿Eso se vería muy raro? -Se preguntaba durante unos minutos- ¿Va a pensar que estoy loco? Y realmente debo estarlo, por qué haría eso. Por qué tomaría su mano. Ni siquiera tiene sentido.

Se repetía una y otra vez. Pero hay algo con lo que no contamos la mayoría de veces cuando estamos bajo los efectos del alcohol. Todas las cosas nos parecen buena idea de repente. Los pensamientos no son claros y no puedes ser demasiado analítico. La imaginación vuela de un lugar a otro y te imaginas cientos de escenarios en sólo unos segundos. El valor para cometer acciones que no harían sobrios, aumenta. El sonido de las palabras sube su volumen. La respiración se acelera y comienzas a creer que la persona que se encuentra a lado tuyo puede percibir los latidos de tu corazón.

Wat comenzó a acercar lentamente sus dedos a los de Jeff...

¿Por qué hago esto? - continuaba preguntándose. Pero no hallaba respuestas para lo que su cuerpo hacía. Sus manos inevitablemente buscaban a las de Jeff desde hacía tanto tiempo.

De repente sus dedos se encontraron suavemente mientras ambos miraban al cielo.

Jeff sintió el roce, pero no quiso reaccionar, solo permaneció allí sin moverse, como si nada estuviera pasando.




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