Era un momento crucial en la vida de todos.
Recién se graduaban y lo único que quedaba era la incertidumbre sobre el futuro y qué rumbo tomarían sus vidas, conseguirían un empleo al que le dedicarían gran parte de su vida.
Meses después de la graduación, Wat y Ela acordaron que se postularían para la misma empresa, con un poco de suerte lo conseguirían seguirían juntos y seguirían creciendo y saliendo adelante.
Cómo cosa de magia, sus solicitudes fueron aceptadas después de unas semanas. Ela fue la primera a la que llamaron. Y semanas después también aceptaron en el puesto a Wat. Así que Ela sería quien lo capacitará, debido a que ya se conocían y el superior creyó que sería más fácil la adaptación de Wat al nuevo ambiente si lo asesoraba alguien conocido o cercano.
Tian aún continuaba buscando empleo, tenía sus estándares altos en lo que quería hacer. La convivencia con Ela era menor pero siempre trataban de verse y hacerse tiempo para estar juntos.
Jeff por su parte, parecía tener muchos problemas en casa, hacía días que su cabeza estaba distante. Pero no era algo relacionado con Wat, estaba pasando por una situación económica difícil. Él había tenido que deshacerse de su moto por lo que comenzaron a verse un poco menos. Pero al igual que la relación de Ela con Tian, buscaban el tiempo y la manera para estar juntos. Wat quería pasar todo el tiempo posible con él para apoyarlo. Sentía una gran devoción y agradecimiento hacia Jeff, pues era la persona que lo había ayudado a descubrirse a sí mismo y a aceptarse tal como era. Y para Wat, esa era una definición perfecta de amor.
Wat y Ela estaban muy felices de poder estar juntos. Todos aquellos problemas que un día los distanciaron se habían desvanecido y ahora eran tan cercanos como en aquel entonces cuando se conocieron más jóvenes. Incluso eran más cercanos ahora, conocían muchos aspectos uno del otro que nadie, incluso sus parejas respectivas conocían de ellos. Eso los hacía los mejores amigos, los que siempre se mantendrían juntos. Siempre era diversión cuando estaban juntos, y esta no era la excepción. Habían tenido la suerte de conseguir empleos en el mismo sitio y era lindo comenzar a tomar experiencia juntos a la vez que iban creciendo y aprendiendo.
Ela siempre ayudaba a Wat a entender todo lo que se le dificultaba. Trataba de llevarlo a la par de ella. Pasaban la mayoría del tiempo juntos.
Siempre que Ela explicaba algo a Wat, notaba una expresión en su rostro de extrañeza lo cual a ella por alguna razón le causaba mucha ternura. Ela comenzó a notar que le gustaba mirar el rostro de Wat cuando estaba aprendiendo algo nuevo, sus ojos se entrecerraban mientras observaba con minuciosa atención y aunque le parecía extraño darse cuenta de ello, siempre encontraba respuestas que lo explicaba, se conocían desde hace tantos años que lo quería cuidar y proteger como a un hermano pequeño, aunque él fuera mayor que ella. Por eso disfrutaba enseñarle cosas nuevas. Porque la mayoría de veces era Wat quien instruía a Ela en la vida cotidiana y quien le enseñaba cosas nuevas.
Ela comenzó a notar que siempre lo buscaba con la mirada en todo momento. Sentía la necesidad de ver su rostro y acudir de inmediato si necesitaba ayuda.
No era normal que siempre quisiera estar junto a él en todo momento. Ela amaba a Tian ¿no era así? Habían pasado por muchas cosas para poder finalmente estar bien juntos. Habían tenido que pasar por muchas situaciones incómodas y les había costado mucho trabajo adaptarse como una pareja. Ela se reafirmaba constantemente que era solo cariño lo que sentía hacía Wat y que ella amaba a Tian, eso siempre la hacia sentir mejor.
Una noche en la oficina, cuando ya había terminado el turno, ambos se encontraban muy cansados. Wat había estado archivando un par de documentos durante el día por lo que se encontraba realmente exhausto. Ela por su parte, había estado recorriendo todos los pasillos transportando documentos importantes. Al ser nuevos debían estar un tiempo fungiendo varias responsabilidades Al final del turno ambos se encontraban. devastados, así que antes de irse a casa se tumbaron en el suelo de la oficina aprovechando que todos se habían marchado.
Wat le quitó los zapatos a Ela repentinamente y comenzó a masajes sus pies. A él le había nacido hacerlo porque sabía que a Ela seguramente le dolían los pies de tanto subir y bajar escaleras, ella era su mejor amiga y siempre se preocupaba por ella.
A Ela le pareció un gesto de suma ternura el hecho de que Wat también estuviera muy cansado y aun así la tomará como prioridad. Quizá para Wat había sido una acción espontánea y poco importante. Pero aquel día, mientras Ela observaba a Wat masajear sus pies minuciosamente y con una sonrisa en su rostro, se dio cuenta de que no podía seguir más tiempo esforzándose por ocultar sus sentimientos reales...