Ela nunca había creído en el amor romántico, siempre tuvo la certeza de que en algún punto siempre terminaba y lastimaba. Pero... qué pasaba si después de tantos años, aquella persona continuaba masajeando sus pies con especial cuidado mientras estabas cansada para aliviar un poco el dolor. Ela lo entendió todo, esa era la perfecta definición de amor y justo en ese momento todas las piezas encajaron dentro de su cabeza.
Estar con Wat era natural. Ella siempre pudo ser ella misma desde que lo conoció, con él cada día se sentía más fácil. No debía aparentar ser una chica perfecta. No necesitaba pensar demasiado en sí debía decir o hacer ciertas cosas, sólo hacía lo que le nacía, porque nunca le importó que Wat la juzgará de ninguna forma. Era simplemente una química que nacía de forma espontánea, ella no debía controlar nada, simplemente existía una conexión genuina que siempre fluía como las olas calmadas cuando el mar está en reposo.
Con Wat nunca fue difícil nada. Con Wat siempre se sintió un lugar seguro y tranquilo, no se sentía ansiosa, no sentía que el corazón se saldría, no sentía una marea en el estómago. Sentía calma, paz, tranquilidad. Y allí entendió. Siempre se trató de eso... un amor genuino no debería sentirse como un mar de emociones que mantiene al corazón agitado.
Por fin Ela pudo aceptarse a sí misma que nunca pudo tomar enserio la relación con Wat porque sentía un miedo inexplicable dentro de su corazón si lo llegaba a perder. Definir la relación significaba que algún día llegaría a algún final. ¿Por qué no sentía aquel mismo miedo con Tian? Con él quiso dar el siguiente y el siguiente paso sin pensarlo. No le aterraba la idea de tener que perderlo algún día.
En aquel tiempo, después que pasó la emoción del momento mientras estaba conociendo a Tian, pensaba todo el tiempo en formas para acercarse de nuevo a Wat. No lo admitía, pero le quemaba la idea de no poder estar cerca de él. Sabía que había arruinado todo y eso le dolía mucho. Sabía que se había marchado sin dar nunca una explicación. Pero cuando pudo volver a unirse a Wat, sentía que aquellos colores de la vida retomaban de nuevo todas sus tonalidades. Siempre, mientras estaba con Tian al inicio, sentía un vacío en el estómago porque sabía que no podía estar cerca de Wat.
Nunca quiso forzar las cosas y nunca quiso hablar de ese tema con Wat. Sabía que se había equivocado y no quería volverlo a arruinar, no quería lastimarlo de nuevo. Así que duró mucho tiempo fingiendo que nada pasaba.
Pero aquella noche las cosas para ella cambiaron cuando por fin dejó a un lado la negación y se permitió sentir aquel amor que siempre contuvo dentro de ella.
Ela tenía muchas ganas de darle un gran abrazo. De besarlo, de pedirle perdón por todo lo que había pasado. Pero sabía que no podía hacerlo. Ella estaba con Tian ahora, y Wat era muy feliz con Jeff, sabía que se estaba descubriendo, sabía que se estaba permitiendo ser feliz después de mucho tiempo, no podía volver a hacerle daño. Así que esa noche tomó una decisión y se prometió a sí misma, que sin importar lo que pasará de ahí en adelante con Tian, jamás le diría a Wat nada acerca de sus sentimientos. Ella había ya tenido su oportunidad y la dejó pasar, ahora Wat era feliz y ella nunca podría permitirse romper esa felicidad y esa tranquilidad que había encontrado él por fin.
Sabía que quizá era momento de hablar con Tian y decirle cómo se había sentido desde hace mucho tiempo. Y a pesar de que lo había pospuesto mucho y había intentado todas sus fuerzas que funcionará su relación, ahora que por fin había aceptado sus sentimientos reales, no había marcha atrás...